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Antón Castro

ACERCA DE PABLO NERUDA: RECUERDOS Y DISIDENCIAS

ACERCA DE PABLO NERUDA: RECUERDOS Y DISIDENCIAS

[Querida Magda de México, aragonesa espiritual en el exilio: Leo tu nota sobre su relación de amor y desamor con Pablo Neruda, más de desamor en realidad, y te contesto de varias formas, si no te molesta. De joven, soñé con Albertina Rosa, la mujer que le inspiró “Veinte poemas de amor…”, quedé perturbado con una relación amorosa, clandestina, en el pajar una noche, y me conmovió durante años “Residencia en la tierra”. Luego, es un poeta que me parece irregular, desigual, un poeta del exceso, del que me interesa la poética de los objetos, la mirada cotidiana… y algunos poemas casi épicos como “Fulgor y muerte de Joaquín Murieta”. En el libro “Golpes de mar” (Destino, 2006), que saldrá la próxima semana hacia tu casa, me he quedado sin ningún ejemplar, hay un cuento donde se cuenta esta historia en el relato “Dos tardes con Beatriz de Sousa”, dedicado al escritor Enrique Vila-Matas, felizmente retornado a la vida y a la escritura tras una época muy dura. Te selecciono este fragmento, Magda Días Morales, aragonesa de México, uno de mis favoritos del libro.]  

Beatriz de Sousa me pidió mis poemas y le dejé una carpeta entera, de la que extraje todas aquellas composiciones donde apareciese su nombre o cualquier referencia explícita a su persona. Tardó una semana en devolvérmelos. Sólo me dijo: “Me gustan, pero he visto que no eres feliz”. “Bueno, eso ya lo sabías”. Insistió: claro, que lo sabía, que lo habíamos hablado, pero no es lo mismo, ese dolor, me ha perturbado eso que haces algunas tardes de domingo antes de marchar a las playas: te metes debajo de la cama con el cuchillo de matarife de tu padre para cometer una locura. Y de inmediato agregaba con una voz protectora, casi maternal: “Qué haríamos si no tuviéramos la vida. Dime, Eduardo, ¿de qué nos sirve la muerte?”. No supe qué responderle, y aún me alivió más cuando me dijo que al día siguiente avisaría en casa de que volvería tarde, en el autobús de las ocho, y que en esas casi tres horas que nos quedaban nos iríamos al mar de Valcobo y de Marburgo.

         La propuesta me sorprendió y me llenó de felicidad. Por la noche, la ansiedad no me dejó dormir y no hice otra cosa que imaginar una y otra vez cómo iba a ser el paseo, de qué podríamos hablar o cómo debería comportarme. Con su naturalidad habitual, por la mañana me dijo: “Hemos quedado esta tarde”. Aquel día fui a la biblioteca y descubrí que había discos de poesía y que incluso se contemplaba el préstamo de un aparato reproductor. No recuerdo ahora si el tocadiscos -en casa no teníamos- era de la biblioteca o del colegio al que pertenecíamos los mediopensionistas, pero sí recuerdo con total nitidez que me lo prestaron con un disco de Pablo Neruda, donde él mismo recitaba sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

