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Antón Castro

VIAJE DE IDA Y VUELTA A MONZÓN

VIAJE DE IDA Y VUELTA A MONZÓN

Hacía algunos años que no iba a la Feria del Libro de Monzón. Tal vez dos o tres. Es un lugar al que siempre me gusta ir porque es una pequeña fiesta, sostenida en el tiempo, olvidada durante años por la política oficial y recuperada ahora, aunque tampoco sin grandes aspavientos. Domina la ilusión y el voluntarismo, y quizá no habría estado mal un poco de reflexión. Habría que repensarla para mejorarla desde el absoluto respeto, desde la idea de que ha sido y es un éxito, pero aún así, ahí está, ofreciendo novedades, alegría, variedad, recomenzando como el mar año tras año. 

Desde que se ha ido Chorche Paniello no conozco a los responsables de la Feria, pero como es un lugar lleno de amigos y de agitación, allá me fui. Iba a ir de pasajero de uno de los conductores que más kilómetros llevan sobre su piel: el pintor y escritor Pepe Cerdá.
 Lo encontré en su casa de Villamayor ultimando algunos paisajes: carreteras, visiones nocturnas, montañas y celajes y flores. Cerdá ha vuelto a coger el pincel y alterna el cuadro grande con el formato pequeño, más íntimo. Su taller es un torbellino de objetos, de fotos, de cuadros: la bisutería sentimental que conforma el universo cotidiano de un artista. En el bajo posee un taller de ebanista o de milmañas donde hay cientos de piezas. Estos días, como si quisiera recuperar aquellos tiempos en que pintaba caballitos de feria, recupera y tornea y pulimenta a un alazán de madera, que, cuando las estrellas puras gobiernen las noche, “se echará a andar”. Pepe ha ordenado la biblioteca, ha construido nuevas estanterías, ha vuelto más acogedora su casa. La suya y la de Ana. Me  enseña algunos de sus libros de Franco, otros de Sorolla, que es el pintor al cual querría parecerse. Ana Bendicho, la diseñadora, esa mujer morena de agua y fuego, prepara una comida rápida. A Pepe le esperan en Huesca para firmar unas invitaciones de Navidad. Tomamos café con Ramón Justes, siempre tan cordial; su vida tiene algo de sinvivir desde la calma y una paciencia llena de somardería y de lucidez. Pepe se encuentra con el herrero de su niñez y éste le dice: “Pero si eres Pepito, Pepito Cerdá. No estaba seguro de que fueras tú”. Tras la efusividad del gozoso reencuentro, el otro le suministra una información primordial: “Tras veintidós años de matrimonio, me he separado. Tengo un hijo de veinte. Me he ido con una rumana joven y estoy estupendamente”. 

Hablamos de todo en el coche. Pepe nos apremiaba para que sacásemos fotos: de la Peña del Gratal, del castillo de Montearagón, de una luz cárdena que se esparcía con masas de nubes en las Tres Sorores. Y nos advertía que algunos tonos rojizos o rosados, de cuento oriental, no pueden ser registrados por la cámara digital. Cada vez más es un coleccionista de crepúsculos y de instantes únicos.  En la Feria, bajo el tótem de la Chimenea, Pepe se comportó como un escritor legítimo: Javier Tomeo, que presentó y agotó los ejemplares de “La noche del lobo” (Anagrama),  dejó de firmar y de dibujar sus monstruos amables, y ahí empezó la gran tarde de Pepe Cerdá. Estaba en la sala de abajo, pero no se encogió: el estand de la Fundación Alcort empezó a llenarse de amigos, admiradores, lectores, y firmó alrededor de 30 libros. O quizá fueran más. Firmó y realizó dibujos espléndidos de caballos, paisajes, elefantes, con esa facilidad que el cielo le dio. Antes de contemplar ese espectáculo, la facilidad de la habilidad tan trabajada, di una vuelta por la planta superior: Xordica presentaba los espléndidos “Apuntamientos de Félix de Azara”, que leí esta misma noche, pintado por Cano, y presentaba “Dirección noche” de Cristina Grande, un libro que ha recibido elogios por doquier; Alberto Cirac Tinaja me dio el libro de sus tiras cómicas; Chusé Aragüés acaba de publicar un nuevo título de Chusé Inazio Nabarro; Tropo Editores presentaba tres libros con sus tres directores: Mario de los Santos, el indomable trabajador Óscar Sipán y el gallego que está a punto de conquistar Aragón y Zaragoza, Amadeo Cobas; Trinidad Ruiz-Marcellán mostraba su fondo editorial y tuvo el detalle de seducir a cuatro lectores a los que hube de firmarles con sumo gusto “Los pasajeros del estío”; Antonio Pérez Lasheras miraba la caseta de Prensas Universitarias de Zaragoza, donde está haciendo una espléndida labor. También vi a José Luis Añaños (Pirineo; anda un poco en retirada porque cree que se está agotando el libro aragonés, que hay que abrir nuevas vetas), Luis Ángel Blasco (Unaluna; estaba con uno de sus autores talismán: Eladio Romero), José Luis Delgado (Delsán; intenta saborear el éxito de “Milenio de pasión”), Carlos Serrano (Rolde; sospecha que la revista “Rolde” no estará a punto para la inauguración de una exposición de Arte Joven que va a realizarse en Binéfar dentro de unos días), Fernando Jiménez Ocaña (Onagro), Nacho Escuin (editor de Eclipsados, flanqueado por su musa, la poeta y narradora Almudena Vidorreta, chica “Elle” de diciembre junto a Brenda Ascoz, Yolanda Castaño o Elena Medel, entre otros), había muchos más, sin duda. Tras tomar algunas sidras con Félix Romeo, Ismael Grasa, Cristina Grande, Alberto Cirac, Antonio Pérez, Ana Bendicho y otros amigos, recibí una llamada de Cerdá. Un señor quería que le firmase un libro.  

