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Antón Castro

EL REAL ZARAGOZA Y LAS INSTITUCIONES

[José Luis Melero Rivas es zaragocista, es decir del Real Zaragoza, casi desde la cuna. El estado del conjunto blanquillo le preocupa. Ayer publicaba en ‘Heraldo de Aragón’, del que es asiduo colaborador tanto en ‘Artes & Letras’ como en ‘Opinión’, este artículo apasionado. Fue felicitado por doquier: uno de los días que más sms y emails recibió alguien que todos los jueves recibe muchos por su sección 'Fábulas con libro'. Luis Alegre dijo de él que era “un hombre, un amigo que siempre genera buen rollo”.]

 

 

 

El ZARAGOZA Y LAS INSTITUCIONES

 

Por José Luis MELERO RIVAS. Escritor y bibliófilo

En demasiadas ocasiones, para no ayudar al Zaragoza, se esgrime el argumento de que es una sociedad anónima y que las instituciones no deben inmiscuirse ni participar en los avatares de lo que es un negocio privado. Grave error, porque el Zaragoza es mucho más que una sociedad anónima. Aragón Televisión tiene un programa diario (El Avispero) y uno semanal en horario de máxima audiencia (La Jornada) dedicados al Zaragoza; y lo mismo ocurre con la radio pública aragonesa (con un gran programa diario, Tiempo Extra) y la práctica totalidad de las emisoras de radio privadas (pensemos en Radio Ebro). Este mismo periódico dedica entre dos y cuatro páginas todos los días a hablar del Zaragoza. Pues bien, yo nunca he visto que a SAICA, a PIKOLIN o a Frutos Secos El Rincón, la televisión, las emisoras de radio o los periódicos les dediquen una atención y un espacio siquiera parecidos. Y aún tiene que ser la primera vez que vea que Heraldo de Aragón dedica sus editoriales a Automóviles Sánchez o Aragonesa de Piensos, mientras que al Zaragoza le ha dedicado unos cuantos en estos últimos tiempos. Yo tampoco estaría escribiendo este artículo si fuera una sociedad anónima al uso la que pasara por problemas. No, desde luego, por falta de interés o sensibilidad hacia las empresas aragonesas en apuros, sino porque no lo consideraría un asunto de Estado. El Zaragoza, que es más que un club, es sin embargo un asunto de Estado, porque trasciende con mucho lo que sería una simple sociedad anónima. El Zaragoza gestiona, representa y canaliza los sentimientos de miles y miles de zaragozanos y aragoneses (más de treinta mil de ellos llenaban hasta hace bien poco las gradas de La Romareda, cosa que me parece que no ocurre los domingos en las instalaciones, pongamos por caso, de Gas Aragón) que vibran, se alegran y padecen con su equipo. Y no hay sino ver para ello la enorme conmoción que se está viviendo en la sociedad aragonesa ante una eventual desaparición del equipo.

Necesita pues el Zaragoza un trato especial y diferenciado por parte de las instituciones. No vale decir que es una sociedad anónima y mirar para otro lado. Hoy, desgraciadamente para todos, el Zaragoza es un serio problema para la comunidad. Y a nuestros gobernantes los elegimos precisamente para que intenten solucionar nuestros problemas. El hecho de que Agapito Iglesias sea el máximo responsable de la situación actual del equipo no exime de responsabilidad a nuestros representantes a la hora de ayudar a arreglar el desaguisado. Tampoco el PP es responsable de la crisis heredada y sin embargo tiene que trabajar todos los días para tratar de sacarnos de ella. Cuando uno gobierna se enfrenta todos los días a problemas que no desea, que no ha creado y de los que no es responsable. Pero hay que gobernar, y eso significa tomar medidas y afrontar los problemas con coraje y determinación. Uno cree que los problemas de verdad son otros: el paro, la sanidad, la educación… Pero si hay voluntad, siempre quedará un rato en el día para pensar en cómo echarle una mano al Zaragoza.

            Las instituciones deben buscar la fórmula de ayudar al Zaragoza, porque es importante para Aragón, porque miles de ciudadanos así lo demandamos y porque está en juego mucho más que la existencia de una sociedad anónima. Está en juego la vergüenza torera de que Aragón no deje morir al que es su equipo de fútbol más emblemático. Después de 82 años de historia, sería muy triste tener que redactar un epitafio en el que se leyera: “El Real Zaragoza murió abandonado por todos, siendo presidenta de Aragón Luisa Fernanda Rudi y alcalde de la ciudad Juan Alberto Belloch”. Imagino que nuestros políticos no querrán pasar a la historia como los enterradores del equipo. Entre otras razones, porque muchos miles de aragoneses no se lo perdonaríamos jamás. Así que manos a la obra. Perras del erario público, ni una. Pero ayudar, mediar, buscar complicidades, gestionar y pilotar el cambio de propiedad… todo el día, sin parar. Hasta la extenuación. Para que nadie pueda echarles en cara jamás que no lo intentaron.

            Si Aragón dejara morir al Zaragoza, uno sentiría tanta vergüenza que no podría volver a envanecerse, como nos enseñó Braulio Foz en el XIX, de sentirse aragonés. Habría que ocultar nuestra condición, hasta ahora tan sagrada, como un estigma vergonzante. “Delenda est Monarchia”, escribió Ortega premonitoriamente en 1930. Que no tengamos que escribir nada parecido estos días en relación a la pervivencia de nuestro equipo. Por el bien de todos. Por el bien de Aragón.

 

                                                                                              José Luis Melero

 

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