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Antón Castro

EMILIO GAVILANES Y SUS HAIKUS

SALTA DEL AGUA UN PEZ

 

[El editor y escritor Andrés Trapiello escribe en su blog sobre Emilio Gavilanes, narrador en breve y en largo, y ahora también poeta: poeta de la concentración, de la pureza, de la intensidad, de la naturaleza y del asombro. Emilio publica en Comares su primer poemario: ‘Salta del agua un pez’.]

 

Por Andrés TRAPIELLO

 

LLEGÓ un día, como otros envíos, por correo ordinario. Como tantos, era un delgado libro de versos, un puñado de folios. Como casi siempre, de un autor desconocido. Pero desde las primeras páginas, la sorpresa dio paso a la certeza como quien abre una puerta y con la mayor naturalidad nos pide que pasemos delante. Los poemas, con esa cortesía de la brevedad que ningún poema tiene en mayor grado que los haikús, podían ser de un poeta desconocido, pero en absoluto inmaduro. Bien al contrario, estaban escritos desde la plenitud, la de su autor, y la de la poesía. Todo en el libro parecía meditado, ponderado, escogido.

Meses después, el vértigo de la vida que llevamos acaba imponiéndonos una inexplicable lentitud para las cosas que importan, casi un año después, decía, y tras una carta de respuesta, el autor de aquel libro salió de su sombra, y por una vez pasaba también él delante de sí mismo. Era un hombre serio, tímido, paciente. Lo era, si había esperado a sus cincuenta años para reunir los poemas de aquel que era su primer libro. Escuchaba con atención y sin impacientarse, hablaba sin la menor afectación y con sosiego. Sus observaciones eran siempre inteligentes, sus temores sólo el fruto de la prudencia. Imagina uno al Caballero del Verde Gabán con las trazas de este Emilio Gavilanes. Año y medio después, el libro ha visto la luz, los haikús han saltado hacia lo más alto, y los vemos en el aire unos instantes, antes de desaparecer de nuevo, libres de nuevo en lo más hondo.

 

 

La niña coja                                   En una grieta

–aún no sabe que es coja–           la uva. Pasan los coches

juega y se ríe.                                sin aplastarla.                       

 

Sobre un coche                              A un lado y otro

del parking subterráneo                 –tapia del cementerio–

dos hojas secas.                            brotan las flores.

 

Le pido a Emilio Gavilanes –que me anuncia que su libro viene en camino, en dirección a Garrapinillos- que me envíe algunos otros textos. Y él escoge estos:

 

Tarde de nieve.

Al arrancar el coche

asfalto seco.

 

Baño en el río.

Quieta, limpia está el agua.

Aquí se ahogó un niño.

 

Pica el gorrión

de la paella que alguien

ha vomitado.

 

Se seca el río.

Su fondo misterioso

son meras piedras.

 

Paró la lluvia.

Y la ropa tendida

sigue goteando.

 

*En todas las fotos aparece la modelo y fotógrafo Lee Miller.

 

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