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Antón Castro

PILAR LORENGAR: OPINIONES

PILAR LORENGAR: OPINIONES

Pilar Lorengar (Zaragoza, 1928-Berlín, 1996) despertó admiración y cariño. Fue una mujer bondadosa y llena de humanidad. Constituye con Pilar Bayona, Luis Galve, Eduardo del Pueyo, Antón García Abril y Daniel Montorio, por citar nombres incuestionables, una de las figuras capitales que dio la música aragonesa al mundo en el siglo XX. Recogemos aquí algunas de las valoraciones de sus compañeros, de especialistas, de críticos o de seguidores. Algunos testimonios están recogidos en su primera biografía: ‘Pilar Lorengar, una aragonesa en Berlín’ (DGA / Universidad de Zaragoza) de Sergio Castillo y Alejandro Martínez, que también puede verse y leerse como el mejor complemento a la exposición que se exhibe en el Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporáneos ‘Pablo Serrano’. Por cierto, se presenta este martes.

PLÁCIDO DOMINGO: “Ella y yo nos entendimos enseguida, como era lógico entre dos cantantes españoles que se encuentran en el extranjero, tan lejos de su patria. Pero es que además había entre nosotros un nexo más, ya que Pilar había nacido en Zaragoza, precisamente la ciudad donde yo había pasado algún tiempo de mi infancia y de la que todavía hoy guardo imborrables recuerdos. Mi abuela paterna, nacida en La Codoñera -en Teruel- regentaba un restaurante en el Tubo de Zaragoza y Pilar había crecido no lejos de allí, en el barrio de El Gancho. Mi padre nació de hecho en Zaragoza, en 1907. Siempre he dicho que corre sangre aragonesa por mis venas. Todo aquello hizo que Lorengar y yo nos entendiésemos desde el primer día, como dos auténticos maños. (…) No fueron demasiadas las ocasiones en las que pude compartir el escenario con Pilar Lorengar, pero sin duda todas ellas fueron intensas y han quedado guardadas en mi memoria. (…) Pilar era un ser maravilloso, angelical, su voz y su alma reflejaban un mismo encanto, una misma dulzura. (…) Era una mujer de raza, una persona espléndida y una artista completa”.

 

JESÚS LÓPEZ COBOS. “Mantuvimos una relación muy estrecha, era deliciosa; siempre hacía las cosas en silencio. Pocos antes del 9 de junio de 1990, la fecha de su última representación en Berlín, me llamó para preguntarme si yo podría dirigir ‘Tosca’, pero solo me dijo que sería su última función una semana antes. Y lo mismo ha sucedido con su muerte. No quiso que nadie lo supiera, ni siquiera su hermano. Yo hablé apenas diez minutos antes de su muerte con ella, y no me comentó nada, no se quejó, estuvo como siempre y se ha ido como vivió siempre: sin querer hacer ruido”. “Pilar fue, por lo que toca a su profesión, el perfeccionismo en persona. Y su belleza exterior quedó reflejada siempre en su modo de cantar, en su presencia escénica y en su vida privada. Todo en ella fue bello y su sentido de la estética presidió todos los actos de su vida. Pocas veces me he encontrado con una persona que transmitiese tantas sensaciones positivas, tanta alegría de vivir. (…) Pilar vivió su profesión al máximo y con una dedicación absoluta. Para ello pienso que renunció incluso a la maternidad, por temor a no poderla compaginar con su profesión. Para mí fue el ejemplo perfecto de honestidad artística. Siempre estará en mi olimpo personal de artistas universales”.

ODÓN ALONSO. “Era una mujer luminosa, deslumbrante, que irradiaba paz y dulzura. A ellas le gustaría que la recordáramos siempre con una sonrisa. Tenía Pilar los atributos profundos de la belleza; era bella en su naturaleza, en su espíritu y en su arte”.

