Blogia
Antón Castro

MARÍA PILAR CLAU EXPLICA LAS CLAVES DE SU NOVELA 'LA SOBRINA'

MARÍA PILAR CLAU EXPLICA LAS CLAVES DE SU NOVELA 'LA SOBRINA'

 

"La verdad es un camino recto,

amplio y luminoso"

 

María Pilar Clau (Laluenga, Huesca) es periodista y escritora. Publica una ambiciosa novela familiar, ‘La sobrina’ (Booket/ Planeta), que presentará en Zaragoza el próximo día 20 de febrero. Aquí explica algunas claves de una narración donde se cuenta la historia de una mujer enigmática, Isadora Santorini, que deja su herencia, de manera inesperada, a una sobrina con la que no tenía demasiada relación: Amalia, a la que la vida no va bien del todo. Al principio, parecía que todo iba a ir a parar a su hermana Sofía. La novela aborda otros asuntos: la mentira, la corrupción, el peso del pasado, etc. 

-¿Cómo surgió ‘La sobrina? Es una historia, compleja, con muchos personajes y un escenario central en Luna Real

Surgió primero un personaje, Isadora Santorini; después, el título, que no era “La sobrina”, sino “La sobrina de Isadora Santorini”. Luego pensé otros personajes, otros títulos y otras historias; primeros folios que no conducían a nada. Sin embargo, la primera idea perseveraba en mi mente y, aunque no había seguido escribiendo detrás de unas escuetas primeras líneas de “La sobrina de Isadora Santorini”, algo dentro de mí vibraba con ese título y se iba fraguando poco a poco.

-¿Qué te interesaba abordar: la relación tan compleja entre dos hermanas, tal vez? Por cierto dedicas la novela a tu hermana, leo... 

Dedico la novela a mi hermana, Eva, a quien adoro. Es un regalo de cumpleaños. Unos días antes de su cumpleaños de 2014, un año después de la publicación de “Pétalos de luna”,  le pregunté qué regalo deseaba y su respuesta fue que le dedicara una novela. Cuatro años después, lo ha recibido.

El hecho de que la protagonista de “La sobrina” tenga una hermana nada tiene que ver con esto. Ni siquiera tenía prevista la existencia de Sofía cuando comencé a escribir la novela; este personaje surgió más tarde. A veces la historia propicia que aparezcan nuevos personajes, igual que otras veces los personajes favorecen que acontezca algo que no estaba previsto. No sé cómo lo hace el cerebro, pero me parece fascinante; debe de tener un mecanismo que genera miles de conexiones entre emociones, conocimientos, deseos, recuerdos, etc. ¡Y no solo de lo que hemos vivido! También de lo que nos contaron, lo que soñamos, o lo que simplemente imaginamos. Escribir una novela es para mí lo más fascinante del mundo.

-Da la sensación de que hay muchas cosas de tu vida: tu experiencia en el Gobierno de Aragón, tu necesidad de explicar algunos espacios de tu infancia y juventud. ¿Es así, qué hay de ti en el libro, qué querrías que hubiera? 

No intento explicar ningún espacio de mi vida en “La sobrina”. Al contrario que “Pétalos de luna”, que contenía muchos elementos autobiográficos, “La sobrina” es pura ficción. Por eso, escribirla ha sido puro disfrute. Lo único que tiene de real son los escenarios, todos. En especial los de Luna Real. Luna Real es Laluenga, con sus calles, su tierra y su cielo, sus montes… Los maravillosos paisajes que contempla Amalia Delibes desde su casa son los mismos con los que yo me recreo  desde mi casa de Laluenga, la casa de mis padres. Los campos son los campos de mi hermano: La Clamor, La Zaví, Los Corneses…  Con él los recorrí en más de una ocasión mientras escribía la novela.

En cuanto a mi experiencia en el Gobierno de Aragón, me vino bien para el trabajo de uno de los personajes. 

¿Qué hay de mí en el libro? Pues… Soy la autora, así que supongo (y deseo) que habrá mucho de mí aunque no me lo haya propuesto.

-¿En qué medida La sobrinaes una indagación en los secretos de la familia? 

Amalia Delibes indaga en los secretos de su familia buscando una verdad. Pero “La sobrina” no es tanto una indagación como una reflexión, una reflexión sobre la verdad. ¿Qué poder tiene una verdad que permanece oculta? ¿Sigue latiendo en la oscuridad y en el silencio esperando a que alguien la encuentre? ¿Qué porción de vida se le arrebata a quien se le oculta una verdad? ¿Qué se le entrega a cambio?

