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Antón Castro

PACO CUENCA, FOTÓGRAFO. UN DIÁLOGO

PACO CUENCA, FOTÓGRAFO. UN DIÁLOGO

San Pablo es el paraíso del fotógrafo callejero” 

 

Paco Cuenca expone una selección de las 300 fotos que ha tomado del Gancho, Ebro Viejo y el Barrio Oliver

 

Antón CASTRO / Zaragoza

La fotografía empezó a interesarme cuando comprendí que era útil para expresarme y que era un lenguaje que estaba a mi alcance. Yo creía que podría hacerlo del mismo modo que un niño cree saber que será trapecista desde la primera vez que le han llevado a circo. Mucho antes de tener mi primera cámara de fotos ya medía, encuadraba, enfocaba, retrataba, capturaba, disparaba, en definitiva, fotografiaba. No hay una fecha determinante que marque el inicio. Ha sucedido siempre”, dice Jean-François Cuenca, Paco Cuenca (Tarbes, 1961), que es empresario, cantante y compositor y, cada vez más, fotógrafo. Actualmente expone en el Colegio de Arquitectos una selección de 30 fotos de las 300 que ha hecho para documentar San Pablo, el Ebro Viejo y el Barrio Oliver, que integran tres volúmenes de Prensas Universitarias de Zaragoza: ‘Regeneración urbana’.

 

Parecía que al principio hacías fotos no sé si decir robadas o inadvertidas… ¿Es así?

No sé por qué se ha instalado el término robar para describir la fotografía que es simplemente callejera, humana. Fotos robadas son fotos presentadas como propias cuando son de otros o arrancadas de la pared de un museo. Inadvertidas es una palabra que define bien el trabajo de los que hacemos fotografía callejera. Esas fotos naturales, sin posados, son las que he hecho desde siempre. Al principio, ahora y, a la vista de que no noto signos de cansancio, son las que seguiré haciendo. No he fotografiado nunca montañas, floreso puestas de sol. Otros lo hacen muy bien y disfrutan con esos géneros. A mí solo me cautiva la gente y la calle. Me interesan las miradas, los rostros, los portes. Miro, observo, espío, y divago sobre la vida de los demás. Mi mirada es invasiva e inacabable. Soy un voyeur. Mi únicas reglas son no ir más allá de los límites de la intimidad y del buen gusto.

 

Hace retrato, reportajes, arquitecturas… ¿Dónde se siente más cómodo?

A mí me parece que cultivo un único género, fotografiar personas. Para algunos trabajos, como el de esta exposición, la única diferencia es que he ampliado el campo hasta recoger la acera, la calle, el comercio, los vehículos y los edificios circundantes, es decir, he fotografiado las personas cen relación al espacio que ocupan y usan.

 

Antes de hablar de la exposición del Colegio de Arquitectos y de los libros, cuéntenos esas experiencias que ha hecho en París, México, la India, Cuba, Portugal… ¿Qué hizo en cada ciudad o país, qué le aportaron?

Fotografiar el mundo, en mi caso, es fotografiar sus gentes. Los mercados, las plazas, las calles son mis platós. Ahí, en directo, sin ensayos ni poses, se ruedan la vida, la verdad, las emociones, las conquistas y los fracasos, las esperanzas, los miedos, los amores. Para un cazador de historias no hay coto mejor dispuesto. Al placer de viajar sumo el botín de la captura fotográfica. Viajo dos veces, veo dos veces, vivo dos veces.

 

¿Cómo ha sido el trabajo de laboratorio, la edición en ordenador?

La edición de una fotografía puede ser tan creativa y estimulante como la toma. Identificamos a muchos fotógrafos por su forma de editar. Se puede cambiar el encuadre, destacar o disimular elementos, modificar el cromatismo o corregir la luz. Una fotografía es buena o mala antes de ese proceso de pulido. Mis fotografías, también las de esta exposición, son editadas. Salvo en fotografía periodística, cada uno debe ser libre de manipular y barnizar a su antojo, como haría un pintor..

 

¿Cuándo y por qué empezó a fijarse en Zaragoza?

Si del ámbito fotográfico hablamos, solo cuando recibí el encargo de ilustrar con mis fotografías estos libros tan centrados en algunos de sus barrios. Ha sido una excusa para transitar por lugares que, sin este trabajo, quizá no hubiese visitado nunca.

 

¿Qué le interesa de Zaragoza, qué le busca?

