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Antón Castro

CUATRO VIDAS EXCESIVAS EN CÓMIC

Sexto Piso, 451 e Impedimenta publican la biografía gráfica de B. Traven, Hunter S. Thomson, Zelda Fitzgerald y Virginia Woolf

 

Algunos personajes nunca podrán vencer a su propio mito. Ni podrán huir de lo que se ha escrito de ellos, de lo que ellos han dicho, casi como un exabrupto, o de lo que han hecho.  Virginia Woolf (1882-1941) será siempre una gran escritora que creó la idea de un cuarto propio, pero también una mujer depresiva y bilateral, frígida, que nunca encontró su sitio en el mundo. Zelda Fitzgerald (1900-1948) encarna la ambición y la frívola manera de vivir de los años 20, que le condujo, entre otras cosas, a la autodestrucción. Hunter S. Thompson (1937-2005), ese gran maestro de periodistas que se opuso a las mentiras y al mismísimo Nixon, es el ‘Rey del Gonzo’, “un patán autodestructivo, profundamente deprimido, furioso y trastornado”, mucho antes que un “artista de la prosa innovadora y el periodismo de investigación”, su auténtica condición, tal como dice el editor Alan Rinzler. ¿Qué decir de B. Traven (1882 o 1890- 1969), que asumió hasta 30 identidades, fue ladrón y conoció la cárcel, y usó diversas nacionalidades? Los cuatro son objeto de recientes biografías en viñetas o de novelas gráficas que se leen y se ven con auténtica fascinación.

Michèle Gazier y Bernard Ciccolini retratan e ilustran la vida de Virginia Woolf, para el sello Impedimenta, que crea la colección ‘El chico amarillo’. Abordan su sensibilidad enfermiza, la temprana pérdida de su madre y la severidad de su padre, su formación, la relación con su hermana Nessie, el círculo de Bloomsbury, el encuentro con Leonard Woolf y la creación del sello Hogarth Press, su atracción hacia Katherine Mansfield y Vita Sackville-West, con quien hizo un viaje en coche por la campiña francesa. Y siempre, siempre, fue presa de sus fantasmas, de la incertidumbre, del dolor de existir, que culminó con su muerte en el río Ouse. El libro está lleno de sensibilidad y de detalles, y ofrece una interpretación, en tonos verdes, de su literatura y de sus terrores.

Zelda fue una inconformista y una mujer fatal. Segura de sí misma, seductora desde muy joven, halló en Scott Fitzgerald a su media naranja. Se amaron, se casaron, viajaron a París, a Italia, y juntos, tras el éxito, vivieron una espantosa decadencia. La derrota de los sueños, la esclavitud del alcohol y del desamor. Él falleció pronto y ella, que había querido ser bailarina, murió ocho años después víctima de un incendio. Tiziana lo Porto y Danielle Marotta le devuelven, en tonos claros y azules, la vida en ‘Superzelda’ (451. Traducción de Cuqui Weller) y la dibujan como una mujer fascinante, al borde del abismo y la locura. Dijo: “La muerte es la única verdadera elegancia”.

Golo (seudónimo de Guy Nadeau, Bayona, Francia, 1948) es el autor de la historia y los dibujos de ‘B. Traven. Retrato de un anónimo célebre’ (Sexto Piso. Traducción de Raquel Sevilla). Se trata de un personaje irreductible y moderno, que nació en Alemania en 1882 o en Chigago en 1890, no se sabe bien, y que murió en 1969. En ese instante empieza este tebeo, que es todo un ejercicio de colorido, de complejidad estructural e iconográfica, de técnicas mixtas y, sobre todo, es el compendio de una vida excesiva. Bruno Traven, enamoradizo y viajero, pareció estar en todas partes: en Berlín, en Estados Unidos, en México, con el arte maya o con el fotógrafo Edward Weston. A pesar de su accidentada vida, también trabajó para el cine, y firmó libros como ‘El tesoro de Sierra Madre’, ‘Macario’ y ‘El barco de la muerte’.

Wil Bingley y Anthony Hope-Smith firman ‘Gonzo. La historia gráfica de Hunter S. Thompson’ (451. Traducción de Santiago García), el autor de ‘Miedo y asco en las Vegas’ o ‘Los Ángeles del Infierno’, un tipo duro y maldito que defendió la libertad individual y que fue uno de los protagonistas de la contracultura y algo más que un compañero de viaje de la generación ‘beat’. Provocador, cínico y hedonista, este reportero que vivió peligrosamente también era frágil: entre otras cosas no pudo soportar el desamor.

 

*Este artículo se publicó el lunes en 'Heraldo de Aragón'.

  

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