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Antón Castro

ROBERTO MIRANDA: EL MAESTRO, EL AMIGO, EL ASOMBRO...

ROBERTO MIRANDA: EL MAESTRO, EL AMIGO,  EL ASOMBRO...

Oír, ver y contar 

Cuando Roberto Miranda volvió de Burundi, quiso el azar que empezase a hacer reportajes en El punto deportivo. Conversó con el lanzador Ignacio Almau, recreó la habilidad del campeón mundial de billar Cayo Muñoz, entonó una elegía por el viejo canódromo. Escribía de temas que rara vez ocupan titulares de primera plana, pero los redactaba como si fuese Julio Camba, aquel Martín Girard de los 50 / 60 o Fernández Flórez, apasionado del fútbol. Cada texto tenía algo especial: imágenes, sentido de la observación y la voluntad de hallar lo esencial, esos rasgos que jalonan una vida o una trayectoria y le dan coherencia, cosen su armazón.         

Más tarde, en las páginas de El día de Aragón,  Miranda --que posee la agudeza del filósofo, la hondura del curioso y la niñez perpetua del hombre que se niega a crecer-- avanzó en su crecimiento como periodista y reportero, y entendía por intuición y por rabiosa humanidad las claves de un oficio donde todo es importante: la variedad de géneros, la audacia, el uso del lenguaje, el cultivo de las metáforas, pero también la transparencia, la precisión, la elocuencia de contar sin artificio, la humildad de quien sabe poner voz a los otros.         

En la sección de comarcas halló su mejor acomodo, junto a Mariano Gistaín y Joaquín Carbonell. Allí, sin ceder en el rigor, iban a la búsqueda de lo insólito cotidiano. En las páginas del suplemento "La noche" de Los aragoneses dieron rienda suelta al surrealismo baturro, a su pasión por las palabras, que cristalizó años después en un libro secreto de Gistaín & Miranda: El entierro de Lïster, publicado por Xordica. Durante unos meses en que pegaba y despegaba teletipos, probó su ingenio y su capacidad de síntesis con los titulares. "El Levante llora su ruina de cañas y barro", anotó evocando a Blasco Ibáñez. Con humor dijo: "Li Pen se corta la coleta", "Llega el AVE y nadie se aparta". O aquel que hizo fortuna en radios y televisiones: "El semen dado por la DGA no preña ninguna vaca".
        

Ya en las páginas de El Periódico de Aragón desde 1990, Roberto Miranda perfeccionó su estilo, su mirada, indagó aún más en las claves del ser humano. Nunca le han importado los famosos, los que ocupan uno y otro día las primeras páginas de los periódicos, y cuando los ha abordado los deja al desnudo: con sus flaquezas, con su oropel de la nada, disueltos en su sectarismo y arrogancia, en pura fragilidad. Casos bien célebres serían Marco, Gomáriz o aquel olvidado Rafael Zapatero que entraba en las Cortes con un desmayo de ojos mientras Marcos preguntaba a Hipólito: "¿Dice usted que yo tengo cara de funeral?".
        

A Roberto Miranda lo que le ha interesado es el hombre y su circunstancia. El hombre inscrito en el paisaje. Las historias menudas, los éxodos, la ciencia, el sufrimiento y la ternura, todo aquello que de puntillas estremece el siglo: piensen en el obstinado habitante de Anento que se quería suicidar desde un peñón, o en el labrador de Cariñeña, soltero porque es liberal, que se bañaba desnudo a los cinco años en la nieve. Piensen en sus deliciosas crónicas urbanas, que figurarán en cualquier antología honesta de la prensa aragonesa, lean el retrato de Michael Jackson, rodeado de máscaras o de dobles, rico, famoso y abisalmente solo. Y todo ello fue recogido en su primer libro, Aragón tal como viene 1985--1998 (publicado por la Asociación de la Prensa de Aragón e Ibercaja): hay asuntos sociales como el cierre de las minas de Ojos negros, sucesos pintorescos, antihéroes, tensiones por respirar, conflictos porque sí. Vida a raudales, incluso en su patetismo. Pero sobre todo hay un amanuense, un poeta, un filósofo radical, alguien que observa en secreto y escribe de lo que sea para la inmensa mayoría.

Hace un par de años o quizá mucho más ya, Roberto Miranda se incorporó a cultura,  su vieja  pasión postergada, y nos da sencillas lecciones de entusiasmo, de lucidez, de curiosidad y de asombro. 

[Roberto Miranda, uno de mis maestros en el arte de vivir y en el periodismo, acaba de ver reconocida su espléndida trayectoria por la Asociación de la Prensa. Lo felicito desde aquí junto a todos los galardonados. Mi vida en la prensa está indefectiblemente ligada a la suya desde el primero de julio de 1987. Los Premios se entregan esta noche en la Sala Oasis.]

*Roberto Miranda, en Belchite.

5 comentarios

Pedro Mendoza -

Aunque escribo en pocos blogs, quiero dejar aquí mi breve enhorabuena a quienes habéis tenido ojo clínico para valorar la rica personalidad de Roberto Miranda, con quien coincidí sobre todo en Burundi (1976-1980). Yo aprendí mucho de Roberto: su altura ética y cultural rara vez aparecen juntas. Su erudición y su intuición van de la mano. Su mirada trascendente convierte en arte cada tema que toca. Roberto es tan plástico que hace fotos sin cámara, sólo con letras. Un abrazo virtual a Antón y a quienes valoráis a Roberto, no exageráis nada. PEDRO MENDOZA desde Alicante.

levid -

hola amigo

De Antón -

Querido Roberto: No he exagerado nada.

Cuando nos conocimos, me gustó saber que te llamaban, familiarmente, Berti, como si fueras un futbolista.

Tú sí que eres una lección de viva de periodismo y de pasión por la gente y por el conocimiento.

Enhorabuena, muy de veras. Un abrazo. Antón

Roberto Miranda -

Un millón de gracias, Antón. Tus elogios me alegran, aunque sé que no los merezco. Para premiar tu trayectoria tendrán que abrir el campo de la Romareda.
Un fuerte abrazo

Roberto Miranda -

Un millón de gracias, Antón. Recuerdo la alegría que sentí en 1989 cuando tú recibiste este premio reduplicado. Aquella noche cenamos con Carmen y Plácido Díez en el Vip's. El día que te lo den por la trayectoria que llevas tendrán que hacerlo en la Romareda. Tus elogios me llenan de alegría y me estimulan. No los merezco.
Recibe un fuerte abrazo