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Antón Castro

"EASY RIDER", DENNIS HOPPER Y LA PROFECÍA DEL JOVEN NICK McDONELL

Leí el otro día el perfil de Dennis Hopper en “El País” (no recuerdo ahora quien lo hacía y no encuentro el recorte) y me quedé bastante impresionado con la semilla de autodestrucción que vive en su interior como si fuera un campo minado. Cinco matrimonios, malos tratos, alcohol y droga, y ahora vive como un paranoico en una fortaleza, casi enclaustrado, con su última esposa. De Hopper, recuperado en aquel oscuro personaje de “Terciopelo azul”, tan inquietante como la vulnerable Isabella Rosellini pero más violento, siempre me han gustado sus fotos. Fotos de reportaje, retratos; recuerdo perfectamente la de Jaspers Johns o la de Ike y Tina Turner, antes de que apareciese la violencia entre ellos.
Anoche vi “Easy ryder” (“En busca de tu destino” en español), película que escribió, dirigió e interpretó Hopper con Peter Fonda. La recordaba como un recuerdo reinventado una y otra vez, como uno de esos abrigos indispensables de la imaginación y de la memoria donde yacía un paraíso distinto. Y me quedé bastante decepcionado, incluso cabeceé unos minutos. Qué poco interesante parecía aquel mundo de un rato misticismo, de viajes a ninguna parte, sin otro entusiasmo que avanzar por las interminables carreteras del desierto o de Nueva Orleáns. Ni siquiera les interesaba el sexo, cosa que me resultó bastante decepcionante, aunque la obsesión por el sexo estuviese resuelta en ocasiones mediante elipsis. Y qué poco interesante me han parecido los abismos del LSD o la marihuana. Algunas escenas evocaban los dolores y las alucinaciones dolorosas de Tomás Milian en “La muerte tenía un precio”, con perdón. De la película, lo que más me interesa son las motos, esa manera de moverse, su aparatosidad de planta reluciente o de avestruz metálica que engulle kilómetros, esa modernidad de estar en tránsito, casi a ciegas, sin ningún objetivo. He de decir que me gusta la aparición de Jack Nicholson, actor al que detesto en casi todas sus películas, salvo en esta.

Y, dentro de ese clima de nihilismo absoluto, qué batacazo el final. Acaban matando a los antihéroes del camino por pura desidia, por racismo, por intolerancia, por desconfianza de lo que no conoces y no es como tú, porque les molestan a los tipos duros de la camioneta que tengan pelos largos. A otros, aquí y ahora, les perturba y les desvela que ocho ministras se tomen una foto más o menos pija ante el palacio de la Moncloa. Es una foto, una anécdota más o menos frívola, algo pomposa, pero absolutamente inocua, y querer darle categoría de crimen de estado o de tratado de intenciones aviesas denuncia lo enferma que está nuestra convivencia y el alto nivel de propaganda en el que nos movemos...

Ayer leía una entrevista de Lluís Amiguet en la contraportada de “La Vanguardia” con el joven escritor norteamericano Nick McDonell, autor de un libro de éxito como “Twelve”, que en España publicó Anagrama. McDonell, que estudia en Harvard, tiene ahora 20 años y que escribe seis mil caracteres al día (es decir, tres folios), dice cosas como las siguientes sobre Estados Unidos:
1. “Somos como el imperio romano dudando entre el suicidio y el genocidio por sin dejar de mirarse el ombligo”.
2. “Cuando tienes de todo, el resto del mundo importa muy poco, empezando por la geografía y los idiomas. Mi entorno está en plena bancarrota moral, ahíto de poder y dinero. Las clases bajas están estupidizadas por el circo de la tele y se drogan con toneladas de comida y alcohol. Las altas se meten cosas mucho más caras...como el ‘Twelve’ (de ahí el título y el tema de su novela). Sí. Y arriba y abajo les fascina la violencia: llegar, pegar cuatro tiros y poner las cosas en su sitio. Creen que todos los problemas tienen una solución armada empezando por la tragedia de su aburrimiento”.
3. “Soy ateo. Y eso me convierte en inútil para la política de mi país. No conozco a un solo político norteamericano que diga que es ateo y mucho menos que crea en la separación de Iglesia y Estado. Si cualquiera lo dijera en una campaña electoral, estaría acabado”.
4. “No soy adicto a nada excepto a escribir un condenado buen libro. Me encanta la locura egoísta de los escritores y su narcisismo. Soy uno de ellos desde siempre”.

En esta entrevista he encontrado algunas semejanzas con situaciones absurdas que plantea la película “Easy rider”: la actitud racista de la policía, el uso indiscriminado de la violencia, el desprecio total de la vida...

6 comentarios

nicogranada -

Hopper realmente no escribió mucho de Easy Rider. Fonda tuvo la idea de un modern western, pero fue Terry Southern, un escritor de la pesada, quien hizo la mayor parte del trabajo en el guión, si bien luego las estrellas le disminuyeron el crédito. Sus diálogos en cuentos o en películas como Dr. Strangelove siempre fueron impresionantes, aquí también, y el final, dios mío, Hopper quería que se perdieran en el atardecer cabalgando sus motocicletas, pero por favor, imagínense. Fue Southern quien los hizo matar, quizás a propósito, jaja, Hopper era insoportable y, sí, tiene talento para la decadencia, aunque no para la narrativa. Hasta el título es de Southern, joder.

Alcanfor -

El joven escritor dice/ repite lo que sus mayores escriben en el New York Times, así que, como de costumbre, nada nuevo bajo el sol. Con frases preconfeccionadas como ésas era inevitable que lo encumbraran. Porque es eso, ¿no? ¿Está en la cumbre... condenado buen libro...? Ay.

Antón -

Gracias, Antonio. Lo haré, lo hago a diario. Cúidate. Enhorabuena por tus éxitos: veo que tus poemas salen en muchos sitios y tus textos sobre poesía y música. ¡Viva Sabiñánigo!

Antonio PÉREZ MORTE -

Una buena película con una
banda sonora extraordinaria.
Un disco maravilloso para
escuchar mientras se lee
o escribe. Haz la prueba.
Un abrazo!

Antón -

Querido Javier: lo mejor de la película de Hopper me lo pareció la música. Soberbia, sin duda.

Javier -

Quiero ver de nuevo "París, Texas", película que me encantó. No sé qué sensaciones volveré a tener. Al menos la banda sonora de Ry Cooder me hará disfrutar de nuevo de una increible musica, intrigante y atrayente a la vez.