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Antón Castro

LA RADIO, LA RISA DE GEMMA, LA NIÑA QUE SE PARECÍA A LEE MILLER

LA RADIO, LA RISA DE GEMMA, LA NIÑA QUE SE PARECÍA A LEE MILLER

Ya he contado aquí mi afición a la radio. Desde niño, desde joven, desde siempre. El primer recuerdo que tengo  de la radio es éste: mi pequeña casa en Castelo, en  Santa Mariña de Lañas (A Coruña), la cocina de tierra, la ventana por donde entraban pequeñas culebrillas de agua al fregadero, entraban y las traía nuestro gato Acuña, la ventana que daba al río de lavar y al misterioso y ululante camino hacia ninguna parte. Dentro de la cocina, sobre la alacena, estaba la radio, Vanguard, diría yo que era, pero no estoy seguro, que manaba música y voces. En el dial aparecía escrito Zurich, y estaba yo seguro de que de allí surgiría un día la voz de mi padre emigrante en Suiza, aquel padre que me escribía cartas y preguntaba a mi madre, con los ojos húmedos de emoción: “¿Cómo está el rey de la casa?”. Además, aquella radio la había traído Raúl por aquel camino de espesuras y sombras, Raúl, el electricista y buhonero que tenía una hija guapísima, un sueño para cualquier muchacho de ocho años. La radio también era una forma  de amor.

Oigo la radio por lo menos cuatro veces al día. Y a veces más, en la explanada, a altas horas de la noche, tocado de negro sombrero y envuelto en la niebla. Ayer Garrapinillos daba pena y miedo; hasta me intimidaba mi pálida sombra. La niña a la que mató su padre, cinco años de inocencia interrumpida durante el sueño, iba al mismo colegio que mi pequeña Sara, siete años de desorden y pasión por El Sueño de Morfeo, Amaral, Kevin Johanssen y Julieta Venegas. Hablé ayer un instante con Pepe Melero –que me ha prohibido citarlo aquí: dice que le gasto el nombre en exceso y que luego no se reconoce dentro de él. ¡Jamás  había oído tal cosa! Parece de un cuento de Rafael Dieste- y me dijo que estaba paseando a la perrica en una maravillosa ciudad como la suya, Zaragoza, que se había disfrazado de Londres de repente. Pues yo igual, a medianoche, con un libro sobre musas, “Vidas de las musas” (Bronce) de Francine Prose; leí varias páginas sobre la modelo y fotógrafa Lee Miller, que vivió tres  años maravillosos de creación, pasión y celos con Man Ray. Lee Miller era una de las mujeres, más o menos conocidas, más bellas de su tiempo y tenía una relación muy especial  con su padre Theodore  Miller, gran aficionado a la fotografía.

Sé que me lío y que lo de la radio parece haber quedado en un segundo plano. Pues no. Las risas que más me gustan en la radio son las de Beatriz Pécker, Mara Torres y Gemma Nierga, que ha vuelto. Ya la  había oído vagamente estos días, pero ayer más y mejor. Cogí la entrevista completa de las 16.30 con Manolo García –soy un fan: no lo puedo evitar; el disco de él que más me gusta es “Astronomía razonable”, lo he oído más de cien veces. Seguro-.  García parece un tipo un poco seco, llegó un pelín tarde, ya lo esperaba creo que Mercedes, una fan absoluta en el estudio, fan casi inmemorial de Los Rápidos, Los Burros, El Último de la Fila o de él en solitario. García acaba de publicar una caja muy completa (“Singles, directos y sirocos”), una especie de siroco o barrunto de cantante que hace versiones distintas de las canciones, que disfruta de su oficio al máximo. Gemma Nierga, que tiene un increíble poder de comunicación y de seducción, que ríe como nadie, que te comes su risa por necesidad de contagio y por urgencia de felicidad a primera hora de la tarde, siempre tiene un as en la manga. Manolo García, que también es pintor y poeta, reproduce en el disco la carta que le mandó un seguidor al que en un concierto, tras una caída, le rompió sus frágiles gafas; el seguidor le cursó una carta para que se las pagase. Manolo lo hizo, y ayer Gemma lo convocó, y descubrió a un tipo agradecido y simpático, menos fan que su novia. Fue un momento maravilloso de radio, enriquecido además con la sinceridad del cantante, hace lo que sabe y punto, “no quiero hacer musicales”, dijo, y con algunos recuerdos de Javier Cansado, que acudió hace años a un concierto de James Taylor (juraría que dijeron James Taylor) cuando era crítico y recordaba que Manolo García hubo de levantar a un apático público que no conocía de nada a El Último de la Fila, que contaba con otro músico magnífico, Quimi Portet. García levantó al público con buenas canciones y con una presentación subida de tono. Eso dijo Cansado, que es un gran jugador a casi todo: a las palabras, a juegos imposibles de esto y aquello, y tiene en Luis Alegre a un seguidor enfervorizado: cuando éramos amigos y agotábamos la noche en su casa de Conde de Aranda ponía sus cintas, las cintas de Faemino y Cansado, con más afición que “El apartamento”. Gemma Nierga, que tiene también un candor donde se mezcla la curiosidad, la sofisticación y cierta inclinación espontánea al cotilleo, le pidió a Manolo que le cantase en italiano, como había hecho en un disco anterior, pero Manolo se negó dulcemente. Habría preferido irse a tomar un arrocito a Castellón…

Me habría quedado toda la tarde pegado a la radio. Me habría gustado ser entonces carpintero ebanista o pastor de vacas, que es lo que soñaba cuando era niño y escuchaba la radio, mientras mi corazón se deshacía bajo la lluvia de amor por una chiquilla de cuyo nombre ya no puedo acordarme. Aquella niña, más rubia que morena, se parecía a Lee Miller y era tan enigmática y desdeñosa como ella.

 

*Una de las más bellas fotos de Lee Miller que realizó Man Ray. Vivieron tres años juntos, ella apareció un día y le dijo que quería ser aprendiza, pero Man Ray, que se había trasladado a París siguiendo a Marcel Duchamp, le montó bonitas escenas de celos. Ella fue una importante fotógrafa, que captó por ejemplo el desembarco de Normandía. Después se casó con el coleccionista y experto en arte Roland Penrose, pero esa ya es otra historia.

 

2 comentarios

clara -

He encontrado esta página buscando información sobre Miller para mi blog, y me ha gustado mucho lo que he leido, GRACIAS. UN SALUDO.

gema -

kien es gemma