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Antón Castro

MUJERES/ 1: ALTAMIRA GONZALO

MUJERES/ 1: ALTAMIRA GONZALO

Hace algún tiempo, algunos meses, conversé con esta mujer extraordinaria: Altamira Gonzalo. Siempre está de actualidad. Es una activista de los derechos humanos y de la dignidad.]

-¿Qué se le había perdido a usted en Derecho?

-Me obligó mi padre a estudiar esa carrera. Pero luego me gustó mucho, porque yo creo que el Derecho es la vida misma. Intenta resolver los problemas de la vida cotidiana. Vine a Zaragoza, hice la carrera y siempre tuve claro que quería ejercer mi profesión. El Derecho Civil me parecía muy bonito. Tengo magníficos recuerdos de Lacruz Bermejo: él nos descubrió un mundo nuevo, vivía sus clases con auténtica pasión. Y también conservo magníficos recuerdos del catedrático de Derecho Laboral Juan Ribero.  

-¿Qué hizo luego?
-Me casé en cuarto y me fui a París con mi marido, que iba a realizar su especialidad de Medicina. Cursé quinto por libre y vine a examinarme. Luego hice Derecho Laboral en La Sorbona. Hacia 1973 él encontró un trabajo, y nos trasladamos a Madrid. Hice la pasantía en un despacho vinculado con gente de Zaragoza, y me independicé poco después. Tras aquella convulsión enorme de la Transición, me reciclé en Derecho de Familia. Siempre me han interesado los derechos de los trabajadores. 

-Usted se hizo famosa porque envió a un hombre por impago de pensiones.
-Fue un asunto polémico, algunos decían que aquello era como la prisión por deudas, pero yo siempre he pensado que el bien jurídico aquí consistía en la situación de necesidad de la familia, en la protección del más débil. 

-¿Cuándo se vino a Zaragoza, de nuevo?
-Madrid no nos gustaba. Siempre soñé con venir a Zaragoza. Por los cargos sanitarios de mi marido, primero estuvimos en Teruel de 1983 a 1986; luego en Madrid, de nuevo, de 1987 a 1990. Ya ve que las mujeres seguimos la vida itinerante de los maridos. A mí me encanta Zaragoza: sales a la calle y te encuentras con una amiga o un familiar, y a mí eso me parece muy humano, entrañable. Además, me encontré con que la ciudad, en el centro y en sus arterias, se parecía muchísimo a la que yo había conocido de joven. Zaragoza es una ciudad abordable, todo está al alcance de la mano, puedes ir andando al cine, al teatro...  

-¿O al Auditorio?
-Desde luego. Estamos abonados a los conciertos de primavera y otoño, y a los de piano. El Auditorio también marca la modernidad de la ciudad por la calidad de su programación. Siempre está lleno. ´

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¿Qué más le gusta de Zaragoza?
-Otras dos cosas, en un plano general: está muy cerca del Pirineo y del mar. Yo voy mucho a Cerler; el valle de Benasque me parece un valle precioso. En Zaragoza es posible trabajar aquí hasta el mismo viernes y dormir en el Pirineo. O en el mar. Esta es una ciudad que te permite disfrutar de la vida, y eso es algo que valoro mucho. Otra cosa que me encanta de Zaragoza es la proximidad con el Moncayo. Me parece un monte misterioso, majestuoso. ¿Qué le digo de Veruela? Cuando vuelvo a casa, me produce un placer indefinible mirar por el espejo retrovisor del coche y ver una mancha de nieve en la cúspide del Moncayo. 

-Creo que es usted una gran excursionista y viajera.
-Me fascinan los paisajes de Aragón. De Huesca, el Pirineo; de Teruel, la propia ciudad, con esas casas y esas torres maravillosas, la luz tan bella que tiene. Es una ciudad alegre. Y piense en la provincia: en Albarracín, el Matarraña, el Maestrazgo. Son territorios fantásticos que no se saben vender bien. 

-Nos ha dicho que es una gran apasionada de la cerámica.
-En particular de la cerámica antigua, de inspiración mudéjar. La cerámica tiene alma, tiene vida. He realizado viajes por Aragón, Andalucía y Extremadura buscando cerámica. A veces voy al rastro y compro pedazos que parecen inservibles. Me gusta estudiarlos. Me emocionan. Hace poco conseguí comprar una bolsa entera y logré reconstruir, de manera incompleta, dos platos y una escudilla.  

-¿Cómo ve usted a los aragoneses?
-Ya me siento aragonesa. Los aragoneses son nobles, pero con una forma de ser un poco dura, excesivamente críticos con nosotros mismos, demasiado exigentes y negativos con lo nuestro, pero eso no nos roba nobleza. 

-¿Qué le sugiere PLA-ZA?
-Como pasa el tren por ahí, veo todos los días la Plataforma Logística. Será decisiva para el futuro de la Comunidad: cada día se instalan nuevas empresas. Es un espacio de revitalización para la ciudad. 

-¿Y la Expo-2008?
-Soy promotora de la Exposición proExpo. El día que confirmaron que Zaragoza era la elegida sentí una gran felicidad. Zaragoza necesitaba una inyección así. Será una manera de que crezca la ciudad y de que tenga edificios modernos, calles amplias, un metro. Estoy emocionada porque la Expo ha sido como la espoleta para modernizar la ciudad. 

-¿Cuál es ahora su rincón favorito?
-El paño mudéjar de La Seo: sería capaz de sentarme ante él horas y horas. Me fascinan los lugares cargados de arte e historia. Y, por supuesto, La Aljafería. Ese espacio es una preciosidad y muy enigmática, esa época. 

 

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