Aparecieron Manuel y Germán, ambos residentes en Binaced, buenos seguidores del Real Zaragoza, que querían que les dedicase “Golpes de mar”. Había llevado algunos ejemplares. Fueron muy amables: me dijeron que seguían con cariño “Artes & Letras” y “Borradores”, que a veces hasta se asomaban al blog, “aunque nunca dejamos comentarios”, explicó Manuel, “algún día me voy a atrever a hacerlo”... Se notaba que estaban muy puestos. Mientras, Pepe Cerdá dibujaba su libro y ese estupendo catálogo de paisajes de Anciles, que realizó con Ismael  Grasa, Carlos Castán y Luis Pita.


En ésas andábamos, hablando de esto y de aquello, evaluando la vida cultural de Aragón, y asombrados de la inmensa eficacia y mano izquierda de Nieves, la responsable de la caseta de la Fundación Alcort (también aparecieron por allí José María  y Cristina Córdoba) cuando apareció Miguel Ángel Clemente, uno de los grandes coleccionistas del Real Zaragoza. Él y su hermano Javier, que no estaba, poseen un auténtico tesoro de objetos, de carteles, de fotos, camisetas, de recuerdos, de pósters en Monzón. Allí al lado mismo. Nunca había visto nada igual: un cariño tan intenso y constante a lo largo del tiempo hacia un club que se manifiesta en multitud de detalles: camisetas firmadas, visitas al Museo, páginas remotas aparecidas en Marca, y otros medios, y esa pasión de archivar día a día, ordenado y recortado, todo cuando aparece sobre el Real Zaragoza. Recitamos alineaciones, vimos futbolistas, cromos, cajas de cerillas, jugamos a las adivinanzas, a qué no sabes quién es éste (Jugo, Estiragués, Tejedor, Sobradero, Vila, Belló I y Belló II, Lasheras, Bastos, Soto..., el gran Seminario, qué jugador tan extraordinario, dijo Miguel Ángel), y yo me sentía tan cautivado como preocupado. Miguel Ángel había quedado a cenar con su esposa María Jesús y con unos amigos. Y nos dieron las diez. Yo había perdido la actuación de Ángel Petisme que cantó varias canciones de sus “Éxitos secretos” (esta semana Ramón Acín lo invita al ciclo “Invitación a la lectura”), pero estaba fascinado, María Jesús acumulaba un poco de hambre, “estoy acostumbrada. Esto es para él la felicidad y su mejor alimento. Hoy ya ha cenado en abundancia”, dijo, y Miguel Ángel me enseñaba  más cosas. Está haciendo en forja el campo de fútbol de La Romareda a escala reducida: durante varios domingos ha llevado la cinta métrica y así ha ido midiendo aquí y allá para hacer con absoluta precisión.  Pensé en Pepe Melero (mientras redacto esta nota se consuma la victoria del Real Zaragoza en Santander)

