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Antón Castro

SALÓN DE PRIMAVERA. RAFAEL LÓPEZ BARRIOS*

SALÓN DE PRIMAVERA. RAFAEL LÓPEZ BARRIOS*

[La sala Gil Marraco (Plaza de San Francisco, 18)  mostrará del 11 al 20  de  mayo su ya tradicional Salón de Primavera. El pasado año la foto ganadora correspondió al magnífico fotógrafo de Casetas, Rafael López Barrios, un fotógrafo esencialmente artesanal, al que le fascinan los procesos químicos de antaño. 

La entrada es libre y se puede visitar de 17:.45 a 21:00, de lunes a viernes. A la vez,  puede verse también otra magnífica exposición de José Luis Gota. 
El correo electrónico de la Sociedad Fotográfica es rsfz@rsfz-es.com
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RAFAEL  LÓPEZ:
UNA BELLEZA CLÁSICA EN TERCIOPELO 

Rafael López (Zaragoza, 1962) podría decir que llegó a la fotografía demasiado tarde. O justo a tiempo, quién sabe. Fue en 1994 cuando cambió las actividades deportivas que practicaba, como el ciclismo y “otras devociones al cuerpo”, por la fotografía. Quizá esa mudanza tuviese mucho que ver con su afición a los viajes, “que son imprescindibles para ayudar a comprender el mundo”. De cada viaje tomaba fotos que aspiraban a reflejarlo todo, pero no dejaban de ser fotos con anécdota y “sólo una exposición correcta”. Si hay un rasgo que defina a Rafael es la búsqueda de la perfección, y por entonces no veía perfección alguna en sus tomas. Así que decidió inscribirse en unos cursillos de Spectrum, y tuvo como profesores a Pedro Avellaned y Natividad Gazcón, que le abrieron algunas puertas. A partir de entonces se zambulló en lo que él denomina el proceso completo, bajo el lema de “Si buscas la perfección, consíguela tú mismo”. Aprendió las técnicas de laboratorio, leyó manuales de física y química aplicados a la fotografía y al revelado, cotejó los catálogos de los grandes autores (con Amsel Adams, a la cabeza, pero también frecuentó a Edward Weston, Tina Modotti, Alfred Stieglitz, Imogen Cunningham, la exquisita fotografía japonesa, Rodchenko o Robert Mapplethorpe, en algún instante) y analizó los motivos filosóficos de la fotografía: qué quiere expresar cada autor, adónde quiere llegar, cuál es la poética de fondo del medio a lo largo de la historia. Se le juntaban las noches con los días en esa travesía tan extenuante como sigilosa.

         Se puso a hacer fotos de otro modo. Pero para él es tan importante el disparo como el trabajo en el laboratorio. Sostiene que la foto se lleva en la cabeza antes de salir a  realizarla y que se trata luego de buscar la luz idónea o la máquina para hacerla, aunque no repudie los destellos del azar. Rafael López trabaja con cámaras de formato medio y de paso universal, pero se niega a dar nombres porque considera que sólo son cajas negras, instrumentos, y que la clave no es la máquina sino la sensibilidad, el talento, la necesidad de expresión, la emoción, el hallazgo de un dibujo de la luz sobre las cosas. Una vez que ha realizado los disparos, viene la segunda aventura del artista: trabaja en el estudio hasta obtener una pieza de una pureza absoluta, sin mota alguna, con la tersura del cristal o del terciopelo, aunque lo fundamental “es la imagen, la sensibilidad, el pensamiento”.

Rafael López presentó en Albarracín, hace casi un lustro, cuatro líneas de inspiración: una pequeña muestra de desnudos, de una gran sutileza y sensualidad; retratos de distintas personas captados en África, en Cuba, en sus itinerarios por medio mundo, muy sobrios y de una gran definición; los paisajes, del mundo y de lo inmediato, “para hacer buenas fotos no es necesario que te vayas lejos, aquí al lado también las hay. Sólo hay que saber ver”. Y por último expondrá una colección de flores de bodegón, a las que califica como “gallardas, regias, enhiestas”. Rafael López asegura que su obra refleja siempre un estado de quietud y de reposo, lo cual contrasta con su temperamento nervioso, con su casi frenética exigencia de rigor y elegancia en la toma y en el laboratorio.

         Rafael López intenta siempre darle una vuelta de tuerca a lo que ve, y trabaja en una línea nítida de defensa del blanco y negro, de la foto analógica y del uso de determinados tipos de papeles; ahora usa el Kentmere art clasic, que es un papel grueso de color crema, rugoso, de texturas delicadas, que rezuma sensualidad; con él está haciendo el proyecto “La vida secreta de los ríos”. Defiende la calidad y el escaso número de copias. Es un artesano enfermizo en el taller y un artista incansable y obsesivo detrás del objetivo que reivindica otros tiempos, una estética que puede parecer postergada, pero que a él le da unos excelentes resultados. Y es, sobre todo, la que le anima a contar la vida en imágenes.       

 

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