ÁLVARO MARÍAS. “Pilar Lorengar es una de esas cantantes que merecen el mayor de los respetos: su carrera es un símbolo de inteligente, de seriedad, de constancia, de profesionalidad en el mejor sentido de la palabra”.

MIGUEL ÁNGEL TAPIA. El pianista y director-gerente del Conservatorio conserva espléndidos recuerdos de Pilar Lorengar. Vivió con ellas algunos momentos imborrables. “Primero. Cuando vino a cantar al Principal, se enteró de que yo era pianista y que le podía hacer algunas escalas. Así lo hacíamos. Aprovechaba para vocalizar, para realizar pequeños ensayos, y yo la oía embelesado. Siempre me fascinó su suavidad, su modo de cantar, su sencillez y, si puedo decirlo así, su piel blanquísima. Segundo. Un día me llamó y me dijo que quería cantar el ‘Ave María’ de Gounod ante la Virgen. Ella siempre tuvo gran cariño hacia la música religiosa. Hablé con el Cabildo y todo se puso en marchar. Me pidió que tocase el órgano. En teoría, nadie había grabado aquel instante mágico. Maravilloso. Histórico. Algunos años después, la periodista de Radio Zaragoza Conchita Carrillo me dijo: “Tengo algo muy especial para ti”. Me dio una cinta de casete. Lo oí y era aquella grabación. Se la llevé a Daniel Ríos, al Laboratorio de Sonido, y repartí algunas copias. Creo que es algo muy entrañable que define a Pilar Lorengar: su amor a la ciudad, a la música y al Pilar”.

 

PILAR TORREBLANCA. Soprano y discípula de Pilarín Andrés, era una de las grandes amigas de Pilar Lorengar. Participó en su homenaje póstumo en el Auditorio, con Miguel Zanetti al piano, y con Alfredo Kraus, Pilar Márquez, Pedro Lavirgen y Sergio García. Estuvo con ella en Berlín, en Madrid y en Zaragoza. “’Loren’, así le decíamos sus amigos, me llamaba siempre. Me daba consejos de todo tipo: de repertorios a elegir, sobre todo. Era sencilla y humilde. Yo estaba siempre a su lado: la acompañé cuando cantó el ‘Réquiem’ de Giuseppe Verdi, luego en un homenaje que recibió en Madrid; estuve con ella cuando dio el pregón, antes de cambiarse y después, y el día que cantó en el Pilar. Había muy poca gente; Pilar Andrés, a la que admiraba por sus métodos de respiración, también. Cantó ante el altar, y yo, llorando, me quedé en el coreto pequeño. Miguel Ángel Tapia estaba como un flan al órgano, y ella igual, nerviosísima y emocionada. Fue algo impresionante, maravilloso. Enferma ya, se estaba despidiendo de su Virgen del Pilar. De Pilar Lorengar me gustaba el color de su voz. Su constancia. Trabajó intensamente. Tenía un pequeño problema que era un poco su secreto: una voz con un trémolo algo mayor que lo natural, y se esforzó en dominarlo. Tiempo después vio que algunos cantantes exageraban esa vibración. Les preguntó por qué lo hacían. Le contestaban que era por parecerse a ella. Y Pilar me dijo una frase de Baltasar Gracián: “Benditos sean mis imitadores porque de ellos serán mis defectos”. Le he visto cantar cosas increíbles: la Desdémona de ‘Otello’, el ‘Don Carlo’, los temas de ‘lied’. Su voz tenía luz, igual que ella. Estaba cargada de sutileza y de luminosidad en la forma de cantar. Era sencilla, humilde y normal. Ella y Alfredo Kraus poseían una normalidad que no he visto en nadie”.

 

MIGUEL ZANETTI. “Pilar Lorengar fue una de las personas con las que mejor me he entendido personal y musicalmente. Era un placer trabajar con ella y se distinguía por una honradez musical excelente. La acompañé en varios de sus últimos recitales: en Berlín, en Murcia y en Oviedo, cuando se le concedió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes de 1991”.

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