         Oí el último balbuceo de Petisme. Estaba con Miki, esa mujer de piedra y bosque que nació en Ponteceso, a puro golpe de mar y de río. Hablé con Roberto Serrano, el cantante y líder de la Orquestina del Fabirol. Luego hubo cena entre amigos –se sumaron los pianistas José Enrique y Juan Fernando Moreno Gistaín, con sus bellas novias Beatriz y Sara-, Elizabeth Hernández y Llibert animaron la velada... Y ya era la hora de regresar. Era más de la una de la mañana. Pepe Cerdá parecía algo cansado. No le dejé dormir ni un instante: inventaba palabras y gestos y tonos contra la fatiga y los rastros de un vino bien administrado, aunque yo también tenía mucho sueño. Ana soñaba con sus memorias (quizá las titule: “Yo disfruto siempre”, tal como le sugirió Félix durante la cena), arrebujada en el asiento de atrás. Vimos un jabalí, que cruzó la carretera, una estrella fugaz, que se desplomó en los matorrales, temimos quedarnos en el camino porque el depósito consumió toda la gasolina... “No sería la primera vez”, oí decirle al autor de “Pintor, pinta y calla”. 

Pepe tuvo la gentileza de dejarme en casa. A  modo de resumen, con ironía y un punto de reproche, dijo: “Te viniste a vivir aquí para estar más céntrico, claro”. Miré las luces del aeropuerto, el albérchigo sin hojas, el  cielo casi espectral. Parecía una noche de lobos. Me dormí leyendo el libro de Félix de Azara (Xordica) de Cano. Otro libro maravilloso de Cano.

[La foto es el famoso cuadro de Francisco de Goya de Félix de Azara (1742-1821)].

7 comentarios

Montisonense -

Gracias a todos los que nos visitasteis y gracias por hacernos sentir importantes por un momento. No siempre se leen cosas tan entrañables en algo que vives tan de cerca. Aclarar que, aunque es cierto que la Feria se costea con dinero público, el mayor peso recae en el Ayto. de Monzón. En cuanto a lo de sectaria no es cierto, es una feria absolutamente abierta y libre. La explicación a muchas carencias está en la distancia que nos separa de Zaragoza y como es fácil de imaginar no solo me refiero a Kms., también me refiero a medios de comunicación, a instituciones, a Cajas con “ Obra Social”, a número de habitantes… la lista es inagotable. Intentaremos seguir inventando excusas ( Arteria en Abril, Replega en Septiembre, Libro en Diciembre…) para tener el placer de poder leer relatos personales tan bien escritos y que la distancia (…) por unas horas, se acorte.

Todo vale -

Todo vale.

Anónimo -

Con todas las ausencias que el propio José M. Gómez señala, está claro que esa feria no es rigurosa ni objetiva. Puede que no sea sectaria, pero duele que con dinero público se subvencione actividades que no son representativas del quehacer de los creadores aragoneses.

Fernando -

Aparte del propio asunto del viaje, la Feria de Monzón, es una delicia leerte y me quedo con la frase de Ana para sus memorias : "Yo disfruto siempre". un abrazo

José Maria Gomez -

A R.M. ¿Sectaria? ¿Hacia quién?

De la gente que ha publicado libros este año faltaban, entre otros, Ana María Navales, Lorenzo Mediano, Ramón Acín, Fernando Lalana, Manuel Vilas, José María Conget, Chusé Inazio Nabarro, José Luis Rodríguez, Magdalena Lasala, José Luis Corral, Miguel Mena, Miguel Ángel Ortiz, Eduardo Abadía..., Daniel Nesquens, Elisa Arguilé, José Luis Cano, Isidro Ferrer, David Lozano, José Luis Melero, el escritor del blog

Da la sensación que los olvidados son tantos y tan diferentes (y no cito a otros ausentes como Mainer, Conget, Puértolas, Pisón, Tello, Grasa, Barreiro...) que no me resulta facil entender el secatarismo. ¿Quién es sectario y hacia qué grupos o colectivos?

Firmaron muchos de la Asociación de Escritores, estuvo Acín, cantó Petisme, a Prensas Universitarias la mandaron abajo...

¿Será sectarismo, ignorancia o que no se llega a todo simplemente?



Luisa -

Después de este relato tan vivaz y rico de lo acontecido en torno a la Feria de Monzón, siento realmente no haber podido ir hoy, como tenía previsto. Otro año será. Me alegro de que lo pasarais ayer tan bien.
Un abrazo-

R..M. -

En esa feria hay inexplicables ausencias de escritores aragoneses de relieve. Parece una feria sectaria, lo cual casa mal con el hecho de que sea una feria pagada con el dinero de todos.