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Antón Castro

ENTREVISTA CON PARDEZA CON GONZÁLEZ RUANO AL FONDO

ENTREVISTA CON PARDEZA CON GONZÁLEZ RUANO AL FONDO

 

 

[Miguel Pardeza, en vísperas de coronarse de nuevo campeón de la Cora del Rey, ahora como Director Técnico del Real Zaragoza, sabe de mi pasión por González-Ruano y por las necrológicas. He escrito unas cuantas en “El día de Aragón”, “El Periódico” y “Heraldo”, y me deja el formidable trabajo de edición que ha hecho con las “Necrológicas 1925-1965” de César González-Ruano. Hace algún tiempo, cuando  publicó también en Mapfre su “Obra Periodística”, en dos volúmenes, conversamos en torno al escritor, que se hacía pasar por el  Marqués de Cagigal. Aquí está un extenso de la entrevista para ociosos o interesados].

 

-¿Qué le atrajo de César González-Ruano?

-Surgió por casualidad. El nombre surgió durante una charla con  los profesores Javier Barreiro y José Luis Calvo Carilla. Siempre me había gustado como escritor. Lo había leído con más agrado que con intensidad. Me di cuenta de que Ruano vivía en la más absoluta de las miserias: no había ningún estudio académico sobre él, hecha la salvedad de “La escritura perpetua” de Francisco Umbral.

 

 -¿Qué descubrió en él?

-Profusión y amor por la literatura. Se había dispersado de manera torrencial en más de ochenta libros de todos los géneros y en una ingente labor en la prensa escrita. Además, lo había abarcado todo: se inició en un modernismo tardío, estuvo en contacto con las vanguardias, vivió la Dictadura de Primo de Rivera (y luego la de Franco) y la Guerra Civil. Fue un testigo de primera mano de la historia de España. Ruano respira un amor por la literatura de primer término. Todo lo que hace o dice está marcado por lo literario: se intenta hacer pasar por aristócrata, su dandismo, su pose “freak”. Todo lo interpretaba bajo especie literaria.

 

-¿Por qué se decantó por su faceta periodística?
-Mi primer acercamiento en serio fue para intentar localizarlo en la historia de la literatura. Al analizar su obra escrita no podía pasar por alto su obra periodística. Es lo que ha quedado de él.

-Creo que un principio, tras las primeras calas, usted se había planteado estudiar su poesía.
-Lo que me atrajo, sí, fue su poesía. Es autor de veintitantos libros de poesía. Jamás perdió esa vocación. Siempre arrastró una frustración poética, porque no se pudo dedicar a ella en cuerpo y alma, pero creo que lo mejor define sus cualidades en la impregnación lírica que domina sus artículos. Empezó como poema neomodernista, pero luego tiene cosas sorprendentes como “Gesta nobiliaria del Pirineo en la guerra”, “Loa nobiliaria” y “Fervor de Bilbao”, influenciados por Ramón de Basterra. Fue un tardo modernista influenciado por Baudelaire y por la poesía arrabalera de Emilio Carrere.

-A Baudelaire le dedicó una biografía.
-Es cierto. Charles Baudelaire fue una referencia constante: un ejemplo, una presencia, el escritor a quien más admiró. Su biografía la redactó a la manera de Ramón Gómez de la Serna: en el fondo era también un autorretrato. Al escribirla también escribía su propia vida.

-¿Cuál fue su evolución lírica?
-Fue un ultraísta descreído. Guillermo de Torre lo obvia. “Viaducto” es ultraísta y a la vez una parodia del movimiento. Y luego está “La balada de Cherche-Midi”, un libro desgarrado, escrito con la técnica de la escritura automática. Es un libro descoyuntado y barroco, pero en cuanto a imágenes y metáfora, creo que es el mejor de los suyos.

-¿Qué valoración podemos hacer de sus novelas? Algunas son muy interesantes. Pienso en “Circe”, por ejemplo.
-Es una novela de 1935, donde ofrece ese personaje o ese complejo de Matías Pascal, el personaje de Luigi Pirandello, que llevó dentro. “Circe” fue una liberación por su exotismo, su exuberancia, su molicia, por su sensualidad. Es un libro desigual, pero bueno, con muchas referencias autobiográficas.

-Háblenos de “Manuel de Montparnasse”. ¿Estaba o no inspirada en el pintor aragonés Manuel Viola?
-Yo creo que sí. Es una novela un poco disparatada. Ruano no medía el tiempo ni el camino que iba a recorrer, ni se preocupaba por la estructura. Es directa, viva, fresca por la descripción de las situaciones. Creo que su mayor aportación es el impresionismo que utiliza en la descripción de personajes. Su novelista de referencia fue Somerset Maugham...

