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Antón Castro

OTRA NOTA, Y ÚLTIMA, SOBRE "EL CIELO DE LAS MUJERES"

Efectivamente, "El cielo de las mujeres" es una obra bastante dura, casi imposible de llevar a escena por la vía más ortodoxa. No he querido elogiar su calidad (por cierto, pese a sus fogonazos absurdos, me gustó mucho más el texto de lo que esperaba. Lo comentaba ayer con el coleccionista, psiquiatra y crítico Javier Lacruz, que pensaba algo semejante), sino hablar un poco de su condición de testamento del pintor, que se arrojó a un tren. Quien conozca al pintor, entenderá un poco mejor -a la luz de este texto-vómito- su relación con las mujeres y con la vida, pero él era un hombre intuitivo y de imágenes, lejos de cualquier sistematización... Cuando digo que pienso que podía ser una pequeña joya, estaba pensando en el teatro de cámara, sin duda, para una sección "off" como comentaba hoy con una compañera, Rebeca Cartagena, que sabe mucho de teatro. También me parece que Luna de Arena intenta realizar un homenaje a un hombre que superaba la estricta condición de pintor y que tiene algunas intuiciones dramáticas, o intuiciones acerca de su propio drama tan "teatral".

En cualquier caso, siempre he pensado que cuando falla la interpretación no sólo falla el actor, falla también la dirección y el concepto de la obra. Además, hay intérpretes que se sienten más cómodos en unos papeles que en otros. Y eso le atañe a Félix Martín; insisto en que creo que hay un buen trabajo previo al enlazar toda la pieza con las premoniciones de siempre, y del final trágico, del artista. Pero el resultado final se resiente: por el texto (que es claramente de cámara, como un torrente, y con muchos riesgos), por el ritmo, por la propia opción estética y también por la interpretación, desde mi punto de vista, aunque sea aquí tan complicada de resolver. Lo que más me gusta del teatro siempre, más allá del efectismo inmediato, son los actores. La conmoción llega de ellos. Para mí el teatro es, sobre todo, un actor, la palabra y sus gestos, aunque "la coreografía" pueda ser tan bella. Quizá de ahí derive también mi perspectiva. La música, por ejemplo, no me pareció tan lograda como la que hizo Romeo para “La vida es sueño”. 

Acerca del Centro Dramático de Aragón no tengo nada que decir. Lo alabo porque se ha puesto en pie, creo que ha hecho muchas cosas en poco tiempo, que ha trabajado sin complejos, y sé que hay muchas cosas, muchísimas, que mejorar: ampliar el abanico de intérpretes y compañías y proyectos, lograr que los montajes se ajusten a los espacios de la Comunidad. Prefiero ver la botella medio llena que vacía.  

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