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Antón Castro

PASEO CON JAVIER TORRES SOBRE LA NIEVE

A veces suceden cosas maravillosas e inesperadas. Te despiertas a las siete y de repente alguien grita: “Anda: está nevando”. Y lo primero que piensas es: qué peligro va a correr Carmen ahora por esas carreteras nevadas hacia Madrid y Brea e Illueca. Cuando sales a la calle, en medio de la nieve, Sara, seis años de mujer fatal (Cano dixit), pregunta: “¿Crees que iremos al Museo Pablo Serrano hoy?”. No sé qué responderle, pero ella vuelve a la carga: “¿Hay que andar mucho?”. Acaba de estar en el Louvre, en el Pompidou y en el Museo de Orsay y anduvo lo suyo. Pienso que se está refiriendo a la distancia entre el autobús y el museo, no sé por qué pienso eso, y le digo: “Muy poquito. El autobús te deja en la puerta”. Insiste. “No, tonto, no, ¿cómo es por dentro, cómo nuestra casa?”. Le digo que un poco más grande. Y apostilla: “Bueno, como desde aquí al jardín. No me cansaré”.
Así empieza la mañana. Compro el periódico, compro el pan y en la panadería me asustan: que si un coche se ha quedado en la calzada atravesado, que si se multiplican los accidentes. Y decido ir a Zaragoza en autobús. Escribo un texto sobre Ángel Petisme y su canción “Los nadadores”, y salgo a la calle. De repente, mientras avanzo sobre la nieve, me llama Javier Torres. Me cuenta mil cosas como siempre: que quiere hacer un folleto sobre Alcalá de Ebro y el Quijote (querría que escribiésemos Antonio Pérez y yo), que si ha recogido en dos diskettes todo mi diario del 2005 (no le digo que tengo editor y que voy a corregir el proyecto. Me olvido de hacerlo o de decirlo que estoy dudando). Y de repente le cuento que voy hacia el autobús y viene a buscarme porque anda cerca, para seguir hablando, para hacerme un favor, para estrechar con las palabras el cariño. Me cuenta, durante el trayecto, los Quijotes que se ha comprado, lo feliz que es en Alcalá de Ebro, cómo pasea a su perro a las seis de la mañana, cómo sus vecinos ya se han dado cuenta de su presencia y, más tarde o más temprano, lo harán hijo adoptivo de Alcalá de Ebro.
Hacia las doce y cuarto, me deja ante el Heraldo. Miro por un instante sus teléfonos móviles. Mis compañeros los conserjes me felicitan. Y me dicen: “Qué afortunado eres. Nunca habías venido al periódico en un cochazo como ese camión que parece una nevera”.

4 comentarios

Antonio PÉREZ MORTE -

Me encanta que los críos de la "capi", como Sara, o mis sobrinos hayan podido disfrutar en Zaragoza, de una nevada tan intensa. ¡Cómo disfrutan con la nieve!
¡Abrazos!

Javier -

¡Qué suerte poder ir con Javier Torres por ahí! Hoy ha sido un día maravilloso para hacer fotos por Zaragoza. Javier habrá hecho un montón (como yo, jejeje) y Sara lo habrá pasado en grande con la nieve. Un fuerte abrazo, Antón

Cide -

Un abrazo para Javier Torres. Siempre solícito, siempre acordándose de los demás.

Ahora que lo necesita, un abrazo de ánimo. Qué suerte tienen los que lo tienen como amigo.

Anónimo -

Benquerido Antón:
¡Viva Javier Torres!

A mí me ha dado miedo continuar el viaje hasta Huesca. El trayecto Zaragoza-Zuera-Zaragoza me ha costado cuatro horas... En fin. Me hago mayor y me ha dado miedo la carretera...

Ver crecer a Sara es una maravilla. Mis hijos cumplieron ayer años -sí, los dos el mismo día- 10 y 7. Qué te podría decir...