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Antón Castro

CDAN: LAS CUATRO ESTACIONES DEL PAISAJE*

CDAN: LAS CUATRO ESTACIONES DEL PAISAJE*

 

Justo bajo el fuego del mediodía, azotado por un viento que hería los cielos, el mar de viñedos y rosales del CDAN tenía algo de paisaje construido. Era en sí mismo, ahí, redondeado por la luz, la primera pieza de la muestra “La construcción del paisaje contemporáneo”, que alberga el edificio que ha diseñado Rafael Moneo. Dentro, la gran sala, tamizada de claridad, está queda, sin nadie. Dialogan las paredes con las obras y de cuando en cuando cobran vida: se traspasan los rumores, el fragor del agua, el latido del viento que peina los cereales en Uclés en una fotografía de la pareja Bleda y Rosa, puede oírse el temblor de un jardín botánico que soñó Catherine Mosbach. Este proyecto de entrada es una trama de formas, un arsenal de incitaciones, el eco de una metamorfosis impulsada por el hombre sobre la naturaleza. El comisario de la exposición, Javier Maderuelo, dice que el paisaje es una “elaboración mental que realizamos a partir de lo que se ve” y que también es una creación cultural y humana, algo que se construye en el tiempo, en un contexto y con una sensibilidad específica.

Aquí hay piezas de varias épocas y de diferentes tendencias: desde los trabajos de Nigochi, de los 40 y 50, hasta montajes e instalaciones de 2006 y 2007 de Isidro Blasco, un creador que construye fotos y maquetas del paisaje urbano, las cuelga en las paredes o las encierra en una urna de metacrilato y crea una ciudad-puzzle, una escultura de carácter cubista u onírico. En esta muestra, montada con excelente ritmo, hay artistas muy diferentes:  arquitectos, pintores, escultores, creadores de vídeo, y todos tienen una idea en la cabeza, una obsesión, una relación especial con el entorno. Pensemos en David Nash y veamos esa pieza de madera que ha fotografiado en blanco y negro, que ha inscrito en el paisaje y que ha echado a rodar, de río en río, hasta el mar, mientras él seguía su curso y grababa esa aventura. Pensemos en los paseos de Richard Long y veamos sus círculos de piedras, el anhelo de hallar un centro y un núcleo en los Pirineos o en un lugar de Huesca. Pensemos en Alberto Carneiro, tan vinculado a la poética del paisaje que ha impulsado el CDAN y antes la Diputación de Huesca a través de Teresa Luesma: ahí están las raíces de sus árboles, que parecen inventadas, moldeadas. “En el seno de la tierra florecen los árboles”, elige Carneiro como lema, ahí está esa especie de estructura de caja que te pide que entres dentro. Y en su interior, a poca sensibilidad que se tenga, se perciben muchas cosas: la presencia del mar, el impacto de la arena, la soledad esencial del hombre y el silencio; Carneiro propone un refugio, un espacio para la meditación, el embrujo de un laberinto. Él ha escrito: “Aún el mar más allá del laberinto”.

Es curioso el proyecto del arquitecto Paolo Bürgi. Conmueve la rotundidad y el trabajo de Catherine Mosbach en Burdeos. Su idea ocupa un gran panel donde hay de todo: teoría, experiencia, relación directa con la tierra, una poética casi mítica de las flores y los árboles… Las propuestas fotográficas son muy diferentes: el minimalismo sensual y enigmático de Hiroshi Sugimoto, el maestro oriental de la lisura del mar; el gran formato de las piedras volcánicas de Lanzarote de Axel Hütte o las dos dípticos de “Campos de batalla” de Bleda y Rosa. Me dejo para el final esos 56 paisajes pintados de Jesus Mari Lazkano, “Urdaibai”, fechados en 1996. La suma de las piezas, con sus colores, arma una gran obra, un paisaje rotundo y sugerente, quizá el más amable de la muestra, el que más invita al extravío.

El CDAN está precioso a cualquier hora, pero al mediodía, con su quietud de ofidio informe, adquiere una atmósfera de espejismo. Y en su interior se estremecen las cuatro estaciones.

*Este artículo apareció ayer en la edición de Huesca de Heraldo de Aragón, y glosa la muestra "La construcción del paisaje contemporáneo" que comisaria Javier Maderuelo y María Luisa Martín de Argila. La foto, tan peculiar y poética, tan minimalista, es de Hiroshi Sugimoto.

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