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Antón Castro

ÁNGEL GUINDA, SOBRE 'RIGOR VITAE'

Ángel Guinda es uno de los grandes poetas españoles. A menudo demasiado inadvertido. Acaba de publicar ’Rigor vitae’ (Crueldad de la vida) en Olifante. Uno de esos poemarios que contienen un descenso al infierno de la vida y de la imaginación. He aquí un diálogo sobre el libro.

Ángel Guinda: "Escribo para no morir"

 

- Ángel, Premio de las Letras Aragonesas, Premio Imán por su creación literaria, felizmente jubilado, parecía que debías estar muy feliz. Eras querido, elogiado reconocido…Y sin embargo…

Estoy feliz conmigo mismo y soy feliz en mi vida privada. Pero me torturo al empatizar con los afectados por una situación de desgracia individual  injusta, alarmante e impuesta por un sistema bestialmente egoísta, descerebrado e inculto que pretende hacerse fuerte esclavizando a los frágiles; sabiendo –por enseñanza de Nietzsche- que los fuertes son los deleznables y los frágiles son los fuertes.

 

- ¿Qué pasó por tu cabeza y por tu pluma en los diez meses de Rigor vitae?

En primer lugar esta pregunta incriminadora de Jean Baudrillard: “¿Qué hace usted con la realidad de la miseria, del sufrimiento y de la muerte?” En segundo lugar la confianza en la capacidad del lenguaje poético para subvertir el desorden actual de las cosas, creer en la fuerza metafórica para reinterpretar el mundo. Gritar que la verdad aún no es mentira, demostrar que la mentira nunca será verdad. Y llevar a la práctica este lema que se me apareció: “Goya pintó los desastres de la guerra, yo cantaré los horrores de la paz”; porque estamos viviendo una globalizada y silenciosa manifestación  permanente de paz violenta que nos inyecta sobredosis de resignación estéril.

 

- ¿Cambió tu percepción de la poesía o de la vida en este tiempo?

Por supuesto. Cuando la realidad es tan brutal, inútil o aniquiladora de  inteligencia, sensibilidad, dignidad, memoria y conciencia; cuando el Poder –paradójicamente tan débil, interesado e ineficiente- se ha apropiado cínicamente del valor de expresión y comunicación de la palabra, el escritor debe poner su imaginación al servicio de los demás para rehabilitar el lenguaje, para renombrar las cosas hacia una nueva y mejor realidad moral que resuelva el conflicto de destrucciones entre la realidad evidente y la realidad virtual.

 

- ¿Cuáles son las claves de este libro, por qué hay tanta tiniebla, tanta sombra? Parece el libro de un viaje al infierno del que se regresa seriamente tocado, gravemente enfermo…

El poeta se identifica con el sufrimiento, con la caducidad de todo: “el mal de las flores, que es su marchitar”. Hay palabras que se repiten a modo de claves: luto, humo, fronteras, clavos, tornillos, mazo, sombras, hienas, tenias o solitarias, serpientes, cuervos, búhos, lechuzas, leonas, búfalos, guepardos…Hay una visita dantesca al Purgatorio en la Tierra (“donde tantos sufren y otros miran sufrir”), en una atmósfera de “Rigor vitae” o “crueldad de la vida” para los vivos resistentes, aquellos para quienes la vida es un secuestro y nunca han visto al Secuestrador (¿Dios, la fatalidad de haber nacido?

 

- ¿Querías describir lo terrible, el terror de estar vivo?

Durante los últimos años vivo y escribo con una sensación de abismamiento interior con respecto al vacío exterior. En ese abismamiento coinciden el dolor personal de ese unamuniano sentimiento trágico de la vida y el dolor cívico por el prójimo que resiste pacíficamente el acoso violento de un presente oscuro y al más incierto y negro futuro sin perspectivas, sobre todo para jóvenes y ancianos. ¿No es esto aterrador?

 

- Perdona la frivolidad: ¿qué le debe este libro a la crisis? Hay ecos claros en varios poemas: “Los inmigrantes”, “Entre quitamiedos…” o “Concatenaciones”.

La primera sección del libro (“Cantos del luto”) es una reacción de vitalismo hostil contra la crisis económica, de valores, de conocimiento e identidad del ser humano desamparado, ahogándose en medio tanta suciedad social, política, económica, religiosa, institucional.

 

 

 

- Dices: “Uno pasa la vida persiguiendo sombras”. ¿Eres un perseguidor de sombras?

