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Antón Castro

PISÓN, PREMIO DE LA CRÍTICA

MARTÍNEZ DE PISÓN, PREMIO NACIONAL 

DE LA CRÍTICA POR SU NOVELA ‘EL DÍA DE MAÑANA’

[Ignacio Martínez de Pisón, que recibe el Premio de las Letras Aragonesas el viernes 27, acaba de recibir el premio de la crítica, de narrativa, por ‘El día de mañana’, que publicó el sello Seix Barral. El premio de poesía recayó en Tomás Segovia. Pisón está ahora de gira por Estados Unidos. Desde aquí le mandamos una inmensa felicitación. ‘El día de mañana’ es un libro espléndido. Coloco abajo la crítica que publiqué en ‘Heraldo’ hace más de un año. La primera foto es de Heraldo; la segunda de Josean Melendo: Pisón graba una entrevista para 'Borradores'.]

 

LECTURA DE ‘EL DÍA DE MAÑANA’

El día de mañana. Ignacio Martínez de Pisón. Seix Barral: Biblioteca Breve. Barcelona, 2011. 382 páginas.

 

Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) es un novelista metódico y talentoso. Y de una constancia imperceptible: se aplica a sus libros sigilosamente, con vehemencia, con una lucidez tranquila y con una especial conciencia del oficio. No quiere deslumbrar a nadie: es un novelista de fondo, realista, natural, el forjador de un estilo casi cinematográfico, tan paciente como invisible. Siempre hace muchas cosas: investiga el misterio y la muerte de José Robles Pazos, escribe guiones como ha hecho en ‘Las trece rosas’ o ‘Chico y Rita’, redacta novelas de excelente factura como ‘Dientes de leche’, ‘El tiempo de las mujeres’ o ‘Carreteras secundarias’. O incluso ordena una antología de cuentos sobre la guerra civil española en ‘Partes de guerra’. Pisón es un parsimonioso pugnaz: obsesivo, perfeccionista, discreto. Al quite y sin obsesión alguna por el desquite. Y es, ante todo, un auténtico novelista, heredero de Pío Baroja y de Sender, de John Cheever y de Patrick Modiano, de Mario Vargas Llosa, por citar algunos ejemplos.

Lleva en Barcelona alrededor de 30 años y ahora ha decidido rendirle un homenaje a una de las ciudades más literarias de España con ‘El día de mañana’, una novela que cuenta la vida de un personaje como Justo Gil Tello que será emigrante a la deriva, superviviente, pícaro, delator e iluminado. A través de una especie de casa con muchas ventanas, de un caleidoscopio del recuerdo, a Justo Gil Tello lo irán dibujando quienes lo conocieron, quienes lo ayudaron, quienes sufrieron algunos de sus desmanes y sus muchas deslealtades o aquellos para quienes apenas era un loco, un enamorado que soñaba, como don Quijote, en construirle una mansión o un refugio a una dama que solo era tal en una de sus más extrañas e imprevisibles quimeras.

Ese Justo Gil Tello, de origen aragonés y procedencia rural, llegó a Barcelona a con una madre enferma, a la que cuidará, a la que lavará, a la que sacará a paseo este inicial buen chico. Aquella era una España sórdida: de mentiras y miedos, de delaciones, de amores urgentes y de queridas a las que se conquistaban con perfidia y flores, y de hambre atrasada. Justo, en medio de una selva de hechos, de personajes (como aquella Ju-Ju, mucho más alta que él, tan sensual, tan rebosante de carne y belleza que le hinchaba la falda), intenta encontrar un camino. Va de trabajillo en trabajillo, de afán en afán, de chapuza en chapuza y secreteo, de estafa en estafa, y poco a poco se convierte en confidente de la policía política del régimen. Pisón cuenta todo eso con una fluidez imperceptible: sus criaturas rezuman verdad, verdad literaria y verdad vital, y colaboran en resolver un pequeño enigma: “¿Cuántas cosas se pueden contar de un personaje?”. Un personaje que vivía “en un constante estar alerta”, un personaje que se va haciendo acreedor a epítetos que no honran a nadie: idiota, paleto, “el peor de los confidentes”, que cobrará 4.000 pesetas al mes, capaz de matricularse en Derecho y de zambullirse en círculos nacionalistas, en las noches de Bocaccio o de leer a Jaime Gil de Biedma.

El procedimiento narrativo de Martínez de Pisón es el del ‘quest’: doce seres, con su propio latido y con su propia biografía, recuerdan a Justo. Entran y salen de su vida y de la novela. En cierto modo, Pisón emplea la estética de la mancha de aceite controlada, el mapa de las emociones. Esos doce seres entran y salen en diálogo con el lector, en diálogo con Barcelona y con una época abonada a la marginalidad, a la miseria, a la represión y a la impostura permanente. Justo Gil Tello es un impostor sin escrúpulos, y quizá se corriese el peligro de que la aventura de ese ser repulsivo y antipático pudiera interesarnos algo menos. Sin embargo, ocurre lo contrario: los personajes que cuentan se alzan una y otra vez, como ocurre con Carme Román -que es una mujer noble que se reinventa a sí misma y encarna la capacidad de aprendizaje, de rebeldía y de evolución de muchos españoles-, con Mateo Moreno, con Elvira Solé, con esa Loreto que decide cambiarse el nombre y ser Chantal, casi una diosa cotidiana a la busca del placer y de la libertad, con el periodista Manel Pérez, que escribe de la ultraderecha catalana, con el joven Noel. Esta es una novela de personaje y personajes, de vida y destino, de contexto social, una novela de una ciudad, y es el retrato de un desalmado que se anuda y desanuda a la fatalidad.

Pisón ha manejado mucha documentación y ha desempolvado muchos periódicos y las crónicas de Xavier Vinader. Y traza una paradójica existencia, dibuja numerosas tramas, recrea episodios y personajes –la protesta de los curas, el encierro de Montserrat, el entierro posterior de Carlos Barral, en un viaje al futuro, la evocación de Gil de Biedma…-, mira de frente al pasado (el franquismo y el principio de la Transición), y se permite numerosos detalles de humor (por ejemplo, aquellos “pedos vaginales” de Fina, una novia fugaz de Justo) y da rienda suelta a una vieja obsesión suya: la asociación de escritores de palíndromos, que llegan a reunirse en Sos del Rey Católico y dejan perlas del tipo “Eva usaba rímel y le miraba suave”.

‘El día de mañana’ es una novela compacta, muy bien hilvanada con sus voces y sus elipsis, dotada de una extraordinaria fluidez, una novela que prueba que Ignacio Martínez de Pisón conoce las respuestas más definitivas de los seres humanos, explora el camino del corazón y lo exhibe, sin retórica, en toda su belleza, en todo su dolor y en toda su complejidad.

2 comentarios

Soledad Fernández González -

Celebro mucho este reconocimiento a Martínez de Pisón, en mi opinión, un autor honesto y en constante perfeccionamiento. Admiro sus novelas y "Enterrar a los muertos": excelente.

santi -

Qué gran noticia para las Letras Aragonesas. La novela es extraordinaria y él mismo se había puesto el listón bien alto. Siento un gran orgullo.