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Antón Castro

SOBRE CRISTÓBAL BALENCIAGA

LOS HILOS SECRETOS QUE LLEVAN A BALENCIAGA

 

Antón CASTRO

 

La vida está llena de meandros ocultos, de hilos secretos que trazan historias que, a menudo, esperan una mano o una voz que las revele. O ellas mismas, de golpe, se rebelan: son historias con corazón, con sorpresa, con protagonistas inesperados, con paisajes, con un arsenal de documentos. Algo así le ha sucedido a Pedro Usabiaga, fotógrafo, enamorado del arte y la moda, y admirador y estudioso de ese creador de moda y de belleza que fue Cristóbal Balenciaga Eizaguirre (Guetaria, Guipúzcoa, 1895-Jávea, Alicante, 1972), la perfección hecha sutileza, armonía de líneas y de color, torbellino de telas, hilvanado con refinamiento y sensualidad.

En uno de los regates del azar, Pedro Usabiaga descubrió que su tío José Luis Usabiaga, pintor y decorador, diseñador gráfico y escaparatista, poseía en sus archivos numerosos documentos, folletos, fotos y recortes de prensa sobre el modisto, centrados especialmente en actos sociales en San Sebastián , así como algunas piezas de tela y botones de su taller Eisa en la ciudad. De él y de uno de sus más cercanos colaboradores y compañeros, como Ramón Esparza .Así , entre recuerdos y descubrimientos familiares se gestó el núcleo o el arranque de una espiral que sigue expandiéndose. Balenciaga falleció el 23 de marzo de 1972, y cinco meses después , el 26 de agosto se le organizó una cena y desfile homenaje en la ciudad donostiarra cuya invitación diseñó el propio Usabiaga . Esa pieza, sofisticada y etérea, y unas fotos inéditas del acto están presentes en esta muestra, El siglo de Balenciaga, que se fundamenta en algunos otros polos: la presentación pública de la colección privada de Pedro Usabiaga, comisario como recordarán de una muestra anterior en el Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporáneos ‘Pablo Serrano’ (IAACC) sobre Balenciaga y el cine. Y el hecho de que, en este gozoso laberinto de coincidencias, su propia abuela, Cristina Azarlosa (madre, por cierto, de José Luis Usabiaga), trabajase de modista en Les Grands Magasins du Louvre, en San Sebastián, donde también se empleó un joven y ya talentoso Balenciaga en 1911, encargado al poco tiempo de adquirir modelos parisinos para la tienda. Se dice que Cristina adquirió allí la habilidad de coser botones de un modo muy peculiar , el mismo que el joven Cristóbal transmitiría posteriormente en sus talleres.

Hay algunas cosas más que decir y subrayar de este proyecto, que se ampara en algunos otros nombres propios: los dos grandes colaboradores y amigos del modisto, Ladislas “Wladzio” Jaworowski d’Attainville ( Paris 1899 , Madrid 1948 ) , cuya relación abarca el período de 1927 a 1948, y el ya citado Ramón Esparza Viela (Lesaca, Navarra, 1923-1997), su compañero desde 1949/50 hasta su muerte. Wladzio era un joven de sangre franco-polaca , hijo de una gran dama con linaje de los duques de Rivoli y príncipes d´Essling , y sería capital en su éxito y en su estabilidad emocional como tantas veces han contado los biógrafos y especialistas del modista de Guetaria. Con Wladzio, Balenciaga viajó a menudo por Biarritz y Bayona. En Biarritz, Balenciaga conoció a una de las grandes figuras de la Alta Costura : Gabrielle ‘Coco’ Chanel; allí visitaba su tienda y el Hôtel du Palais , otrora residencia de verano de la Emperatriz Eugenia donde le acompañaba Anne Debelle ,su Grande-Maîtresse y tatarabuela de Wladzio. En Bayona, les gustaba ir a los grandes almacenes Aux Dames de France y al Musée Bonnat, donde se deleitaban ante las obras de Jean-Auguste-Dominique Ingres y de Hippolyte Flandrin, especialmente. Quizá por todo ello, la muestra de El siglo de Balenciaga también viajará a Bayona, al Musée Didam, que participará en la producción con el Gobierno de Aragón y el IAACC ‘Pablo Serrano’.

Dentro de ese río de relatos ocultos, de casualidades que no lo son tanto, otro investigador de la moda y creador él mismo como Enrique Lafuente ha descubierto que Balenciaga tuvo bastantes conexiones con Aragón. Ramón Esparza, que era navarro, hizo algunos cursos de Derecho como alumno libre en la Universidad de Zaragoza, y él le presentó a una de las modelos de su vida: la zaragozana María Nieves ‘Meyes’ Hernández Ortiz (Zaragoza, 1924-París, 1962), que trabajó en la  célebre Maison Balenciaga del 10 Avenue George V de Paris, como maniquí de cabina, entre 1950 y 1956. Meyes está muy presente en la muestra: hay fotos extraordinarias de ella con varios modelos, y una curiosa primicia: un retrato suyo ejecutado por el pintor Mariano Gaspar Gracián, datado en 1950, que pertenece a la colección personal de Marta Navarro, nieta del arquitecto Félix Navarro, creador del Mercado Central de Zaragoza.

