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Antón Castro

POEMAS DE RAMÓN GARCÍA MATEOS

[Esta costumbre mía…] 

  

Esta costumbre mía de contemplar las cosas con las mismas palabras con que otros las miraron

me empuja inevitable a transformar mis ojos, confundidos y húmedos, en voces revividas desde un endecasílabo o en páginas de un libro           que duerme en mi regazo.

Yo miro con palabras, reconozco en sus sílabas ciudades y paisajes, descubro nuevamente lo que ya conocía:

 

 

1

 

Por Zamora y sus puentes anduve enamorado, con Blas de Otero a solas, por la puente de piedra, embebidos de noche, silenciosos los dos;

con el Duero a la espalda, su susurro de agua como un romance viejo, por callejas que guardan resonancias y ecos de traiciones ocultas, el sueño comunero de un clérigo rebelde, el agrio desengaño de las horas marchitas,

por esas calles quietas caminamos sin prisa, redoblando el instante, el sabor de un cigarro, Orio y Guetaria y ya

la galerna está lejos,

a la cita prevista, al encuentro con Claudio en un bar en penumbra, media azumbre de vino y de nuevo andariegos a la vela en Zamora:

las iglesias que encienden nuestro asombro nocturno, las plazuelas en sombra, palabras que entretejen un claro resplandor,

la llama que bendice la imagen que ahora veo, con el Duero a la espalda, otra vez deslumbrado, imagen de una imagen, esfera, espuma blanca, matriz de la ceniza, los puentes de Zamora y el don de la ebriedad.

 

 

 

2

 

Yo vi Roma a la luz de la luna de enero, desde aquella colina, mirador

de sus ojos, contemplé mi fracaso en la ciudad que duerme bajo una cripta límpida de pórfido y engaño,

Roma, peligro impío para juglares nómadas, cristal en que espejean los últimos naufragios, el dolor de estos versos, la claridad y el cielo,

Roma con Rafael y el barrio del Trastévere, camino junto al Tíber, imposible seguir tus pasos sin esbozo, imposible aprehender el vaho de la alquitara, sólo gotas de ausencia, sólo espectros del agua,

yo vi Roma en los pies desgastados de Pedro, sin barco y sin contorno, besos como mordiscos sobre la piedra en ruinas,

Roma por el orgullo de tu cabeza cana,

Roma para mi llanto,

Roma donde dormitan saetas herrumbrosas,

Roma en un espejismo que Mestre dibujara en la tumba de Keats,

así te veo, con la luna más clara, así te nombro, Roma, donde tú no estuvieras, donde yo nunca estuve, desde su voz mis ojos contemplan tus secretos, te busco y tú no estás, te busco peregrino y en Roma no te hallas,

Roma, Roma callada, te rondan las ausencias de aquellos que te amaron,

Roma, filtro de amor y prenda de todas las mentiras,

Roma, filtro de amor y prenda de todas las promesas.

 

 

 

3

 

Fue para mí La Habana un sueño adolescente, con su nombre enhebrado a mitos y delirios que aún vagan en la noche por todos sus rincones,

un sueño era La Habana, ay, Cuba, junto al mar, el mar de la bahía rozando el malecón, palabras que acarician al aire de un requiebro,

a donde yo llegué con el gordo Lezama una dulce mañana de guayaba y abril:

azul en los balcones y allá, en la ciudad vieja, el tiempo suspendido y la Prieta Mamey por la Plaza de Armas, las sierpes gongorinas, la papaya innombrable, ancianos que conjuran la muerte con palabras, azúcar y toronjas, almizcle y ron de caña.

Fue para mí La Habana recorrer El Vedado y acercarme después a la Casa de América,

con la fiel compañía de un gato enamorado, mitad cubano y vasco y mitad catalán,

un gato por sus salas, con Marcia y con Haydée, un gato perezoso entre hermosas muchachas,

cuando todo era aurora, cuando todo era mayo, cuando todo era un beso con pintura de añil.

Habana al mediodía clavada en mi memoria, a punto del derrumbe, orgullo en la camisa guajira de un poeta que fuma adormecido de espaldas a Florida,

Habana sin remedio y el hotel Inglaterra,

un café entre las manos con Nancy Morejón en la arista de un verso,

Habana por mis venas, para el pesar morfina,

ciudad donde la piel se vuelve cataclismo,

ciudad trigueña y huérfana, los muslos de azabache ciñendo mi cintura,

ciudad para el retorno,

ciudad donde es posible morir a media luz.