-¿Cuáles son los temas que te atraen y que te perturban? 

Me atraen todos aquellos que pueden ayudarme a ser mejor persona y a sentirme mejor conmigo misma y con los demás: la verdad, la confianza, la valentía, la libertad, la sabiduría, la humildad, la bondad, el amor…  Me perturban los que alejan de ello: el miedo, la mentira, la hipocresía, la envidia… Todos me interesan, unos y otros, porque todos forman parte de lo humano, y todo lo humano me interesa. Todo esfuerzo por tratar de comprender merece la pena.   

-¿Crees que todas las familias tienen un infierno de sombras?  

No. En absoluto. Una amiga por la que siento un gran aprecio, Cristina López Dumall, escribió sobre su abuelo que era el hombre más contradictorio que había conocido y, no obstante, en las cosas que contaba de él, observaba yo una gran congruencia. Acababa el relato con una frase de su abuelo que decía algo así: nos ponemos etiquetas unos a otros, pero somos demasiado complejos como para ajustarnos a una etiqueta.

Las etiquetas que imponemos a los demás nos confunden y nos ciegan. Si los otros no se comportan como esperamos, de acuerdo con su etiqueta, o de acuerdo al modo en que nos comportaríamos nosotros en una misma situación, lejos de tratar de comprender, nos apresuramos a juzgar y a condenar. Esos desencuentros, esas sombras, se dan en cualquier entorno; sin embargo, cuando se dan en la familia, que es el núcleo de nuestros afectos, pueden alcanzar una intensidad muy superior a la que se puede dar  en otros ámbitos.

-¿Por qué pasan los seres humanos de la indiferencia al interés, al egoísmo? ¿O cómo lo hacen tus personajes? 

Es algo que me pregunto, aunque no trato de responderlo. Todo está en todos. Si, como dicen, cada persona tiene una media de sesenta mil pensamientos diarios, y si de cada pensamiento que aplicamos a una misma emoción resulta un sentimiento distinto... Imagínate. Influyen nuestras experiencias, nuestros principios, nuestros valores… Todos somos lo mismo, pero nadie somos igual a otro.  Esa es la maravilla.

-Un tema fundamental es la mentira. La mentira que nace de la corrupción y de la cadena de pequeñas mentiras. ¿Has querido contar que el ser humano tiene esa inclinación a la paulatina autodestrucción o es pura fragilidad?

He querido reflexionar sobre la verdad, la verdad es un camino recto, amplio y luminoso por donde se puede transitar en paz y con libertad. Las mentiras apartan de ese camino. Algunas tienen la apariencia de atajos y uno cree que tomándolos va a llegar antes a su objetivo, pero no son más que distracciones, cuando no acaban siendo una condena. La verdad nos hace libres, mientras que la mentira se convierte en una cadena para quien la crea. La mentira puede ser también, en ocasiones, una forma de violencia. No creo que sea una inclinación a una autodestrucción, como dices, creo que en ocasiones es una forma de cobardía, otras veces son una forma de egoísmo o de vanidad.

-Háblanos de las mujeres del libro: Amalia, Sofía, Isadora...

Amalia es frágil por fuera pero fuerte y poderosa por dentro. Sofía es, por el contrario, fuerte en apariencia, pero superficial. Los dos personajes evolucionan a lo largo de la novela; Amalia, gracias a una gran fuerza de voluntad, y Sofía, por la fuerza de las circunstancias. E Isadora, ella es temperamento, equilibrio, justicia  y saber estar.

¿Cuál es el papel de los personajes secundarios? Los masculinos son muy poderosos: Jorge, Noel, y por supuesto Roland.

Me alegra mucho que me digas que los personajes masculinos son poderosos. En algún club de lectura de “Pétalos de luna” me dijeron que dejaba en mal lugar a los personajes masculinos.

Noel, “ese hombre en cuyas manos reposan el sol y la tierra”, está inspirado en mi hermano, Joaquín. Roland es el misterio, la irresistible atracción del misterio. Y Jorge encarna la debilidad humana.

-A veces la novela me ha hecho pensar en Doña Bárbarade Rómulo Gallegos. ¿Las has tenido en la cabeza, qué otras novelas o relatos te han estimulado?

