HISTORIA DE JIM BRADDOCK O "CINDERELLA MAN"
Hace algo más de un año, el ex boxeador y escritor Francisco Fernández Feu publicaba el libro Grandes campeones de los pesos pesados (Ediciones del Cobre, 2003), un libro donde hace el retrato y la biografía de 16 grandes púgiles de la máxima categoría: desde John L. Sullivan, que boxeó y se coronó a puño desnudo, hasta Joe Louis, más conocido como El bombardero de Detroit, que estuvo once años, nada menos, invicto como campeón del mundo y así se retiró. Louis, que había ganado a Max Schmelling, Primo Carnera, Paulino Uzcudun, Jack Sharkey o Max Baer, sucumbió en su regreso a la potencia de los puños del gran campeón blanco Rocky Marciano en 1951. Fernández Beu habla de James Corbett, más conocido como Gentleman Jim y primer campeón con guantes; de Fitzsimmons; Jack Johnson, que estuvo en Barcelona y peleó con Arthur Cravan, y de otros mitos del boxeo: Jack Dempsey, aquel blanco con pegada de mulo que peleó con Luis Firpo, el toro salvaje de la Pampa; Gene Tunney, estudioso hasta de su sombra; Jack Sharkey; Schmelling, fallecido hace algunos meses, Max le propinó una paliza a Joe Louis en 1936 y éste lo dejó k.o. en 1938 en el primer asalto; o Primo Carnero, aquel mastodonte de mandíbula frágil y escasas maneras que inspiró a Budd Shchulberg su libro Más dura será la caída, y luego la homónima película de Mark Robson, con Humphrey Bogart.
Fernández Beu también habla de James J. Braddock y de su gran rival Max Baer, muy de actualidad estos días por la película Cinderella Man. Baer sale un poco malparado en la cinta, más que en el libro: era un gigantón con una brutal pegada que había matado a dos púgiles; debutó en el cine en 1941. Según un folleto de doce páginas que encontré en el rastro de Zaragoza ni era tan chulo ni tan crápula. De hecho, tras ver Cinderella Man de Ron Howard, su hijo ha protestado por el modo en que es tratado su padre.
La actitud y el carácter de Max Baer, que era un extraordinario y feroz boxeador, contrasta con la de Braddock, que parecía y parece un héroe ideal para los tiempos de la posdepresión y del poskatrina. Empezó siendo un púgil prometedor, con buenas maneras, aunque sin la genialidad de sus compañeros de generación Tuney, Sharkey, Schmelling, Louis, Baer-; orilló la cumbre, realizó inversiones en bolsa y todo eso, pero el destino le dejó sin nada. Fue una víctima brutal de la Gran Depresión. Todo se le vino abajo como en un espejismo, incluso se rompió la mano derecha. Durante unos cuantos años sobrevivió a la hambruna, a la miseria, al paro con auténtica madera de héroe, que no tiene reparos en mendigar ayudas. Padre ejemplar de tres hijos, excelente marido, enamorado y suave marido, incapaz de echar un borrón nunca, de repente un golpe de azar le facilita la posibilidad de volver al ring. Y como un elegido de los dioses retorna y logra algo absolutamente impensable en aquellos momentos: tumbas a aspirantes grandiosos, recibe y da monumentales palizas, y llega a ese momento sublime que lo redime de tantos años de incertidumbre y dolor: la memorable noche del Madison Square Garden en la que tendrá la posibilidad de enfrentarse al asesino Max Baer.
Y en esa noche, en ese momento en que una vida pasa de súbito de la nada al infinito, gana Braddock. Contra todo pronóstico. La pelea, según la realidad y según la película, fue terrible. Espeluznante. Parecía imposible que ganase Braddock o que no saliese de allí camino del hospital o del cementerio, pero lo logró.
Eso es lo que cuenta a grandes rasgos Cinderella Man, una película demasiado almibarada, demasiado llena de buenas intenciones algunos creadores se olvidan de que la realidad no siempre funciona bien en la ficción, ya sea la literatura o el cine; cada género exige su código de verosimilitud y aquí no se han observado esas reglas-, demasiado sentimental. Braddock tiene algo de mensajero de Jesús y de la bondad, y de mensajero de América. Es el hombre gris, sin especial talento, sin otro talento que su bonhomía, que debió ser así casi por completo, que se convierte en un profeta del dolor de los demás, en un espejo en el que todos se reconocen.