Las ciudades, todas, no solo esta, son un lugar que compartimos, organizado para facilitar la convivencia, compartir y tener acceso, con la economía de medios que brinda la cercanía, a la vivienda, al trabajo, a la administración, a la educación, a la salud, a la cultura y al ocio. Es mi definición simplista de la ciudad perfecta y es lo que me gustaría para el lugar en el que vivo. Los muchos desajustes, las imperfecciones y las desigualdades de las que sufre cualquier aglomeración son el objeto del estudio, las reflexiones y las propuestas técnicas de estos libros, aplicados a barrios concretos.

 

¿Cómo es Zaragoza?

Para explicar a un forastero como yo la otra Zaragoza, lejos de monumentos, palacios y catedrales, José Antonio Labordeta me sugirió que me fijara en la disparatada calle Terminillo, del barrio de Las Delicias. Es inevitable que valoremos la ciudad por su aspecto monumental, por las grandes avenidas y los anchos parques clorofilados. En los últimos decenios, Zaragoza ha rescatado la belleza, tan necesaria, puesto en valor el legado histórico y cultural y ha mejorado, calle a calle, por mucho que quede por hacer, la calidad de vida de sus habitantes.

 

¿Qué tiene el barrio de San Pablo, qué le ha sorprendido?

San Pablo es el paraíso del fotógrafo callejero. El bullicio constante, el colorido de las construcciones y de la vida, la convivencia multicultural, la fusión de tradición y modernidad, el impulso por promover nuevas actividades con nuevos moradores, son características que lo convierten en fotografiable. Yo viví en los límites del barrio cuando el barrio vivía al límite. Las rehabilitaciones, las nuevas edificaciones, espacios como la Plaza de las Armas lo han rescatado y revitalizado. Ha pasado de ser casi intransitable a accesible. Las propuestas arquitectónicas y urbanísticas recogidas en el primer libro de esta serie profundizan en esa dirección.

 

¿Ebro Viejo?

Fotografiar a los vecinos transitando por este conjunto de edificios que envejece mal ha sido más difícil. Apenas queda un quiosco de prensa y chucherías, las tiendas de comestibles han cerrado, cuesta comprar el pan, las persianas de los locales están cerradas desde hace tiempo. Pocos niños, poca alegría, poca vida. Creo que esta atmósfera se refleja en las fotografías. Este barrio necesita aire fresco, análisis y propuestas imaginativas, técnicas y realizables como las que se proponen en el segundo libro.

 

¿Y el Barrio Oliver?

Fue el primer lugar en el que viví cuando llegué a España. Aunque las mejorías son notables en el equipamiento, las zonas verdes, el anillo verde y el soterramiento de la vía del tren que cruzaba el barrio como una profunda llaga, las carencias siguen siendo evidentes. Los problemas palpables de convivencia, las zonas suburbiales o la desaparición del comercio, son desafíos que el tercer libro analiza y para los que propone soluciones técnicas. Las características urbanísticas y humanas del barrio Oliver son también una invitación constante para un cazador de imágenes.

 

¿Qué exigencias ha tenido para la publicación y cómo las ha solventado?

 La responsabilidad que exige estar a la altura del contenido de los libros me ha obligado a levantar la vista y el ángulo de disparo. Aquí no basta con el individuo. Son relevantes los edificios, las zonas verdes, los espacios comunes, la parada del autobús, los centros escolares o de salud. No se trata de libros de divulgación, sino estudios profundos y razonados que desembocan en propuestas técnicas, aportaciones profesionales al debate de la mejora del espacio de la convivencia. Con gran generosidad, se me ha dejado completa libertad para trabajar. No se me ha exigido nada salvo que convirtiera en fotografías mi mirada. Así todo es muy fácil.

 

¿Qué significa verse ya en tres libros?

Debo este placer y este honor al encargo de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad de Zaragoza y, en particular, a su Catedrático Javier Monclús. Fotografiar es una necesidad, un modo de ver y de sentir. Que esa emoción creativa se convierta en algo útil en forma de libros es una gran satisfacción. Para el lector y los autores estas fotografías son un simple accesorio que ilustra. Así tiene que ser. Para mí, son una alegría. Al fin y al cabo, los libros permanecen.

 

Cantante, empresario, compositor, algunas cosas más… ¿Cómo sueña su futuro como fotógrafo?

Quiero seguir cantando y grabando discos, claro. Para la fotografía, sigo adelante con mi proyecto de acompañar con un texto tres mil fotografías de personas de todo el mundo para las que invento nombres e historias. Con tantas fotos, tantos personajes fabulados y tantos textos algo haremos. Veremos.

 

*Autorretrato de paco Cuenca. 

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