-Quien, por cierto, estuvo en Zaragoza y describe en sus “Diarios” una secuencia ante el Pilar.
-Es cierto. Estuvo aquí. Somerset Maugham quizá no de los mejores novelistas de su tiempo, pero abordaba asuntos que le interesaban mucho a Ruano: el concepto de sociedad internacional, tenía la obsesión por el gran mundo, el cosmopolitismo, el aristócrata en ruinas.

-Ruano también escribió relatos: “Dos cuentos italianos”...
-A mí me encantan sus relatos. Y más que ese texto que cita, hablaría de “El poder relativo” y “La vida de prisa”. Era un excelente cuentista. Son cuentos del gran mundo, del cosmpolitismo, de la bohemia, de los aristócratas arruinados, de la vida ociosa alrededor de los casinos y el juego; son buenísimos relatos de las sociedades holgazanas y decadentes.

-Demos un salto al periodismo, cuya edición usted ya iniciado con “Obra Periodística (1925-1936) (Mapfre, 2002). Empezó con catorce años en “La Defensa” de Sigüenza...
-César González-Ruano estudió Derecho y se licenció a duras penas. Sacó algunas asignaturas en Zaragoza. Y pronto se inclinó por el periodismo, creo que como sustento de vida. En sus inicios, intentaba hacerse pasar por Marqués de Cagigal. Ruano opta por el periodismo por dos razones: porque buscaba un medio de vida, insisto, y por afanarse la fama, algo que siempre le preocupó mucho. Había realizado sus primeras tentabais en “El debate” o “La Libertad”, pero puede decirse que empieza en “La Nación”, donde estuvo un par de meses y hacía reseñas de la literatura francesa. Luego pasó a “La época”, donde hizo sobre todo reseñas de literatura francesa y española. Ingresó en “Heraldo de Madrid” y allí ya nos encontramos con el anticipo del periodista total que iba a ser. Hico crónicas, reportajes, entrevistas, artículos.

-Escribió en casi todos los medios de la época. Vamos a intentar desmenuzar sus cualidades y sus puntos de vista por género. ¿Cómo eran sus entrevistas?
-Su mejor cualidad es que captaba al personaje tal como era. Le dejaba hablar y hablar, y en ocasiones incluso le quitaba las preguntas y dejaba unos puntos suspensivos. Eso me parece muy original. El personaje trazaba así un autorretrato. Hizo muchas en la primera época y menos en la posguerra. Algunas fueron recogidas en un volumen estupendo: “Las palabras quedan”, reeditado por Mapfre recientemente.

-¿Cómo definiríamos sus crónicas?
-Tenía la intención de captar un clima y de dar una visión personal. Ruano tenía la certidumbre de que lo universal es lo personal; pensaba que para que un tema interese hay que partir de uno mismo. Los directores le decían una y otra vez que se dejase de literatura y de subjetividad, pero él parecía tenerlo claro: lo más general es lo subjetivo.

-Francisco Umbral, su discípulo más reconocido (a lo mejor también podríamos hablar de Manuel Alcántara), dice que un artículo se escribe con dos ideas y un buen envoltorio de prosa. ¿Qué pensaba Ruano?
-Para él un artículo se parecía a un soneto. Sólo cabía una idea y a veces ninguna. El artículo era pura divagación. A él lo que le sobraba precisamente era la anécdota, y si seguía haciendo referencia a ella era por un prejuicio de sus comienzos, por tantas recriminaciones que recibía de los directores. Siempre se quejó de la obligación de referirse a la anécdota, a lo inmediato, a la noticia. Buscaba lo intemporal dentro de lo circunstancial. Yo creo que esta actitud, esta aspiración a la abstracción anuncia la poesía. Y dos ejemplos buenos serían los artículos “Pequeña vida de Miguel”, extraordinario, y “Señora, ¿se le ha perdido a usted un niño?”, por el cual recibió el Premio Mariano de Cavia en 1932.

-También sorprenden sus temas: opta por la inadvertido, por lo secundario en apariencia...
-En el artículo, Ruano practica la estética de la nimiedad. Eso, en realidad, no fue una idea suya, sino que ya venía de las vanguardias y de Ramón Gómez de la Serna. Piense en libros como “Goyerías” o “El rastro”, la atracción por los objetos y la estilización poética en la forma de presentarlos.