La película es una buena película, demasiado blanda, ya digo, elude ese mundo del gimnasio y de los entrenos casi por completo, está muy bien interpretada por Russell Crowe, que vuelve a alcanzar una increíble altura, dudo más de la interpretación de René Zelwegger (a su favor, además de la ternura, está el magnífico sentido del humor que posee su personaje), y aplaudo la extraordinaria actuación de Paul Giamati (el feo, sentimental e intelectual de Entre copas), en su papel de preparador Joe Gould. La ambientación es excelente, hay momentos increíbles como esas secuencias en que los tres hijos se encierran a escuchar por la radio el combate con Max Baer. Julio Cortázar, creo que en Último round, tiene un precioso texto donde recuerda como toda Argentina, y también él y su madre, oyeron por la radio la pelea de Jack Dempsey y Luis Firpo. Éste derribó al campeón blanco, no sólo lo derribó, lo echó lejos de la lona por entre las cuerdas y estuvo fuera durante dos minutos. Le permitieron volver y Firpo acabó perdiendo. Y Argentina se bañó aquel día en lágrimas de impotencia.
Salvando la blandenguería, la apología de la familia y el carácter hagiográfico del boxeador, Cinderella Man se ve bien e incluso llega a emocionar. No está a la altura de películas realmente memorables como Cuerpo y alma, El ídolo de barro, El hombre tranquilo. Más dura será la caída, Marcado por el odio o, por supuesto, Toro salvaje, pero se deja ver muy bien, y aproxima la desesperación del país en aquel momento. Con Toro salvaje de Martin Scorsese podríamos decir que en complejidad, tormento y negrura del protagonista está en los antípodas- tiene una sorprendente coincidencia: James J. Braddock fue el hombre que nunca se dejó tumbar. Y Jake La Motta, tampoco, ni siquiera cuando se enfrentó al maravilloso Sugar Ray Robinson, el hombre que anticipó a Cassius Marcellus Clay.
Fernández Beu también habla de James J. Braddock y de su gran rival Max Baer, muy de actualidad estos días por la película Cinderella Man. Baer sale un poco malparado en la cinta, más que en el libro: era un gigantón con una brutal pegada que había matado a dos púgiles; debutó en el cine en 1941. Según un folleto de doce páginas que encontré en el rastro de Zaragoza ni era tan chulo ni tan crápula. De hecho, tras ver Cinderella Man de Ron Howard, su hijo ha protestado por el modo en que es tratado su padre.
La actitud y el carácter de Max Baer, que era un extraordinario y feroz boxeador, contrasta con la de Braddock, que parecía y parece un héroe ideal para los tiempos de la posdepresión y del poskatrina. Empezó siendo un púgil prometedor, con buenas maneras, aunque sin la genialidad de sus compañeros de generación Tuney, Sharkey, Schmelling, Louis, Baer-; orilló la cumbre, realizó inversiones en bolsa y todo eso, pero el destino le dejó sin nada. Fue una víctima brutal de la Gran Depresión. Todo se le vino abajo como en un espejismo, incluso se rompió la mano derecha. Durante unos cuantos años sobrevivió a la hambruna, a la miseria, al paro con auténtica madera de héroe, que no tiene reparos en mendigar ayudas. Padre ejemplar de tres hijos, excelente marido, enamorado y suave marido, incapaz de echar un borrón nunca, de repente un golpe de azar le facilita la posibilidad de volver al ring. Y como un elegido de los dioses retorna y logra algo absolutamente impensable en aquellos momentos: tumbas a aspirantes grandiosos, recibe y da monumentales palizas, y llega a ese momento sublime que lo redime de tantos años de incertidumbre y dolor: la memorable noche del Madison Square Garden en la que tendrá la posibilidad de enfrentarse al asesino Max Baer.