No he leído “Doña Bárbara”. Tampoco sabría decir si me ha estimulado una novela en particular; quizá varias, quizá, de un modo u otro, todas las que he leído antes de escribir “La sobrina”. Seguramente entre esas miles de conexiones que se producen en el cerebro algunas tendrá su origen en novelas que he leído. Puedo decir que siempre he sentido pasión por las grandes novelas realistas del siglo XIX. Pero creo que todo lo que leo y me hace disfrutar, me hace pensar y me hace sentir, me estimula. Y lo que más me estimula son los lectores. Cada uno de los que se acercaron a mí en las ferias del libro para decirme cuánto habían disfrutado con “Pétalos de luna”; algunos repetían de memoria frases que yo había escrito, un chica muy joven me dijo que mi novela le había salvado la vida, otra que le estaba ayudando a superar una depresión. No he olvidado a ninguno. Ellos son mi mayor estímulo para seguir escribiendo.

-El libro plantea otras cosas más: la relación entre el mundo rural y el urbano. ¿Cómo es ese diálogo?

Mis amigos y vecinos de Laluenga me apoyaron contundentemente en cada presentación de “Pétalos de luna”. Estoy profundamente agradecida a todos. No solo vinieron a acompañarme a Huesca y a Barbastro, sino también a Barcelona. La presentación de Barcelona, en la Casa del Libro de Paseo de Gracia, se llenó de amigos, familia y vecinos de Laluenga que viven en Barcelona. Prometí que Laluenga estaría en mi próxima novela. Ya la tenía avanzada cuando hice la promesa, pero Laluenga entró en “La sobrina” con todo su ímpetu y la llenó de la luz, de la fuerza y de la paz que yo siempre he hallado allí. Cambié el nombre del pueblo por dos motivos: porque es ficción y por pudor. Luna Real contiene las mismas letras que Laluenga, excepto a la “g”, que transformé en “R”, así también conserva un pétalo de la novela anterior.

A mí, que  vivo en una ciudad y trabajo en otra, el pueblo me proporciona el equilibrio, el sosiego, la calma y una fuerza más allá de mí que proviene quizá de la tierra, de mis raíces o, seguramente, del amor de mi familia.  En “La sobrina”, quise llevar a “Luna Real” a una mujer que jamás había estado allí. Lo normal, lo que todos esperan, es que venda su casa y sus tierras y se marche, porque es lo que venimos viendo desde hace años, desde que comenzó a despoblarse el mundo rural. Tanto que cuesta entender otra decisión. Pienso que existe en cada uno una fuerza que viene del grupo, una inercia, diría yo, de las modas, de lo que hacen y desean los demás, y otra fuerza que está dentro de cada uno y que nos permite elegir. A veces la primera acalla a esta última quizá por temor a ir contracorriente, quizá porque confiamos más en el grupo que en nosotros mismos. Amalia Delibes no se deja arrastrar, ella elige, en contra de lo que se espera de ella. Cuando nos dejamos empujar por una o a otra fuerza es difícil contenerla. A veces cuesta tomar una decisión que esté en contra de lo que los demás nos aconsejan o sencillamente hacer algo distinto a lo que hacen todos, pero cuando hemos elegido lo que deseamos, entramos en el terreno de la luz porque es nuestro terreno.

-¿Cómo has vivido el paso de la primera novela a la segunda, que casi triplica en número de páginas, y es más compleja, más ambiciosa y más totalizadora?

“Pétalos de luna” surgió de una historia y de la necesidad de contarla. Sin embargo, hasta que encontré la voz narradora apropiada, no conseguí  hacerlo. Tuvieron que pasar más de diez años. He de confesar que, desde el momento en que hallé esa voz, Clara Barrabés, la novela surgió a borbotones, se desbordaba de tanto tiempo que hacía que estaba guardada. 

“La sobrina” no empezó con una historia, sino con un deseo y con un compromiso: el de hacerle a mi hermana el regalo que me había pedido. Y quería que fuera un gran regalo. Además, también era un reto para mí, que, después de publicar “Pétalos de luna”, me preguntaba si sería capaz de escribir otra novela. Y, sobre todo, si sería capaz de escribirla solo con el material que me ofreciera mi propia imaginación; una novela que no contara una historia real, ni estuviera basada en hechos reales. Y otro reto añadido: escribirla en tercera persona, lo cual supone un esfuerzo mucho mayor. Han sido muchas horas de intenso trabajo y dedicación absoluta. Y por supuesto, responde a una ambición, la de dar de lo mejor mí a los demás. 

 

*Una parte de esta entrevista apareció en Heraldo. La foto es de Verónica Lacasa, fotógrafa del diario en Huesca. 

0 comentarios