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Antón Castro

PEDRO BOSQUED: CUENTO DE CIRCO

Pedro Bosqued, escritor, farmacéutico y apasionado del Real Zaragoza, acaba de ser finalista del concurso FAES Farma con este texto ‘El circo de los mejillones’. Me lo envía gentilmente y aquí está para los lectores y visitantes del blog.

 

 

 

EL CIRCO DE LOS MEJILLONES

 

Por Pedro BOSQUED 

 

 

    La segunda tarde consecutiva en la que no fue al circo tiró las entradas a la papelera. No estaba segura de que le gustasen los leopardos, ni sabía con qué saciaban su sed. La primera tarde que no fue al circo estuvo en un tris de coger las entradas del cajón, pero al abrirlo y ver la caja de Bondenza, recordó que aún no había tomada la pastilla. Se imaginó cómo tragaban los leones, sonrío y dejó a los leopardos para el día siguiente.

 

   La tarde siguiente, su nieta se había comido una fuente bien honda de mejillones hervidos al vapor como si nada, solo cuando quedaba uno le preguntó a su abuela si a los leopardos les gustaban los mejillones. Antes de traer el postre, la abuela le contó que no lo sabía, que podía ser que comieran de todo, pero que como no se recomienda comer mejillones cebra era probable que los leopardos prefiriesen no comerlos.

    La nieta se imaginó un parque inmenso con un paseo en sombra en  el que los leopardos y los mejillones cebra se cruzaban miradas intencionadas con la excusa de tirar las entradas para ir al museo en la papelera. Preferían pasear un rato más por el parque que ir al museo de cera a ver domadores de cartón piedra con sombrero alto. Aunque el domador fuese todo de negro, a los mejillones cebra lo que les chiflaba eran las manchas amarillas de los leopardos.

 

  La abuela le preguntó a la nieta si le apetecía echarse una pequeña siesta. La nieta le dijo que mejor pintaría un poco. No quería que se le olvidaran el parque y sus paseantes. Le deseó a su abuela sueños de todos los colores y, cuando se subió a acostar, la nieta cogió una lámina A4 blanca sin marco y empezó a dibujar árboles descendentes, después un camino ascendente y una montaña a la inversa, como si fuera una papelera con forma de embudo llena de colores. Cuando dibujó a los leopardos paseando por el camino estuvo a punto de tirar la lámina a la papelera, pero al no verla a primera vista volvió al dibujo. Empezó a pintar mejillones como si fueran gotas de lluvia negra y los leopardos abrieron la boca para calmar su sed. A los tres minutos la lámina A4 estaba llena de gotas negras con forma de mejillón cebra, antes de que pasaran cinco la lámina estaba a punto de empaparse. La nieta encendió la lámpara y puso el dibujo junto a la bombilla. Cuando la lámina estaba casi seca, vio que el dibujo ya no era el mismo. Los árboles habían crecido en sentido ascendente y la montaña había perdido todos los colores menos el amarillo y el negro. Pero lo que se quedó mirando fijamente fue el camino.  Subía y bajaba como un tobogán a lo largo de la lámina, pero no quedaba ni rastro de los leopardos una vez saciada su sed. La niña se preguntó si se habrían evaporado al ponerlos al calor de la bombilla. 

 

   Cuando bajó la abuela de la siesta, le preguntó si quería ir esa tarde al circo. La nieta le dijo que mejor que no, que prefería seguir dibujando. Entonces la abuela cogió las entradas para el circo y las echó a la papelera. Sobre la lámina A4 sin leopardos. Preguntó a su nieta si podía apagar la luz y antes de que respondiese, la abuela le dio al botón de la lámpara negra. La nieta esperó a que estuviese su abuela en la cocina. Se acercó a la lámpara y vio, pegado como un imán, un diminuto mejillón cebra negro a punto de secarse del todo. Se lo metió en el bolsillo amarillo del chándal negro justo antes de que volviese su abuela para preguntarle qué quería para merendar. 

—Nada, abuela. He comido muchos mejillones; bueno, sí, ¿me puedes traer un vaso pequeño de agua?

De los que caben en cualquier papelera.

*Todas las fotos son de Mary Ellen Mark.

3 comentarios

Guillermo -

¡Joder qué bueno!

Hermi -

Siempre genial!!! (y sin tener que agarrarse a ningún peine)

Bárbara -

Me encanta este relato! Inclasificable... :)