Balenciaga fue siempre un hombre sensible y muy conectado con las artes plásticas. Goya era uno de sus dioses y una de sus influencias, si puede decirse eso de un pintor sobre un modisto. En la muestra podrá verse la obra Dama con Mantilla, del pintor de Fuendetodos, que pertenece al Gobierno de Aragón ya que fundamenta maravillosamente esta recurrente fuente de inspiración, en particular para los modelos con encaje. Un vestido con esos matices y esos velos lo hizo para Adela Quijano, la esposa del  embajador zaragozano Ángel Sanz Briz, “el ángel de Budapest” reconocido como “ Justo entre las Naciones “ por salvar la vida a miles de judíos.

Amigo de los paralelismos y de los guiños, Pedro Usabiaga, que ya había participado en un homenaje al maestro en Niza en 1996, recuerda que justo 45 años antes, un 20 de febrero de 1974, se inauguró en Madrid la gran exposición “El mundo de Balenciaga”, de cuya muestra quedó un excepcional catálogo con portada de Miró y donde había  piezas cedidas también por Adela Quijano Sra de Sanz Briz y por Pilar Mompeón y de Nó  Sra de Yarza , como su vestido de novia en moiré de octubre de 1939 que estará presente en Zaragoza y en Bayona. Como detalle curioso, en esta muestra se exhibe un vestido negro de encaje  de S.A.R la princesa María de la Esperanza de Borbón, hermana del monarca emérito Juan Carlos I. En la serie Lo que escondían sus ojos, lo lució la actriz Blanca Suárez en el papel de la marquesa de Llanzol , Sonsoles de Icaza, musa del modisto y enamorada secreta de Ramón Serrano Suñer, el poderoso ministro y cuñado de Franco que estuvo destinado como abogado del Estado en Zaragoza entre 1924 y 1936.

Por otra parte, las pesquisas de Enrique Lafuente confirman un hecho muy novedoso: Balenciaga y Esparza eran buenos amigos del industrial vasco Jesús Azcárate Larrañaga, quien adquirió en 1971 Textil Tarazona S.A tras la muerte en accidente de José Gutiérrez Tapia , uno de sus antiguos propietarios. Unieron sus empeños e intentaron crear una línea de ‘prêt à porter’ que no cuajó, entre otras cosas porque Balenciaga murió pronto, intentando a la vez otro proyecto de estampación en tejido de seda en la fábrica Subijana & cia de Villabona (Guipúzcoa) para producir pañuelos con la rúbrica del modisto. Al parecer, Balenciaga, que tenía severos dolores en los huesos , fue aconsejado por los médicos que buscase el clima seco del entorno del Moncayo , pasando jornadas de reposo en los baños de Fitero  , visitando Cascante y viviendo algunas semanas en Tarazona aprovechando la supervisión junto a Esparza y Azcárate de esa última aventura empresarial en nuestra tierra aragonesa .

En la muestra El siglo de Balenciaga, claro está, hay muchas cosas: Iniciando con un depurado vestido largo en crêpe de Chine y escote en corazón , creado en 1933 en el recién abierto taller Eisa de la calle Caballero de Gracia 42  de Madrid, en plena Segunda República Española y que fue enviado a Londres seguramente a la esposa de un diplomático. Hay complementos, fotos, reconstrucción de su taller con un busto de costura original proveniente de la colección Iribarren, obras de arte; además de los cuadros y dibujos citados, estará el retrato de María Elena de Arizmendi, pintada por Enrique Albisu; el de la artista Annabel Schwob, de 1959, pintada por su marido Bernard Buffet y que Balenciaga tenía en el despacho de su domicilio parisino del 28 Avenue Marceau, el de Herminia Laborde, realizado por Nelly Ellen Harvey  , varios grabados de Jan Mara o dos cuadros del pintor tolosarra Miguel Ángel Alvarez

No podían faltar las conexiones de Balenciaga con otros creadores. Colaboró con muchos modistos y por eso hay obras de Pedro Rodríguez, de Hubert de Givenchy, que lo sentía como un padre aunque no llegasen a trabajar juntos, de Emanuel Ungaro, de André Courrèges, de Elio Berhanyer, de Asunción Bastida, de Carmen Mir, del turolense Manuel Pertegaz y del zaragozano Pedro Esteban, que reconoció al creador vasco como uno de sus maestros al trabajar durante años en sus talleres de Barcelona y Paris.

Diana de Vreeland, directora de Vogue, definió así a Cristóbal Balenciaga: “Siempre me dicen que la moda nace en la calle, pero siempre la veo primero en Balenciaga”. El creador de Guetaria fue un visionario, un artista del volumen , un apasionado del equilibrio de Palladio o de la “ komata “ de las geishas , un modista único que destiló toda su vida la dosis precisa de elegancia, sugerencia y hermosura en cada uno de sus actos, en cada una de sus prendas.

 

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