En una civilización decadente, en un mundo y un tiempo inseguros, la paz, la felicidad, el amor, la cultura, se convierten en sombras de sueños inalcanzables. Debemos perseguirlas y aniquilarlas para volver a instalarnos en la energía de la voluntad, del esfuerzo, de la quimera y de la utopía.

 

- También te retratas, o al protagonista de tus poemas, como un hombre de humo. ¿Por qué?

El protagonista de los poemas es el poeta mismo. El humo aparece como símbolo de la fragilidad, de la evanescencia, de lo efímero, de la caducidad de todo frente a la nada. Durante toda mi vida he fumado y fumo demasiado, vivo en una nube de humo: aquí está el referente real.

 

- ¿Es este tu libro más existencialista y desgarrador, tienes la sensación de que nunca habías descendido hasta un pozo tan profundo de desesperación?

Mi poesía siempre ha sido existencialista, y ahora todavía más. En momentos de insultante superficialidad, de caída del ser humano en la banalidad anuladora (ya lo percibió Heidegger), hay que profundizar en el pensamiento, en los sentimientos, en las emociones con afán regenerador, rehumanizante, por más que pensar cueste lo impensable, por más que tanto profundizar nos hunda.

 

- ¿Cómo dirías que es aquí tu forma de rebeldía, de protesta?

Una insurrección del lenguaje, dar a la palabra poética el mayor protagonismo posible: hacer de ella una religión, una política, un exilio, un destino, una pasión por la que permanecer vivos, un escudo, una estrategia guerrillera de autodefensa y agresión a cuanto nos agrede.

 

- ¿Has dejado de creer en la política y en la Historia?

Me he anarquizado más. Pero como demócrata inocente necesito seguir creyendo en la política como medio de defensa de los derechos de las personas, como instrumento para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. Y necesito creer en la Historia como espejo en el que el individuo y los pueblos reconozcan sus orígenes, su pasado, y así comprendan el presente en el que se encuentran y el futuro al que se proyectan. Otra cosa es que me sienta invadido por un desengaño que invita a desertar de la política y de la Historia por culpa de políticos corruptos e historiadores parciales: hacia unos y otros mi condena total.

 

A veces he tenido la sensación de que eres un romántico sombrío, un expresionista desolado, un hermano de leche de desgarraduras de Cioran y de Víctor Mira…

Milito en el romanticismo como revolución aún no agotada, y también en cierto expresionismo torturado que exagera y distorsiona los hechos para conseguir el máximo impacto emocional. Las vidas y obras de Cioran y de Mira forman parte de mi imaginario cultural.

 

¿Cómo se puede sostener durante tanto tiempo la intensidad poética, la búsqueda de lenguaje, la conciencia del arte en esta vecindad de la muerte?

Aceptando el destino poético por el que uno se siente requerido y la creación de lenguaje como venganza contra la desaparición que nos impone la muerte. Acaso escribo para no morir, aunque me deje la vida en lo que escribo.

 

¿Sería, no, la muerte el tema de este libro?

El tema principal. La agonía o lucha del superviviente ante la decidida y perenne acechanza de la muerte. Todos convivimos con la muerte.

 

 

 

 

¿Has querido hacer una elegía a ti mismo o conjurar la tentación del suicidio?

El libro contiene una elegía al mundo en esta época opaca y una elegía a mi propio mundo personal en los inicios de una salud precaria, degradación y acabamiento. Respecto al tema del suicidio (presente en mi poesía desde sus comienzos) mi instinto de conservación, pese a la tendencia autodestructiva, me recuerda estas palabras de Cioran: “Quien no ha pensado nunca en matarse se decidirá a ello mucho antes que quien no deja de pensar en ello”.

 

Dices que eres un desertor de este mundo. ¿Qué salvarías, existe algún mensaje de esperanza en este libro?

- El triunfo del lenguaje y de la Naturaleza. El mensaje esperanzador que incita a huir de toda negatividad: “¡Escapar! Siempre hacia lo irreal, siempre hacia lo imposible. ¡Y escapar después de la escapada!”

 

 

1 comentario

Catalina Anguissola -

Profunda y magnífica entrevista. Enhorabuena a los dos. Guinda, no obstante ser el gran poeta de la muerte, rebosa vitalidad. Se necesita mucha energía para escribir un poemario como RIGOR VITAE.