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Antón Castro

PISÓN: PREGÓN DE LA FERIA DEL LIBRO

PREGÓN DE LA FERIA DEL LIBRO

 

 

Por Ignacio Martínez de Pisón

 

 

 Ciudadanos de Zaragoza:

  Estamos en primavera, la estación de las ferias del libro. En estos días en que unas ferias se clausuran y otras, como la de Zaragoza, se inauguran, no está de más recordar que las ferias nacieron en la España de la Segunda República como un medio para acercar la cultura a los ciudadanos. Algunos de los editores que fundaron entonces la Feria de Madrid crearon también un sistema de librerías itinerantes para que los habitantes de los lugares más remotos no se vieran privados del derecho al saber. Eran los años de las Misiones Pedagógicas y la compañía de teatro La Barraca y, a semejanza de éstas, aquellos hombres montaban en sus camiones-librería y recorrían la geografía peninsular con su cargamento de poemas, novelas, ensayos. Palabras, en definitiva: palabras que buscaban hacer a los seres humanos más sabios, más dignos, más libres.

  De esa época, concretamente de 1935, es un libro del aragonés Benjamín Jarnés titulado precisamente Feria del libro. En él, refiriéndose a una de esas primeras ferias madrileñas, escribe Jarnés: “Nunca en España se vio el libro tan mimado, tan exaltado. En todos los ojos y edades; el viejo, la muchacha y el niño recorrieron despacio las instalaciones, leyeron ávidamente catálogos, folletos; adquirieron no pocos volúmenes; escucharon atentamente las charlas del libro, esparcidas por los altavoces; leyeron las respetables sentencias colgadas de los árboles, como frutos de aquel otro árbol famoso de la ciencia. ¿Qué más puede pedirse?”

  Casi ochenta años después, esta descripción sigue reflejando con bastante fidelidad la atmósfera de una feria del libro: señal de que las cosas no han cambiado tanto. También bastantes de las reflexiones de Jarnés siguen siendo válidas. Con respecto a los “apresuramientos” y las “dispersiones” de la vida moderna, escribió Jarnés lo siguiente: “Hoy un buen libro ha de escribirse con igual lentitud y amor que en la Edad Media. Hoy un buen libro ha de leerse con igual lentitud y amor que en el Renacimiento.”

  Leemos para no olvidar. Leemos para saber más de nosotros mismos y de nuestros semejantes. Leemos asimismo para saber más de los que no son como nosotros y para tratar de comprenderlos: desde Cervantes, toda buena novela aspira a plantar en nuestras conciencias la semilla del relativismo y la tolerancia. Leemos en definitiva para ser mejores y poder seguir soñando con un mundo mejor.

  Pero también leemos por el simple, honesto y antiguo placer de leer, de disfrutar de las historias que otros nos cuentan. Quienes no tienen el hábito de la lectura no saben lo que se pierden. La literatura es, de verdad, un tesoro inagotable, acaso el único del que dispone el ser humano. Cientos, miles, decenas de miles de magníficos libros de épocas, países, lenguas y culturas diferentes aguardan el momento en que nos decidamos a abrirlos y sumergirnos en su lectura y, aunque fuéramos inmortales y llegara un día en que los hubiéramos leído todos, esa promesa de placer se mantendría intacta gracias a la posibilidad de la relectura. Nada más fácil que obtener la llave que abre el cofre de ese tesoro: basta con decidirse, porque un libro lleva a otro libro y este nuevo libro a otro y a otro... Es el libro el mejor amigo imaginable. Aceptad su compañía y nunca os arrepentiréis.

 

 

 

                                                          

 

1 comentario

Javier -

Gracias por transcribir el discurso de inauguración de la Feria del Libro. Los que no teníamos invitación no pudimos escucharlo.