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Antón Castro

ACERCA DEL CENTRO DRAMÁTICO DE ARAGÓN

ACERCA DEL CENTRO  DRAMÁTICO DE ARAGÓN El Centro Dramático de Aragón (CDA) parece atravesar por un periodo de incertidumbre. La oposición teme por su desaparición; el gobierno apunta que va a cambiar de política. Y da la sensación de que estamos en ese instante de nebulosa en el que empezamos a dudar de su sentido y de la importancia de sus objetivos. Además, se halla sin director, y tampoco está demasiado claro en quien va a recaer esa responsabilidad, aunque se hable de Mariano Anós, de Carlos Martín, Alfonso Plou, Cristina Yáñez y de Jesús Arbués como firmes candidatos, de perfil muy distinto. El Departamento de Cultura anunciaba estos días que va a cambiar su orientación y sus objetivos, lo cual resulta lógico porque si en algo había fracaso el CDA había sido en que sus montajes apenas se pudieron ver ni siquiera las ciudades de Aragón ni en los pueblos donde puede haber un teatro más o menos modesto. Quizá hubiera un desajuste en las representaciones: no se estudió a fondo la adecuación a los espacios escénicos de la Comunidad ni se buscó el mínimo de rentabilidad indispensable, que debe ser, antes que la propiamente económica, la de difundir el teatro entre los aragoneses, desde el rigor, la calidad, la variedad de disciplinas y el intercambio.

Dicho esto, y sé que podríamos hallar alguna otra imperfección, el trabajo del CDA ha sido estupendo porque se ha levantado de la nada en poco tiempo y exhibió un menú de propuestas de mucho interés. Tanto dinamismo con fundamento en tan poco tiempo aquí era inconcebible. A Paco Ortega, su director, y a su equipo no les faltó capacidad de gestión, entusiasmo, profesionalidad y ambición. Ahí están los montajes de Shakespeare (aquí vemos una foto de "Ricardo III", Sanchís Sinisterra, Javier Tomeo o Fernando Fernán Gómez (recibió el premio Max, por "Morir cuerdo, vivir loco"); ahí están los talleres, algunos impartidos por Jean Fabre, nada menos; ahí están sus colecciones de textos, incluyendo un premio de teatro que ha tenido una extensa participación; ahí está la política de intercambio, el ejercicio constante de autoestima, la ausencia de complejos, la vocación internacional. El CDA ha hecho un trabajo espléndido, con luces y sombras, con detractores y apologistas, como sucede siempre en cualquier actividad artística, porque los secretos del corazón, cuesten lo que cuesten, siempre son frágiles. Tirar por la borda estos logros, sí que sería despilfarrar el dinero, las ideas, el oficio. Mejorar aspectos de la gestión -conectar el teatro con las poblaciones de Aragón y de fuera y crear un proyecto diáfano, convivir e integrar a las demás compañías…- es necesario. Lo que no es de recibo, aunque sea muy bonito en política, es la negación constante de lo que hace el otro, sea del signo que sea. Si algo necesita Aragón, son proyectos como el CDA.

1 comentario

Drama del Teatro en Aragón -

Sabido es que la cultura aragonesa la quieres solo para medrar, de ahí que saqyes tan buena miga ed donde no hay pan; lease CDA.

Y a lo artistas independientes, de los que no puedes (eso crees) hoy sacar, a esos...tu silencio, sin no alguna zancadilla.

Menos mal, Antón Castro, que eres solo adoptado.