Blogia
Antón Castro

EDGAR ALLAN POE (1809-1849) CUMPLÍA AYER 200 AÑOS

EDGAR ALLAN POE (1809-1849) CUMPLÍA AYER 200 AÑOS

 

 

 “Poe escribió cuentos de misterio para sentirse a gusto en el mundo”. Franz Kafka, escritor, 1883-1924.

 

 

EDGAR ALLAN POE

 

El escritor que se ahogó en terror

 

Ayer se cumplieron 200 años del escritor norteamericano que creó la narración de detectives, anticipó el relato moderno y sigue influyendo en las jóvenes generaciones

 

Momentos antes de expirar, el 7 de octubre de 1849 en Baltimore de una forma que sigue resultando confusa y misteriosa, aseguran que Edgar Allan Poe evocó al explorador polar Reynolds y que murmuró: “¡Que Dios se apiade de mi alma!”. Luego iniciaba el camino sin retorno hacia ese más allá que él había visitado en vida, él y sus personajes, como Mr. Valdemar, e iba a convertirse en uno de los escritores más admirados de todos los tiempos. En un referente, en un precursor de géneros (desde el relato de detectives al de ciencia ficción), en un adelantado a su época, y también en el primer escritor de Norteamérica. Edgar Allan Poe se erigió como uno de los autores más influyentes, uno de los más queridos y denostados a la vez, y en una fuente constante de inspiración para un sinfín de generaciones. Su mundo y su vasto campo de intereses y de estéticas conecta a la perfección con los más jóvenes. Aún hoy, cuando se celebran los 200 años de su nacimiento en Boston, Poe genera ríos de tinta: reediciones, estudios, cuadros, cómics, óperas películas y música.

Paradójicamente, se recuerda que Harold Bloom lo considera un escritor secundario, demasiado atroz tal vez, y que multitud de autores elogiaron su legado: desde Charles Baudelaire, que lo tradujo y lo presentó en Europa y forjó su mito, como haría Stéphane Mallarme luego y Paul Valery (“Poe es el único escritor impecable que hay, nunca se equivocó”, observó), hasta Maupassant, Horacio Quiroga, Franz Kafka, W. H. Auden,  H. P. Lovecraft y, entre otros, Julio Cortázar. El argentino lo tradujo a principios de los 50, y la  versión de sus cuentos completos sigue siendo la más definitiva: el más hermoso y hondo y matizado Poe en castellano. Estos días, coinciden en las librerías nuevas ediciones de sus ‘Cuentos completos’: la de Edhasa (1016 páginas); la del editor zaragozano Juan Casamayor para su sello de Páginas de Espuma (950 páginas); la de Augur, y dos que ya existían: la de Alianza Editorial y la de Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Otro gran defensor de Poe ha sido Jorge Luis Borges, que ponderó la maestría y la ausencia de énfasis de ‘El extraño caso de Mr. Valdemar’, pero además es evidente su huella en sus textos: el amasijo cultural, la pasión por la filosofía, el estilo de contar, el uso del sarcasmo y la ironía. Dijo: “Poe pertenece a lo intemporal y a lo eterno”.

         Edgar Allan Poe fue un hombre sin suerte. Jamás supo canalizar su inmenso talento hacia una pequeña porción de felicidad. Fue víctima del desconcierto, de los excesos, de la turbulencia y de un romanticismo tenebroso que brotaba de su propio interior: él lo bautizaba como “los terrores del alma”, algo que llevaba muy adentro y que emergía al exterior de una forma tan torrencial como destructiva. Era muy niño cuando sus progenitores desaparecieron: su padre se fugó de casa y su madre murió poco después. Fue adoptado por John Allan y su mujer Frances, que eran acomodados comerciantes de licores, tabaco, café y té, y probablemente de esclavos. Esos primeros años en Richmond fueron determinantes: Edgar era un joven pulcro y curioso, atraído por las fábulas del mar y de los veleros y por los relatos de los esclavos; todo ello desembocaría años después en su única novela: ‘Arthur Gordon Pym’. Gran lector, poseía belleza, inteligencia y buenos modales.

La familia, poco más tarde, se trasladó a Irvine, Escocia, y a Londres, y en ese período Poe aprendió francés y lenguas clásicas, y leyó con avaricia. Los negocios no fueron demasiado bien, y los Allan retornaron a Richmond. El adolescente se mostraba orgulloso y peleón, era capaz de atravesar a nado el río Jammes ante testigos que lo contasen, y se enamoró perdidamente de Helen Stanard, la madre de un compañero. Además, adoraba a Lord Byron, que fue su modelo de escritor y aventurero, y a Shelley, con quien no tardaría en ser comparado. Estudió en la Universidad de Virginia, más tarde ingresó en el ejército, donde permaneció dos años, y para entonces ya había mostrado sus perfiles oscuros: bebía más de lo prudente, jugaba hasta contraer cuantiosas deudas y plañía por carta, una y otra vez, a John Allan, al que también difamaba para justificar sus propios errores. En una de las misivas, víctima de su propia y prematura ruina, decía: “En nombre de Dios, ten piedad de mí y sálvame de la destrucción”. 

