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Antón Castro

UNA CASA PARA SIEMPRE EN MILÁN

Estos días me está pasando algo muy curioso. Recibo numerosas felicitaciones, por correo, de viva voz o en mensajes de móvil por mi nombramiento como director del Instituto Cervantes en Milán. “Qué callado te lo tenías”, es una de las frases más repetidas. En realidad, me habría encantado ese nombramiento. Siempre he tenido dos sueños: un trabajo así, en el extranjero, o una corresponsalía. En Milán, en Lisboa, adonde irá mi admirado Ramiro Fonte, con quien estuve este verano y le debo unos retratos en su bella casa con vistas al puerto de Vigo, o en cualquier lugar de Europa, en Brasil. Pero no soy yo sino uno de mis dobles, Antón Castro, profesor y crítico de arte de Muxía, autor de numerosos libros, uno magistral sobre Laxeiro, un pintor gallego al que admiro mucho (primero fue barbero. En “Inventario de Otoño” de Manuel Vicent hay un retrato suyo magistral), y otro titulado “As mazás de Yoko Ono”. Antón Castro antes llevaba barba y guardamos cierta semejanza, me parece que yo soy más gordo (mi hijita Sara, que ya se viste sola, me lo ha recordado esta mañana: “Papá, qué teticas tienes”) pero ni siquiera nos conocemos. Estoy seguro que a él también le pasarán algunas cosas simpáticas en relación conmigo, porque los dos tenemos libros en gallego, hemos escrito catálogos de arte –yo calculo que más de 200-, somos de la Costa de la Muerte, yo del umbral mismo de esa costa del mito y las desgracias, y tenemos unos cuantos amigos comunes, entre ellos el paisano César Antonio Molina. No nos conocemos, digo, pero me ha encantado este equívoco, aunque por una vez sinceramente hubiera deseado ser él. Algunos amigos entrañables me llamaron para decirme: “Ya tenemos casa en Milán”. También me habría gustado tenerla a mí.

Tengo, como escribí en otra ocasión, un segundo doble al menos llamado Antón Castro. Es un profesor de Lugo, músico durante años en Fuxan os Ventos y es un formidable cuentacuentos o narrador oral. Un fistor de aldea, un “storry teller” de aquellos que aparecían en “Hijos de la medianoche” de Salman Rushdie. El primer equívoco sin importancia con él se produjo hace unos años en Huesca, donde vino a presentar uno de sus espectáculos. A la misma hora que él contaba historias, de aquellas historias inolvidables al calor de la lumbre, yo daba una charla. Y todo el mundo me preguntó si me había vuelto loco o ubicuo. Cuando terminó mi compromiso fui a verlo, apenas pude oírlo un par de minutos porque llegué demasiado tarde; también fue gracioso aquel encuentro en el Casino porque el año anterior yo, yo mismo, el Antón Castro de Santa Mariña de Lañas (Arteixo), participé en ese festival. Esta multiplicación de seres extraños, denominados genéricamente Antón, volverá a darse en Segovia. Me ha invitado mi amigo Ignacio Sanz -que me ha convertido en personaje de su próxima novela- para que haga un espectáculo de 45 minutos o una hora de cuentos orales. Seguramente, él también será invitado. ¿Cómo sabrá el público quién es quién? Hay algo que nos distingue: Antón Castro de Lugo tiene un intenso acento gallego que yo he perdido. Y creo que él ha compuesto canciones, pero no ha inventado un fotógrafo llamado Patricio Julve…

2 comentarios

De Antón -

Querido Enrique:
La historia, evidentemente, tiene continuación. El viernes por la mañana recibí una llamada del Instituto Cervantes donde me anunciaban que querían verme en Madrid, me dijeron el nombre(creo que era un director general), para que tomase posesión de mi nuevo cargo.Y el volumen de llamadas y felicitaciones ha sido grande.

enrique -

Tuve una conversación surrealista acerca de tu "nombramiento" con la mujer de un amigo común. Fue Paula de Parma la que me lo comunicò a mí y yo lo di por hecho porque no había leído la noticia con esa anomalía de "crítico de arte". En fin, no sigo porque me he quedado ya sin comentarios. La verdad es que lo que te ha pasado es el arranque de un buen relato.
Un saludo
Enrique