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Antón Castro

CORRELIMOS: EL TIEMPO Y EL PÁJARO

CORRELIMOS: EL TIEMPO Y EL PÁJARO

Juraría que fue en agosto y en Molinos (Teruel). Hice lo que hago siempre ahí: subo a la gran explanada de la iglesia, abierta a todas las luces, abierta a las cañadas y a los abismos y envuelta en un olor a olivera. Luego, me acerqué al estudio de Ely M. Algás, y con ella fui a ver la primera muestra de Correlimos: catorce ceramistas, muy distintos entre sí, que miraban de reojo, y también de frente, a la tradición. Catorce ceramistas que exaltaban su pasión por el barro desde la modernidad, desde una creatividad constante y sin resquicios. La muestra ofrecía un vasto abanico de poéticas: la apuesta por el volumen mediante el pellizco o la caricia; la puesta en escena con diversas técnicas; el trabajo conceptual con elementos decorativos; la orientación escultórica y aún arquitectónica. Y por supuesto la inclinación al clasicismo. La muestra suponía el nacimiento de un nuevo colectivo que, de algún modo, recogía el testigo de los legendarios artesanos del Maestrazgo y de Aragón, pero también abrazaba el espíritu de los alfareros mudéjares.        

Me intrigó el nombre del grupo: Correlimos. Como ese pájaro menudo, aficionado al agua dulce, que vuela y sobrevuela con elegancia en América y Asia. Uno de sus ecosistemas predilectos es el limo: la tierra fecundada y delgada, la huella delicada que deja el tránsito del agua en la tierra, la matriz del mundo. Pero además vi que el grupo también quería unir el limo, esa materia esencial y finísima, con la idea de movimiento, de desplazamiento en el tiempo, de evolución. Correlimos nacía en libertad para crear y creer, investigar, afirmar los hallazgos, alimentar los sueños y redondear una tarea, una forma de estar en el universo con la cerámica y desde la cerámica.         

La cerámica es un diálogo con la tierra, un retorno a la raíz. La cerámica es un oficio y un empeño de la imaginación. La cerámica encarna el poder de la mano y sus hechizos, la energía telúrica de la creación, y es una perpetua y remota aspiración a la belleza. Vencida la estricta utilidad de antaño, ahora Correlimos busca la sensualidad, el concepto, el equilibrio, la pureza, la rotundidad, sustantivos que bien amasados con el barro, el agua y el fuego desembocan en nada más y nada menos que en un ejercicio de plenitud, en un arte que quiere ser mayor y netamente contemporáneo.

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