Allan le exigió la entrada en West Point, y Poe obedeció, pero de inmediato hizo lo posible y lo imposible para que fuese expulsado. Su carácter lo volvía insoportable cuando estaba bajo los efectos del alcohol o del láudano. Para entonces ya había publicado dos poemarios, se había probado en los periódicos y había iniciado su existencia errante que lo llevaría a vivir en Pensilvania (Filadelfia), Nueva York, donde se radicaría poco después junto a su mujer, Virginia Clemm. Se casaron en 1835, cuando ella tenía trece años, y vivieron juntos hasta 1847: ella se murió a consecuencia de la tuberculosis. En todos estos años, vulnerable y contradictorio, Edgar Allan Poe dio abundantes muestras de su inteligencia: colaboró en diversos periódicos, en ‘Messenger’ conquistó prestigio con sus críticas tan lúcidas como cáusticas; en ‘Broadway Journal’ fue redactor jefe; publicó su novela ‘Arthur Gordon Pym’ y ‘Cuentos de lo grotesco y arabesco’, que contenía algunas de sus obras maestras como ‘Ligeia’, ‘La caída de la casa Usher’, etc., e incluso, con el consentimiento de su joven esposa, ya gravemente enferma, vivió una escandalosa pasión con la poetisa Frances Sargent Osgood. Iba de casa en casa, de periódico en periódico, de proyecto en proyecto, pero no podía vencer al torbellino de adversidades que se le venían encima: las deudas, la locura, el alcohol, las reacciones violentas o, ya en 1847, la muerte de su joven esposa, la criatura que despertaba en él los mejores sentimientos y también el mayor dolor.

         Poe sintonizó con su época. Fue un poeta de hermosas y sorprendentes imágenes, de inspiración musical, pero apostó por el relato, con el que ha conquistado la inmortalidad. Amó a algunas mujeres más en su travesía hacia el abismo y la desesperación, se reencontró con uno de sus primeros amores, Sarah, e iba a casarse el 17 de octubre de 1849. Poco antes, enfermo, preñado de pesadillas y de fantasmas, falleció en Baltimore en extrañas circunstancias. Muchos sueños se interrumpían entonces, incluso uno del que ya había dado cuenta en la prensa: el deseo de fundar un periódico propio, ‘The Stylus’.

 

 

 

 

 

Las inolvidables imágenes de un visionario

 

El autor de ‘Arthur Gordon Pym’ creó pesadillas y estados de ánimo del horror cotidiano que se han convertido en iconos

 

A.   C.

Edgar Allan Poe quiso ser escritor por encima de todo. Un escritor profesional. Un  virtuoso de la palabra y de las historias. Y lo fue. Su dios, al margen de Lord Byron y de E.T.A. Hoffmann, era el pensador Joseph Glanvill. Sus fuentes son variadas. Era curioso, cultísimo y aspiraba a la creación de la Belleza, sin excluir sus formas más terribles. Fue el creador del relato de detectives y renovó la ciencia ficción y la narrativa de estilo gótico. Transitó las sendas de la crítica literaria con absoluta brillantez y se atrevió a mirar a la muerte de frente: con estupor, con sangre fría y con sadismo, en todas sus variaciones y posibilidades. La necrofilia está muy presente en sus libros. Le dio entidad el concepto de ‘atmósfera’ y redactó relatos de terror que exploran los rincones oscuros pero también las sombras del yo. De ahí también su modernidad.

Sin renunciar al relato amoroso y poético, y aún alegórico, abordó asuntos como el crimen, la venganza, el remordimiento insoportable, el tema del doble, la enfermedad, la morbosidad romántica. Su mundo es tan rico que fascinó a los surrealistas y que ha sido objeto de estudio del psicoanálisis. Tiene grandes intuiciones y abordaba asuntos que forman parte de nuestro pánico cotidiano como el hecho de ser enterrado vivo, el temor a volverse loco, la hipnosis o la presencia monstruosa del animal. Para expresar todo ello halla en el relato el territorio perfecto, un relato gobernado por la intensidad y la eficacia, por la búsqueda de un desenlace explosivo.

