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Antón Castro

EL RECTÁNGULO DE LA POESÍA: PACO URIZ

EL RECTÁNGULO DE LA POESÍA: PACO URIZ

Un balón de goma, la nieve y el gol: poesía de fútbol

 Hace días que quería hablar de un libro, “Un rectángulo de hierba” de Paco Uriz (Zaragoza, 1932), poeta, traductor y cómplice permanente del político asesinado Olof Palme y Artur Lundkvist, el hombre que impulsó el Premio Nobel para Neruda, Vicente Aleixandre, Octavio Paz o Cela, entre otros. Se trata de un poemario de algo más de 80 páginas, publicado por la editorial aragonesa Libros del Innombrable en 2002, que explica la fascinación que siente el autor y mucha gente por el fútbol. En la niñez, en aquellos campos sin postes, el fútbol era como una revelación: “Lo esencial era el balón”, dice, y explica que jugaba en casa, con pelotas de goma, en la plaza de los Sitios, en uno de los tres campos de los Escolapios, y evoca un imborrable día de nieve. También recuerda cuando los curas llevaban a todos los niños a los campos de la Química, detrás de la Aljafería, y allí elegían a dos equipos con los once mejores. Los que no eran seleccionados para el juego, que encarnaba “la sal de la vida”, percibían las primeras frustraciones. En aquellos choques, “lo importante era ganar. Lo de participar, para los marqueses”.        

Paco Uriz habla del campo, ese escenario de todas las quimeras. “Era la alfombra mágica que hacía volar mis sueños”. Habla del gol: “Si el gol provoca tal felicidad, // ¿no sería mejor meter muchos?”. Se detiene en otras estampas: en los jugadores que salen del túnel, en el ritual de las fotografías, en la moneda al aire y en la puesta de la pelota en movimiento. Todo ello, antes de que llegase la televisión, lo vivía especialmente en el campo de Torrero, donde vio jugar a Di Stéfano o Ben Barek, al que le dedica un poema.         

La pasión por el fútbol era absoluta: los mejores amigos eran aquellos que tenían balón. Se conjugaban los verbos de una manera muy divertida: “Yo soy Zarra, tú eres Ramallets, él es Gainza”. Se aprendían los poemas dedicados a los grandes héroes, desde Zamora (“Zamora era // grueso jersey de cuello alto, toscas  rodilleras, // botas rigurosas, gorra visera // un león”, así lo define Uriz) a Platko, y se recuerdan esos inolvidables momentos de la leyenda: la final de Maracaná de 1950, cuando el “negro” Obdulio Varela frenaba a las figuras brasileñas y le daba  la vuelta al gol de Friaça. Describe la grandeza inútil de los húngaros de 1954. “Aprendimos de su desgracia que // nunca se debe jugar con diez y una estrella lesionada”.

         El autor establece un paralelismo entre su biografía, la afición por el deporte y la política española, tan inseparable del juego. Por eso glosa la final de la Eurocopa-1964, cuando España  venció a Rusia con “la histórica cabeza de Marcelino”, y analiza el ímpetu y la locura de los hinchas, que se apiñaban de puntillas para ver a los jugadores. Recrea ese instante decisivo en que el portero y el delantero se lo juegan casi todo en un penalti. El genio del balompié es “Maradona, el camino más bello entre dos puntos”. Y el jugador argentino también le invita a preguntarse: “Quién es el Maradona de la poesía”. Paco Uriz parece tenerlo claro: “El providencial cabezazo de Marcelino, // ¿no desató tanto entusiasmo como el estreno del ‘Marat-Sade’ de Marsillach?”. Pregunta retórica, claro: desató mucho más. Y afirma: “Carlos Lapetra no fue menos importante // que Ramón Sender”. Este libro, sencillo y directo, del que se entiende todo, puede ser la compañía ideal, de bolsillo, para esta apasionante semana en que Europa pugna, de nuevo, por el título. El autor me ha dicho que tiene muchos, muchos ejemplares todavía.

*Ghiggia acaba de marcar el gol de la victoria de Uruguay sobre Argentina. El arquero Moacyr Barbosa se convertía en "o goleiro maldito". 199.854 espectadores contemplaron el triunfo charrúa. Por cierto, Francisco J. Uriz, premio Nacional de Traducción, traductor de Gunnar Ekeloff Ingmar Bergman, acaba de publicar sus memorias: "Pasó lo que recuerdas" (Biblioteca Aragonesa de Cultura).

2 comentarios

ramon -

Nunca se olvida el primer partido jugado con nieve, cuando los copos más presurosos se posan en los dominios del centrocampista y convierten toda coz en un ballet mullido, ni tampoco la humillación de ser elegido el último para un partido en un descampado donde hasta el gordo de la pandilla es un portero en cierto modo considerado.

Raúl -

Gracias Antón por tu nota de este libro de la editorial.
Abrazos y buen verano