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JOSÉ VERÓN GORMAZ / 2

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 Lugar sin voz

 

 

Cruza el día por el páramo exhausto

 

como un viento de luz desesperada.

 

Sin alma y sin latido,

 

abrasada y baldía,

 

sola queda la tierra.

 

Sin huellas ni horizonte,

 

su voz a lo indecible se abandona.

 

Duerme,

 

pero no tiene nada que soñar.

 

 

 

Capital prisionera

 

Desde el suburbio

                             la visión herida:

la ciudad se ha cerrado

                                            y se consume.

 

Imagino el rumor,

                             siento los días,

quedan, acaso,

                  lejanos resplandores,

   luz cautiva

que proclama la burla de la noche,

la oscura incertidumbre de la sombra. 

 

 

Sombras en el mar

 

Nubes viajeras sobre el infinito.

Los rumores marinos abrazan al silencio

y siembran de presagios las distancias.

 

Sola queda la mar.                                                                                                                                                        No se lamenta,

mas deja que las olas se acompasen

al latido del tiempo,

que sea el horizonte

más lejano que el día.

 

No hay salvación.

El firmamento asoma entre las llamas

de un reflejo, que a punto de morir

tiembla en las aguas.

 

*Estos tres poemas de José Verón Gormaz pertenecen a su libro ‘En las orillas del cielo’. La foto corresponde al pueblo del Maestrazgo, Villarluengo, que se abre hacia el abismo y a la vez se alarga hacia el cielo con su imponente iglesia.

 

 

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