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Antón Castro

MIGUEL MENA, HASTA LUEGO A LA RADIO

Miguel Mena deja la radio, Radio Zaragoza, que ha sido su casa durante 38 años, esta semana. El locutor excepcional y cercano, el compañero ideal, el trabajador incansable, el melómano, la radio hecha humanidad y delicadeza, el amigo del oyente. Han sido 38 años en distintos programas: ‘Parafernalias’ y ‘La Fonoteca’, ‘Estudio de guardia’, ‘A vivir Aragón’, ‘Economía’ o ‘La ventana de Aragón’, entre otros, y siempre ha estado ahí, con su personalidad, su pulcritud, su cercanía, con el ánimo y el alma convencidos. Ha recorrido todo Aragón, ha dado voz a multitud de gentes, gremios y colectivos y aventureros en solitario, desde su pasión por las pequeñas cosas, los paisajes y los paisanajes, ha viajado por Aragón a pie, en bicicleta, en coche y en sueños para contarlo mejor, y ha tendido puentes a nuevos periodistas, a jóvenes colaboradores, con maestría, naturalidad y entusiasmo. Y con su infinita curiosidad. Y desde las ondas, o al abrigo de las ondas, también ha hecho y hace una carrera poderosa literaria que ha tentado al cine en varias ocasiones (a través de Gaizka Urresti) y que tiene libros admirables: ‘63 pasos’, ‘Piedad’, las novelas de Mainar, ‘Canciones ligeras’ o ‘Canciones tristes que alegran el día’. Es bien sabido, Miguel Mena es un melómano, un rastreador de músicas y alguien que aportó sus granos de arena y entusiasmo en el apoyo de los grupos y solistas musicales desde los Héroes y Amaral y Labordeta hasta nuestros días. Otro tanto podría decirse de la literatura y de un puñado de disciplinas más. Siempre ha estado ahí para mostrar su solidaridad y su sentido de la fraternidad.

Se retira a sus campos de la creación literaria y a sus tierras del Moncayo, con un sinfín de proyectos. Se va, se toma un respiro, pero se queda: seguirá alimentando su obra, cultivando la amistad, contando historias, cuidando a Rosana y a Daniel, su hijo, cuidándonos a todos, ayudándonos a hacer y a sentir la vida más hermosa. Nos ha dado mucho a diario sin estridencia alguna, con la naturaleza sencilla de los elegidos, que también son perfeccionistas: ha sido ese animal de compañía ideal al que jamás se le ha visto ni conspirar ni hablar mal de nadie. Y siempre se le ha visto sonreír y entusiasmarse, incluso en los días de melancolía, que siempre han sido más escasos que los de humor. A Miguel le gustan los juegos de palabras, las adivinanzas, las bromas, los chistes. Y, a su modo, sin llamar la atención, ha acuñado chistes y juegos de palabras: en la radio, en tus textos, en las tertulias de Casa Emilio. Y adora Zaragoza como pocos. Se siente de aquí, de las orillas del Ebro, de las calles, del cierzo, del decir azaroso, se siente zaragozano hasta el tuétano. Y la ciudad, con toda justicia, le ha hecho Hijo Adoptivo.

Miguel Mena ha sido y es y será uno de esos ciudadanos imprescindibles a los que aludió Bertolt Brecht y luego Silvio Rodríguez. Y con él parece fácil deducir que lo mejor está por llegar. Como le diría su querido Félix Romeo Pescador, al que tantas veces llevó a la cárcel de Torrero un poco antes de las diez de la noche, “¡todos los besos del mundo!”.

 

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