-¿Y el reportaje, cómo lo abordaba?
-Creo que, ante el reportaje, se sentía más periodista que nunca en el sentido puro del término. Intentaba captar la vida en marcha, mostrando la realidad tal cual se presentaba. Piense que en aquel momento no se tenía muy claro donde empezaba la crónica y el reportaje o viceversa.

-Por cierto, en “Obra Periodística, 1925-1936”, recoge un texto que publicó en “Crónica” en diciembre de 1992, “Vida, fisionomía y alma de la ciudad de Zaragoza”, que podría ser un ejemplo de ello. Habla de tiendas, de cafés como el “Ambos Mundos” y de la jota. Dice: “La noche es la jota. El alma de la jota. El corazón en los labios. La jota en su casa”.
-Ruano conocía bien Zaragoza. Le gustaban las experiencias canallas, a la manera de Oscar Wilde, del que también redactó una biografía. Buscaba el decadentismo y la bohemia de la ciudad, y captó muy bien la sociedad zaragozana. Tenía un ojo sutil, preciso y perspicaz.

-También reproduce usted una entrevista con la madre del fusilado Fermín Galán.
-En ese periodo, tras “La sublevación de Jaca”, se creía republicano. En ese momento, los intelectuales estaban con la República. Creo que es una entrevista sentida. La gran virtud de Ruano es que parecía que sentía todo aquello que escribía. Luego fue un feroz republicano.

-Y se marchó como corresponsal de “Abc” a Berlín.
-Sí, y se aburrió solemnemente, algo que explica muy bien en su diario. Un corresponsal no podía sentir lo que sentía un escritor.

-El 18 de julio, en Vilefrancche, celebra con Raquel Meller la sublevación militar contra la II República.
-Él estaba en Italia y Raquel Meller lo invitó a su casa francesa. Al enterarse de la rebelión, Meller, que era de Tarazona, bajó a la bodega, cogió el mejor cava y bebieron. Luego, Ruano escribió en “Mi medio siglo se confiesa a medias” (1951): “Raquel Meller  mandó subir de sus bodegas lo mejor que tenía: champañas ilustres, venerables coñacs... Y nos mareamos de alcohol, de patria, de nostalgia y de incertidumbre”.

-Después de recordar esta anécdota, sorprende mucho leer en su prólogo que “Ruano no era franquista”.
-No lo era. Políticamente no lo era. Ruano era un anarquista de derechas. Nunca tuvo conciencia ni sentimiento político. Es cierto que fue, tras su regreso del extranjero, un adaptado al régimen, vivió de lo que pudo y seguía teniendo una gran nostalgia de otros tiempos. Pero a mí me parece muy significativo de lo poco que habla de Franco en sus diarios desde 1943. Cuando Taurus publica su “Diario íntimo” (1970) completo –Ruano, nacido en Madrid en 1903, había muerto en 1965), sólo hay dos frases sobre él. Una dice: “El Generalísimo se fue de vacaciones”, y la otra: “El Generalísimo volvió de vacaciones”. No le tenía mucha simpatía. Era monárquico.


-Díganos, ¿es cierto o no que vendía en París, durante la ocupación nazi, pasaportes falsos a los judíos?
-No puedo decirlo. No hay pruebas de eso. En París se dedicó a la venta de antigüedades y de obras de arte. Si lo hizo, creo que fue modo ocasional. No está claro que lo encarcelasen por eso. Ese episodio dio lugar a su poemario “Balada de Cherche-Midi”, donde tenía muy presente “La balada de la cárcel de Reading” de Oscar Wilde.

-También se habla de su afición a prácticas sexuales extrañas, como el “voyeurismo” con su propia esposa. En “Las máscaras del héroe”, Juan Manuel de Prada es bastante explícito. ¿Sabe algo de esto?
-Tenía una personalidad bastante conflictiva. Pero tampoco tenemos testimonios. En cualquier no me parece demasiado elegante hablar de esos asuntos y no lo hecho. Tiene un poema “Antinoo” donde habla de este tipo de cosas. En cualquier, a González-Ruano, por lo que respecta a su consideración literaria, hay que aplicarle aquello que decía Jacinto Benavente: “En España se habla bien del mérito sin éxito o del éxito sin mérito”. Ruano, como periodista, tuvo éxito y mérito.

 

*La foto es de Azorín y César González-Ruano.

 

1 comentario

MARIA DEL MAR -

Alguien sabe donde se puede comprar el libro¿?