Blogia
Antón Castro

LAS ESFINGES DE EDUARDO LABORDA, SENDER Y OTROS ASUNTOS

LAS ESFINGES DE EDUARDO LABORDA, SENDER Y OTROS ASUNTOS

No ha sido mi mejor día en “Heraldo”. O quizá sí, que nunca se sabe. Un buen amigo me llamó ayer anunciándome un tema muy prometedor: un amigo suyo tenía una importante cantidad de cartas de Ramón José Sender. El amigo del amigo era en realidad una amiga, le contó una mil y cosas de las cartas, y le dijo una frase que Sender siempre decía al entrar en su casa, y entró al menos dos: “Qué sensación de hogar se respira aquí, qué impresión tengo de estar en familia”. La señora, antes de enseñarme los materiales, muy novedosos, querría consultarlo con sus hijos: ella ya está en avanzada edad y prefiere no verse envuelta en los papeles de la prensa. La alegría se fue por el río, por ahora.

Terminé la entrevista con el trompetista Mariano Abadías, nacido en Pedrola  en 1935 e instalado en Viena desde 1970. Ha tocado ante el Sha de Persia, ante Soraya, antes de que fuera repudiada, y ante Hussein de Jordania. Esta anécdota me hizo recordar el espléndido reportaje de Miguel Mena, titulado “Los tres Carino”, un grupo de Huesca. Luego, lo descubrió un Montreux un vibráfono y maestro de jazz, aquella noche hablaron sin parar, comieron y bebieron, y tal vez algo de lo otro, y el hombre le dijo: “Me gustaría que vinieses a Viena para tocar en mi orquesta”. En la Orquesta Teatral Estatal de Viena, Mariano Abadías, hijo de sastre republicano y discípulo de Arturo Villar, trompetista en los tiempos heroicos de Dimitry Berberoff, ha dado varios miles de conciertos, de obras clásicas y musicales. Por ejemplo, llegó a actuar con “El baile de los vampiros” ante el mismísimo Roman Polanski, que acababa de rodar la película con Sharon Tate. Mariano Abadías es el maestro de Carlos Roldán, director de la banda de Garrapinillos, profesor de música y trompetista.

Viene a verme Eduardo Laborda. Para él escribí el primer texto que redacté jamás sobre un artista en 1987 y van allá unos cuantos, un par de cientos al menos. Está preparando una gran exposición y un libro de artista, de 120 ilustraciones y alrededor  de 240 páginas. Van a escribir varios expertos en su obra como José María Morón, Arturo Ansón, Jesús Pedro Lorente, Manuel Martínez Forega y la profesora Dolores Gallardo, que ha analizado la presencia de la mitología clásica en su obra. A mí me ha pedido que le escriba un texto sobre la esfinge y el mito de Edipo (dice Eduardo que siente una gran fascinación por su madre, que ha sido siempre el refugio, la luz, el embrujo del cariño), y me trae algunos de sus espectaculares cuadros, que ni siquiera pasan por las salas. En uno de ellos, muy a la manera del realismo norteamericano de los 40 y 50, ha pintado a su compañera y gran pintora Iris Lázaro. Ambos, por cierto, acaban de ser incluidos en el gran catálogo de fondos de Caja Duero. Eduardo, que está entusiasmado, me habló de un veterano artista de la ciudad que hizo muchos dibujos, publicidad, que utilizaba bellamente el aerógrafo e incluso algunos catálogos de ataúdes para una funeraria de Orense. NO es un cuento de Juan Rulfo ni de Rodrigo Fresán: catálogos de ataúdes para Ourense. Iré a verlo… Tiene todo el aire de ser un nuevo Luis Germán, del cual he hablado aquí hace algunas semanas.

Marisa Núñez y Eva Mejuto, las editoras de OQO y antes de Kalandraka, han tenido la deferencia de atender una sugerencia mía: se han fijado en la magnífica obra de Alberto Aragón y le han pedido que desarrolle una idea en torno a un poema de José Martí. Luis Grañena y Alberto Aragón son una pareja de ilustradores de auténtico lujo y completamente distintos. Grañena es uno de los mejores caricaturistas de los últimos 25 años en España, está a la altura de Loredano, Sciammarella y Cano (otro gran desconocido fuera de Aragón, aunque ahora Vicente Ferrer de Media Vaca le ha encargado un proyecto sobre Zaragoza. Que el Paquico Goya y su Goya, dos de sus proyectos para Xordica, no se vendan en el Reino Sofía o el Prado es una auténtico despiste) estoy completamente seguro; sólo a una industria atropellada, ciega y perezosa ha podido pasarle inadvertido. Alberto Aragón, que es un chaval maravilloso y ya ha sido galardonado por el Instituto de la Juventud, está que no cabe en sí de gozo. Ayer, entre dibujo e dibujo, entre infografía e infografía, repasaba en los últimos muertos el poema y buscaba una serie de imágenes para desarrollar una idea previa.

Hablando de literatura infantil, me ha gustado mucho el nuevo libro de Begoña Oro, escritora y editora. “Las sonrisas perdidas” (SM. Ilustraciones de Noemí Villamuza y Alma Barroca). Cuenta la historia de Enrique, un muchacho de Peraltilla que contagia todos con su sonrisa, salvo a tres vecinos que no ríen nunca. De golpe, Begoña Oro propone: “Pero una mañana, Enrique se despertó sin su sonrisa. La había perdido”. Y ahí se inicia una investigación detectivesca que llevará al protagonista a descubrir la existencia de un almacén de sonrisas, y muchas más cosas. Escribe Begoña Oro acerca de las sonrisas: “Algunas eran frescas, otras rosas, gordas, finas, ruidosas, calladas, amplias, mentirosas… Había sonrisas de todo tipo”: El texto, pensado para niños de entre 5 y 8 años, más o menos, está bellamente ilustrado por Noemí Villamuza y Alma Larroca; las artistas se implican en el libro con profundidad e imaginación (un ejemplo, las páginas 20 y 21, 34 y 35, como si quisieran darle la razón a Rosa Tabernero, que acaba de publicar un erudito trabajo en Prensas Universitarias sobre la literatura infantil e incorpora una sección central donde explica la importancia de la ilustración, que es el segundo discurso o la nueva forma de contar de este tipo de libros.

*El cuadro es de Ramón José Sender. Pintó mucho, de manera muy personal.

2 comentarios

ana a. -

Begoña Oro y Rosa Tabernero hacen mucho y bien por la literatura infantil y juvenil.

Cide -

suena muy prometedor lo de las cartas de Sender. Ojalá salga adelante.