Estos días, el escritor y biógrafo Peter Ackroyd publica en Edhasa una excelente biografía de síntesis, donde dice: “Edgar Allan Poe fue el más calculador de los autores, por lo que nunca debería confundirse con los narradores perturbados, e incluso psicóticos, de sus relatos. El Poe escritor buscaba con gran esmero los efectos más extremos”. Lo lograba no solo con el estilo o con los personajes, sino con imágenes que se han fijado para siempre en la memoria del mundo: el corazón delator, el pozo y el péndulo, el retrato oval, la Casa Usher, inspirada en la Casa Moldavia de su protector, el barril de amontillado, el gato negro, el cuervo. Poe creó climas y estupor, fundó un realismo macabro, pero sobre todo fue capaz de crear imágenes imborrables y estados de ánimo asociados con un cuento.  Imágenes de pesadilla, de delirio, depuradas tras la emoción: las imágenes de un visionario.

 

Comentarios aragoneses a sus cuentos

 

El editor zaragozano Juan Casamayor acaba de publicar los ‘Cuentos completos. Edición comentada’ (Páginas de Espuma. Madrid, 2008) de Edgar Allan Poe, preparada por Fernando Iwasaki y Jorge Volpi, con dos prólogos cortos de Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa. Cada texto está comentado por un autor que haya nacido desde 1960 hacia nuestros días y que haya publicado al menos un libro de cuentos. Entre los elegidos figuran cuatro aragoneses: Ismael Grasa, Patricia Esteban Erles, Carlos Castán y Manuel Vilas.

-‘Un descenso al Maelström’. Ismael Grasa comenta este cuento, que le evoca las películas de tornados, y anota: “Me gusta este relato, tiene eso que tanto se valora en Poe, la capacidad de crear una atmósfera peculiar desde las primeras líneas, pero es, además, un relato raro dentro de la obra de este autor, como si el propio autor se salvase de su propio remolino y de sí mismo (…) El remolino es un fenómeno que casa bien con la idea de obsesión y con el cuento moderno al que dieron lugar autores como Poe”.

-‘La Cita’. Carlos Castán dice: “Con ser una historia atípica dentro de la producción de Poe encontramos (…) elementos que nos devuelven, una vez más, a su desmedida biografía. Está el amor imposible, idealizado, la pasión por esa escultura inalcanzable que fue Helen Stanard, la mujer cuya sombra, tras morir loca cuando el escritor no tenía más que dieciséis años, le acompañó siempre desde ‘el frío valle”.

-‘Eleonora’. Patricia Esteban analiza este texto que le recuerda, de entrada, a la joven esposa de Poe: Virginia Clemm. Dice: “Eleonora es evocada como una niña sin tiempo que nunca debió crecer ni traspasar el umbral de sus quince años, porque al acercar las puntas de sus dedos al amor pulsó también las cuerdas de la muerte”. Añade que el atormentado Poe “asistió impotente a la agonía real de Virginia” y que puede leerse como, “además de un texto consolatorio, la historia de una confesión”.

-‘Mixtificación’. Manuel Vilas le escribe una carta a Mr. P., en la que dice: “He leído tu maravilloso relato sobre el barón Ritzner von Jung y me ha conmovido la delicadeza moral de su prosa, su elevada distinción incluso a la hora de tratar temas tan vulgares como el de las bromas. Yo también conocí, hace mucho tiempo, al barón (…) en una casa de lenocinio de Toledo”. Dice que Poe tiene propensión “al barroquismo suave. Pensó que éramos monos, y éramos monstruos humanos, muy humanos, como él”.

 

 

Cómic, ilustraciones,

Juegos y canciones

 

Edgar Allan Poe ha inspirado a creadores de todas las disciplinas. Y este año más. El ilustrador Jack Mircala acaba de publicar en Sins Entido, la editorial de Jesús Moreno, ‘Siniestras amadas’, cuyas ilustraciones se expondrán en la sala del mismo nombre de Madrid a partir del jueves. OQO publica una versión infantil del relato ‘Hop-Frog’ ilustrada por Alberto Vázquez, que ilustra además una biografía del autor, redactada por Jordi Sierra i Fabra, en Zorro Rojo. Este sello también prepara una versión de ‘Arthur Gordon Pym’, su única novela, con dibujos de Luis Scafati. Alberto Sastre ilustra ‘Las mujeres de Poe’ en Puerto Norte-Sur. El poema ‘Annabel Lee’ inspiró a Radio Futura, ‘The raven’ a Lou Reed, otros relatos a Peter Hammill. Y su espíritu macabro y romántico a la vez está vivo en juegos de ordenador y de rol, y en homenajes como el de Gustavo Doré. Todo un clásico. En cine, Poe ha sido la obsesión de un excelente artesano: Roger Corman, que ha hecho con algunos de sus cuentos películas más que estimables de género: películas inquietantes que aterrorizan como ‘La caída de la Casa Usher’.

*Este artículo se publicó ayer a doble página en Heraldo de Aragón. Este dibujo es de Gustavo Doré.

 

 

 

 

 

 

0 comentarios