FERNANDO S. M. FÉLEZ: UNA ENTREVISTA
Fernando San Martín Félez (Zaragoza, 1930), más conocido como S. M. Félez, expone una selección de su obra en el Torreón Fortea. Hace algunos meses, conversé con él. Recupero esta entrevista. La exposición es estupenda: tiene algo de mezcla de Dalí, Magritte y Paul Delvaux con ese estilo tan peculiar, tan surrealista sin estridencias, de Félez. Los motoristas no salen nada bien parados; las mujeres, como confiesa aquí, son estupendas: desnudas, exuberantes, como un sueño de seductores.
Nació usted en Zaragoza.
Sí, en 1930. Mi padre era navarro y mi madre, aragonesa. Mi padre era comisario de policía, y yo me fui de aquí, con año y medio, a Barcelona, donde viví hasta los 25 años. Entonces, gané una beca artística de los castillos del Loira, y me quedé enamorado de París.
¿De dónde le vino esa pasión por la pintura?
Pinto desde los ocho años, aunque, durante un tiempo, llevé una vida más bien bohemia, y llegué a jugar en categorías inferiores de fútbol. Pero desde niño me gustaban los lápices. Cuando estalló la Guerra Civil, el papel escaseaba, y yo dibujaba por las dos caras, hasta que acabaron confiscándomelo. Luego, con un clavo empecé a dibujar en las paredes. Casi las agujereaba.
Más tarde, conoció al pintor Joan Ponç…
Durante el servicio militar. Establecí una amistad inmediata. Era un hombre como muy disparatado, entonces estaba obsesionado por Dalí. Él ya había vivido la experiencia del Dau al Set con Tharrats, Tàpies, Cuixart y Brossa. A mí me interesaba el clasicismo.
¿Qué hizo al terminar la mili?
Trabajé de estampador. Luego empecé a hacer abstracción lírica, distinta a la abstracción matérica de Tàpies, y expuse en París. Frecuentaba a un grupo de españoles como Fernando Lerín, Plaza, Duque, Eduardo Arroyo…
Y luego dio el salto a una figuración próxima a Paul Delvaux, Yves Tanguy, Dalí…
A Dalí lo conocí en España y siempre me ha interesado. Con Yves Tanguy creo que no tengo nada que ver. Lo de Delvaux lo dirá porque a los dos nos interesa mucho el desnudo de mujer. ¿Quiere saber porque me pasé a la figuración?
Desde luego.
Fui pintor abstracto durante unos diez años. Pero Fernando Arrabal me desafió. Él tenía pintores más o menos particulares como Crespo y Díaz. Vio una exposición mía, comentó que mis cuadros no estaban mal, y me dijo que yo no sería capaz de hacer una obra figurativa. “¿Quieres un hacer un retrato mío?”. Cuando volvimos a vernos yo ya tenía un retrato suyo, y le gustó mucho. Me sugirió que como en la abstracción me conocían como Sanmartín que cambiase el nombre por S. M. Félez, “Su Majestad Félez”, dijo Arrabal con su habitual humor. Y dicho y hecho.
Y se convirtió usted en pintor “pánico” y pintor de Arrabal.
Sí, me interesó mucho esa estética, pero la parte surrealista y sensual, el humor y la alegoría, la crítica de la sociedad, no la escatología ni el horror. Lo acepto en Topor, en Jodorowsky o en Arrabal, que fueron los creadores del movimiento “pánico” que ha generado obras de teatro, cine, cómic. A mí me interesa más el universo de la mujer y la parte social o de compromiso de la pintura. He hecho 15 o 16 cuadros de Arrabal.
¿Qué sentido tiene hacer tantos cuadros de Arrabal?
Son siempre cuadros de encargo que él me pide y protagoniza.
¿Resulta estimulante para un artista hacer tantos cuadro de encargo de la misma persona?
A mí se me escapa por qué los encarga. Para mí es interesante el encargo porque la pintura exige someterse a ciertas disciplinas. Mis mejores cuadros y momentos corresponden a asuntos de encargo. A Arrabal lo he pintado en “la santa cena” con personajes célebres del siglo XX, vinculado a “El gran teatro del mundo” de Calderón, como director de cine…
Desde 1993 vive en el Ampurdán…
Sí, dejé París, que significó una larga lactancia para mí y fue el lugar donde me hice artista. Ahora vivo en el Ampurdán y sigo pintado. Me inspiro en la realidad y en ella me afirmo, aunque creo elementos de ficción. Doy importancia a la técnica porque yo explico situaciones un poco absurdas, poco claras, como los sueños. E intento plasmar la contradicción entre la vida urbana y la belleza clásica. Sigo siendo inconformista.
La vinculación de su obra con la de su amigo Dalí también parece evidente y con el hiperrealismo…
Conocí a Dalí, hablamos un poco de cosas más bien formales, pero el pintor que más me interesa es Gustav Klimt, que llegó al arte total, a la estilización, a las cosas más depuradas y a la vez más barrocas. Es figurativo, sensual, es perfecto.
Coinciden también en su desaforada pasión por la mujer.
En el 50 % de mis cuadros hay mujeres, casi siempre desnudas. El sexo femenino es, en buena parte, el eje vertebrador del hombre.
¿Se acuerda de Zaragoza?
Estuve a punto de regresar, pero seguí en París. Ahora, ya es tarde.
*Retrato de Fernando Arrabal con veinte de los más grandes jugadores de ajedrez.
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