 

 

 

Esta costumbre mía de contemplar las cosas con las mismas palabras con que otros las miraron,

de vivir a la sombra de música y palabras:

Buenos Aires, Cortázar y París en otoño, un palo y una soga con Vallejo en un jueves de lluvia atormentado; Federico y Granada: Guillén y Carvajal jugándose los ases del aroma; don Antonio en Segovia, Ignacio en su taller; inocente Lisboa siempre en llamas, Torga y Pessoa: un ramo de cilantro; Salamanca y Fray Luis, los años ignorados que duermen en los claustros, Aníbal Núñez que arde en su triste mortaja… por dios, cuántas palabras bogando por mis ojos, ay, ay, cuántos silencios al borde de un poema,

yo miro con palabras, reconozco en sus sílabas ciudades y paisajes, descubro nuevamente lo que siempre he soñado, lo que ya       conocía, la herencia que me arroba, mi única riqueza, palabras y palabras, jardín y soledad, iglesia sin campanas.

 (De Morfina en el corazón, 2003)

 

 

[Adivinar el tiempo ya pasado…] 

 

 

El poeta no recuerda el pasado, lo anticipa.

Y no imagina el futuro, lo recuerda.

[Malversación de una cita de Carlos Fuentes]

 

 

Adivinar el tiempo ya pasado,

vislumbrar en palabras los recuerdos

como augurio del tiempo que vendrá.

Alba y premonición es la memoria.

 

El porvenir se extiende igual que un manto

bordado con agujas en pretérito.

Tejedor del futuro es el poema

remembrando palabras olvidadas.

 

Escribo con las voces de los muertos

y el eco de los años que he vivido.

Sobresalto y oráculo que dicta

 

esta crónica amarga del mañana.

Presiento lo que fui. Será ayer siempre.

De mi muerte aún tengo yo el recuerdo.

 

 

(De Como otros tienen una patria, 2007)

 

IV

El olor a jazmines de tu cuerpo,

cuando desnuda el alba los balcones

y la luz que amanece un nuevo día

aligera el rumor del desconsuelo,

acaricia la voz de la memoria

con el fuego sin fin de nuestros besos.

Y se inunda la luz de tu fragancia

y respiro tu olor, respiro y siento

el calor de tu cuerpo en mi costado:

de jazmín el aroma

en un ramo de mayo.

El olor a jazmín de madrugada,

tras la noche sellada por los besos,

se hace halo de amor entre mis manos

que transpira la esencia del deseo.

Se hace halo de amor, silencio y calma

—la pasión reverdece en el recuerdo—

y se expande de pronto al infinito,

a cielo y mar, a piedra y viento,

y es ya el olor de Dios,

presagio del misterio.

 

*Las fotos son de Laure Albin-Guillot. Nació en París en 1879 y falleció en 1962. Trabajó en moda y en desnudo femenino con una estética pictorialista. Uno de sus retratos más famosos fue el de Paul Valéry, realizado en 1940.

* El poeta, profesor (es uno de los grandes expertos en José Agustín Goytisolo) y rapsoda Ramón García Mateos, un salmantino afincado en Tarragona, publica una antología de su obra: ’Rumor de agua redonda’ (1998-2010) en la Diputación de Salamanca. Ramón y yo nos conocimos en Cuba en 1997 y realizamos una gira por Cienfuegos, Cumanayagua y La Habana, organizada por El Silbo Vulnerado. Fue un viaje inolvidable para mí. Gentilmente, me envía tres poemas de su nuevo libro.

Paul Valery, 1940.

 

 

 

3 comentarios

ELMER WERNER -

...un fiasco de poesía, y para colmo, este "profesor" ganó un premio en Honduras...es una pena que estos poetas muertos funcionen para quienes creen en ellos. Es un poeta falso, absolutamente falso...

Alberto Jambrina Leal -

Gracias Ramón: Zamora, Roma, La Habana, cuantas cosas en común expandidas por el don de tu palabra. Hasta otra compañero goliardo.
Alberto Jambrina, Zamora

Gradiva -

Estupendas fotos las de Laure Albin guillot, mujer y fotógrafa pionera. Gracias por esta entrada... y todas las demás.
http://gradivaartetotal.blogspot.com/2010/12/laure-albin-guillot-fotografa.html