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Antón Castro

EL CAFÉ EUROPA

Mi amigo AAB (no sé por qué he pensado en Ángel Artal Burriel, el amigo íntimo de Patricio Julve: el médico de cuerpos y almas que tiene una foto suya de una mujer desnuda a caballo, a orillas del Salobral) me pide si puedo contar algo del “Café Europa”, que se celebró el pasado lunes en el patio de la Cámara de Comercio.
Quizá lo mejor fue que me encantó que Zaragoza recupere nuevos espacios para la cultura, ese ambiente ideal de amigos, la leyenda de la tertulia con un fondo de música, el respeto hacia la palabra, que no siempre no logré entender. Por ejemplo, no entendí bien el texto del poeta polaco Czyzewski que leyó Bashkim Shehu –admirable y estremecedor su libro “Confesiones junto a una tumba”: una autobiografía que te horada la sangre y el ánimo, y te sitúa en el límite mismo del espanto-, sobre la marca fronteriza, sobre la identidad, sobre la democracia. Lo que más me gustó fue esa alusión a que “el ágora ha dado lugar a la democracia” o “el regalo es el camino que nos lleva al ágora”, pero también oímos, no sé si con alguna ironía o crítica, cosas como que “la cultura occidental no anhela su libertad. Se ha estado cerrando imperceptiblemente sin grandes portazos”, “el otro se convierte en amenaza”, o una reflexión que dice: “Junto a la marca fronteriza está el guardián y el constructor de puentes”, que desea establecer comunicación o una línea de convivencia con el otro.
Rolando Sánchez Mejías recordó un viaje a Zaragoza y evocó a José Martín, una figura casi mítica que le despertaba un gran sentido emocional. Aquí amó y cantó a Blanca Montalvo y asistió al Teatro Principal. Manuel García Guatas escribió un libro sobre la estancia de Martí en Zaragoza. Sánchez Mejías –químico de profesión- pertenece a un grupo que buscó “la revolución dentro de la revolución misma”, pero acabó huyendo. Leyó varias piezas de su libro “Historias de Olmo”, historias mínimas, alegorías sobre la situación cubana, que editó Siruela en España, y leyó varios poemas largos, larguísimos, dedicados a Nietzsche, Pier Paolo Pasolini o José Lezama Lima. Los leyó con énfasis de rapsoda clásico; se notaba que lo había hecho antes. Elogió a Ernesto Cardenal como poeta, no como político, y lo emparentó con Ezra Pound o William Carlos Williams, un gran vate del cual me gusta mucho su libro “Historias de médicos”, que tradujo hace algunos años Carmen Martín Gaite. Sánchez Mejías recibió algunos aplausos. En mi mesa reinaba la calma y casi el silencio: Javier Aguirre, Javier Burbano y José Luis Forcada parecían estar cómodos, muy cómodos. Luego subieron al escenario Miriam Reyes, espléndida escritora y mito de escritores, magnífico e inquietante su libro “La bella durmiente” (Hiperión), y Carlos Castán, que ha enviado su texto a un puñado de amigos. Empieza con la muerte de Antonio Gades y tiene algo de crónica personal, de autobiografía de la decepción tras el combate, tras la ilusión. Copio aquí los tres últimos párrafos de su texto:

["Entonces fue cuando Sonia me dijo que tenía alma de “gusano”. Yo, que en mi lista negra de seres despreciables había escrito los nombres de los disidentes del Este, y de los supervivientes de los campos de trabajo rusos, y de los intelectuales franceses que ya en los años cincuenta se desentendieron del llamado socialismo real, empezaba a formar parte de aquella pandilla de burgueses o renegados, deslumbrados de repente por los neones de Occidente y la traidora tentación de salvarse a solas. En su nota de despedida me incluía unos versos de “Ojalá”, aquella vieja canción de Silvio que escuchábamos a la luz de las velas años atrás, cuando el universo entero era un inmenso campo de batalla que recorrer unidos contra el viento, codo con codo, mi camaradita y yo, toda una vida de su piel a las trincheras, agarrando fuerte una mano que -no me cabe duda- hubiera preferido mil veces un fusil.
Me estaba diciendo adiós sin sospechar lo solo que me dejaba, la magnitud del vacío que se abría ante mí. Crecí en una habitación en la que un póster gigante del Che Guevara sobre fondo rojo presidía la cama, rodeado de libros prohibidos sobre el materialismo histórico o de poetas fusilados en la cuneta. Crecí agarrado a la cintura de aquella muchacha que ahora me abandonaba, más volcada que nunca en su sindicato y en la redacción del periódico revolucionario de siempre que ya nadie quería leer, como si mi debilidad fuese algo parecido a su fuerza.
Olvidamos deshacer aquel pacto secreto de llevar a La Habana las cenizas de quien muriese primero. Y, por lo que a mí respecta, no me importaría que siguiese en pie, porque desde mi vacío, desde este cuaderno, ya sin renglones ni pautas, para escribir mis días, pienso a menudo en ella y en todos aquellos años que son en realidad mi vida. Pienso en aquel viejo póster y en Sonia durmiendo bajo su cobijo. Pienso en ambos cuando la nostalgia me vence y entono para mis adentros: ¡Hasta siempre, Comandantes!“]

Estuvieron muy bien Coco Fernández y Chavi Naval. No puedo contar casi nada más. Tuve que irme demasiado pronto y luego no asistí a la cena de camaradas de la cultura y la alegría. La lista de amigos sería aquí muy larga. Quizá fuese un café demasiado largo, pero había cerveza en abundancia y el acto, tan elaborado, tan deseado por la Consejería de Educación y de Acción Social –donde le van a dar un nuevo cargo a Concha Nasarre en el patronato de bibliotecas. Pasa de la Diputación de Zaragoza al Ayuntamiento de Zaragoza. Es una decisión de Miguel Gargallo, que parece un poco perdido..., y se justificó con alguna razón que la Concejalía de Cultura acaba de hacer lo propio con el Patronato de Artes Escénicas al nombrar a Rafael Campos y mantener a Ángel Anadón, aunque no era eso lo que habían anunciado Rosa Borraz y Juan Alberto Belloch. Aquí, el PP no dijo nada: el señor Anadón tiene un régimen especial a perpetuidad. No existe nada más arbitrario y sectario que la política, incluso en un tipo tan joven como Jorge Azcón-, que quizá deba disculparse su duración. Hemos encontrado un espacio, debemos seguir trabajando, con un planteamiento similar y a la vez más imaginativo: tenemos muchos músicos, hay actores, escritores. Un café al mes podría estar muy bien... Y había allí mucha, muchísima gente. Tuvo algo de multitudinaria reunión de amigos, excitados un poco por el glamour de Kosmopolis, seducidos sobre todo por el esfuerzo de Ismael Grasa, a quien ElCobre le acaba de reeditar su precioso libro sobre “Sicilia”. Precioso, vivido, útil y transido de una seca poesía, de un lirismo tamizado que no tiene ni un solo desmayo sentimental.
Por cierto, Ismael Grasa es un estupendo columnista –o quintacolumnista, a la manera de Arcadi Espada- en las páginas de “Heraldo de Huesca”. Seco, original, lúcido y muy cosmopolita.

P. D. Querido AAB, ya sé que no es esto lo que hubieras querido sobre el “Café Europa”, pero bueno, otra vez será. Un abrazo.

2 comentarios

De Anton -

Querida Pepa: Este ha sido un café específico, pero si hubiera más gustosamente te lo diría. Espero que estés muy bien. Mil gracias por haber entrado en mi página web. Hablamos un poco de todo. Cúidate. Gracias.

pepa sanchez -

Querido Antón, por casualidad he localizado esta página, no sé si el comentario que haces sobre "El café Europa" será algo que frecuentemente comentes en caso de que se organizara la cita mensual, como apuntas, me gustaría estar informada. Aunque sueles estar tan solicitado que tal vez no tengas tiempo de contestare, de todas formas procuraré seguirte la pista, me encanta, ya lo sabes todo lo que haces. Un abrazo.PEPA.