         Antes de ir a la costa, fuimos a mi domicilio, conecté el tocadiscos y oímos aquella voz arrastrada y nostálgica, aquel obstinado lamento de amor y pérdida del escritor chileno. Miraba a Beatriz, me asomaba a sus ojos y yo me sentía el poeta de la lenta voz que canta a su enamorada presente. Ella sonreía y me devolvió a la realidad que nos había reunido: “Ya está bien de provocar lástima. Tenemos que ir al mar o perderé el coche”. Partimos hacia las playas por la carretera de Caión, y apenas tardamos en llegar, quizá veinte minutos. Excitado por Neruda y el descubrimiento del tocadiscos, me di cuenta de que había malgastado más de una hora y que apenas nos quedaba otra para caminar por la arena. Comenzaba la primavera: Beatriz se quitó los coreanos que llevaba y recorrimos Valcobo y Marburgo de extremo a extremo; de repente dijo: “¿Hay confianza, no?”. Dije que claro que sí, que la había. Se desvistió hasta quedarse en ropa interior y se metió en el mar. Yo estaba turulato: atardecía sobre el mundo y las playas, el aire era frío, y mis pupilas se habían agigantado de estupor, de curiosidad y de deseo. Sin embargo, nada de eso le importó a Beatriz. Se metió en el agua -nunca olvidaré su silueta encerrada en una braga y un sujetador blancos; nunca olvidaré sus pasos atropellados de ninfa del crepúsculo, su piel contundente, la armazón incontestable de sus muslos-, chapoteó y agitó sus manos en el aire llamándome. Apenas tuve tiempo a desvestirme, tampoco me hubiera atrevido; tiritando vino corriendo hasta su ropa, me dijo que me diera la vuelta, y lo hice. En un brevísimo lapso en que me temblaba hasta el alma, percibí cómo se despojada de la ropa mojada y cómo se ponía el pantalón negro de pana, la blusa y la chaqueta, percibí ese movimiento excitante y animé en mi cerebro la ceremonia: puse tamaño y turgencia a sus pechos, imaginé el color del pelo de su pubis, la rizada sombra de la entrepierna, el olor salobre e intenso de la carne, de la piel de gallina contra la heladora brisa del océano, imaginé la piel desnuda y sin ropa interior contra la pana. Dijo mientras arrugaba su ropa interior: “Me gusta nadar, pero lo que más me gusta es entrar en el mar y mear en el agua”.

*La foto, "Sin título", es de Lola Álvarez Bravo.

 

 

5 comentarios

Carlos -

hay un documento interesante que habla sobres su vida.
http://www.portalmundos.com/mundoliteratura/escritores/pabloneruda.htm

vila-matas -

Me encantó el cuento, Antón.

Enrique

Fernando -

Como no quiero parecer el guardián justiciero de Neruda, yo pienso que cada uno se deja arrastrar por las palabras que más llegan a sus sentimientos y sí aveces Neruda es sobre todo desmesurado y potencialmente un torrente.
Dice Luisa que puede que sufriera sinestesia la cual produce esas imagenes tan impactantes..yo me siento subyugado por como el amante habla del amor y de la amada y las tonalidades cromáticas de la luz y de la sombra...entre otras cosas...pero hay muchos más poetas que saben y pueden emocionarme...un abrazo desmesurado para los dos por este momento hermoso, casi de café, para poder hablar de poesía..

Magda -

Si, Antón, yo también de jovencita soñé con esos amores entre PN y RA a través de “Veinte poemas de amor…”, me imaginaba ahi a PN en el mar, al pie de su barca escribiendo estos poemas... La relación clandestina me fascinaba porque construía historias en mi imaginación. Un libro, el que más me gusta de PN es "Cartas de amor a Rosa Albertina", es hermoso. Pero al correr del tiempo, aunque esto que te comento lo llevo guardado, algo cambió en mi respecto a la poesía de PN y me cansó, me parecía dulzón hasta escoriarme. Lo he analizado y pienso que cuando leí a Jaime Sabines éste me atrapó, para mi mejor poeta que PN (no por ser mexicano, obviamente) pero con mucho, mucho, mucho menos publicidad para su obra, su persona, su política, etc., todo lo que PN tuvo a raudales. Precisamente esa mirada cotidiana que posee JS es una maravilla. Pero bueno, no es cosa de compararlos, por supuesto.

En este análisis que te comento descubrí también que cai en las redes de los poemas de un Bataille, de los poemas eróticos de Delmira Agustini, de la poesía de Efrén Rebolledo (por cierto, totalmente carente de publicidad, casi es desconocido), sus poemas guardados en "Caro Vitrix" son excelentes; y ya ni se diga los poemas de Juan de la Cruz y de Sor Juana... En fin, parece ser que me fui del lado de aquellos poemas cuyo silencio es más fuerte que su decir. Probablemente me hace falta releer a Neruda y verlo desde aquí y ahora.

Qué hermoso fragmento, Antón, gracias por acordarte de mi y enviarme tu libro, ya quiero leerlo y este cuento lo leeré con especial miramiento.

La fotografía de la tapatía y gran amiga de Frida Kahlo Lola Álvarez Bravo, es preciosa. Una gran artista.

Un abrazo para ti.

Fernando -

Este cuento es de los más hermosos...y en la foto..casi veo la sombra de los delfines..;)