Y en esa noche, en ese momento en que una vida pasa de súbito de la nada al infinito, gana Braddock. Contra todo pronóstico. La pelea, según la realidad y según la película, fue terrible. Espeluznante. Parecía imposible que ganase Braddock o que no saliese de allí camino del hospital o del cementerio, pero lo logró.
Eso es lo que cuenta a grandes rasgos Cinderella Man, una película demasiado almibarada, demasiado llena de buenas intenciones algunos creadores se olvidan de que la realidad no siempre funciona bien en la ficción, ya sea la literatura o el cine; cada género exige su código de verosimilitud y aquí no se han observado esas reglas-, demasiado sentimental. Braddock tiene algo de mensajero de Jesús y de la bondad, y de mensajero de América. Es el hombre gris, sin especial talento, sin otro talento que su bonhomía, que debió ser así casi por completo, que se convierte en un profeta del dolor de los demás, en un espejo en el que todos se reconocen.
La película es una buena película, demasiado blanda, ya digo, elude ese mundo del gimnasio y de los entrenos casi por completo, está muy bien interpretada por Russell Crowe, que vuelve a alcanzar una increíble altura, dudo más de la interpretación de René Zelwegger (a su favor, además de la ternura, está el magnífico sentido del humor que posee su personaje), y aplaudo la extraordinaria actuación de Paul Giamati (el feo, sentimental e intelectual de Entre copas), en su papel de preparador Joe Gould. La ambientación es excelente, hay momentos increíbles como esas secuencias en que los tres hijos se encierran a escuchar por la radio el combate con Max Baer. Julio Cortázar, creo que en Último round, tiene un precioso texto donde recuerda como toda Argentina, y también él y su madre, oyeron por la radio la pelea de Jack Dempsey y Luis Firpo. Éste derribó al campeón blanco, no sólo lo derribó, lo echó lejos de la lona por entre las cuerdas y estuvo fuera durante dos minutos. Le permitieron volver y Firpo acabó perdiendo. Y Argentina se bañó aquel día en lágrimas de impotencia.
Salvando la blandenguería, la apología de la familia y el carácter hagiográfico del boxeador, Cinderella Man se ve bien e incluso llega a emocionar. No está a la altura de películas realmente memorables como Cuerpo y alma, El ídolo de barro, El hombre tranquilo. Más dura será la caída, Marcado por el odio o, por supuesto, Toro salvaje, pero se deja ver muy bien, y aproxima la desesperación del país en aquel momento. Con Toro salvaje de Martin Scorsese podríamos decir que en complejidad, tormento y negrura del protagonista está en los antípodas- tiene una sorprendente coincidencia: James J. Braddock fue el hombre que nunca se dejó tumbar. Y Jake La Motta, tampoco, ni siquiera cuando se enfrentó al maravilloso Sugar Ray Robinson, el hombre que anticipó a Cassius Marcellus Clay.
44 comentarios
MAIGUALIDA gualdrón -
manuel calzadilla carmona -
luis mejias -
Tomy -
cesar -
Robinson -
Nike Shox Turbo -
Nike Shox Turbo -
Supra TK Society -
Nike Dunk Sb -
Academic Olimp -
TK Jim!!!a mi bulldogsito le pondre tu nombre!!!
carlos enrique -
lili torreblanca -
IVAN DURAZNO C. -
fede -
gab4 -
wilfredo vargas -
SERGIO -
junier -
silvia -
carlos -
Cesar Matos -
Eres tremendo. Te pongo de ejemplo de superacion, cuando tengo que hablar de alguien ecepcional.
Cesar Matos
Rep. Dom.
Jose Joaquin -
Ramiro chavez -
Javier Rivera Cervantes -
Josè Fabian -
beto -
Grace -
Ludi -
maca -
pd:
La pelicula exagera bastante, supongo que para la gente de calle le gustará, pero por lo que tengo leido Bauer lo pusieron a caer de un burro y para nada.
jose huertas -
Huroman -
Daniel de Brasil -
Leandro -
federico -
Rubenvc -
diego -
LENIN CARDENAS -
Douglas Iván Rivera Rodríguez -
cristian -
christopher luna garate -
Daniel Noboa -
Anónimo -
ever after.. your love
Anónimo -