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Antón Castro

LA HORA DE LAS MUJERES

Sagrario Sáiz tomaba ayer posesión de su cargo de directora de RTVE-Aragón. Es una excelente profesional que se ha curtido en la casa, en el periodismo y en la vida con una actitud ejemplar. Es laboriosa, inteligente, tierna, y conoce Aragón, y sus laberintos, como muy pocos. Es un premio para todos y una distinción, cargada de responsabilidades, que se merecía. Joven y suficientemente preparada, rebosa humanidad, sentido del oficio y una ternura especial, labrada en las dificultades y en el combate contra las graves asechanzas del destino. Siempre ha estado ahí con un punto de discreción, en la calle o al frente de los informativos, con una energía casi inadvertida, con responsabilidad y una voluntad conciliadora. Es una mujer de paz, diáfana y audaz sin aparentarlo. Se enfrenta a un sinfín de retos, a la expansión de la TVE-Aragón y a un nuevo menú de programas. Le deseamos toda la suerte del mundo: la necesitará pero estamos seguros de que se va a hacer acreedora de ella. Es una periodista desvelada y atenta, una profesional que cuenta con un apoyo unánime. Es difícil hallar un borrón en su trayectoria.

Otra mujer, y cuánto dan de sí –para gozo nuestro- algunas mujeres: Ana Alcolea. Nos vemos cuando cae la tarde y se apaciguan sus agobiantes fuegos. Regresa de una depresión o de esa decepción sin consuelo que es la pérdida de la madre. Ahora, con esa perplejidad que tarda en desaparecer, es la madre y la hija de su padre. Las dos cosas a la vez. Ana Alcolea publicaba el pasado año su segunda novela juvenil: “El retrato de Carlota” en Anaya, una novela que sucede en Venecia y que está cargada de experiencia vital, de misterio, de literatura, de metaficción. En ese libro reaparece uno de los personajes que ya aparecían en su anterior novela: “El medallón perdido”, que narra la historia de un aviador que muere en Gabón; el libro se apoya en un hecho real que ella ha narrado admirablemente, sin énfasis y con una fluidez que oculta su complejidad, que exalta su hondura. Ya ha vendido más de cuatro ediciones y ha recorrido casi toda España hablando de sus libros. Le sorprendió gratamente que casi todos los alumnos habían leído los dos libros, o que uno arrastraba del otro.
Se marchará pronto a una cabaña de Noruega con varios objetivos en la cabeza: recuperar la paz en un paraje idílico y avanzar en el argumento de su tercera novela, que sucede precisamente en Noruega durante la II Guerra Mundial, donde reaparecerá otro personaje de sus libros anteriores. Enamorada de Italia –y de Isak Dinesen, y de Henrik Ibsen, y de Antón Chejov- quizá realice un nuevo viaje en agosto al país. Ana Alcolea, zaragozana errante durante años, también practica el género de cuentacuentos, hace trabajos teatrales con los alumnos, y es estudiosa de la obra dramática de Zorrilla y Antonio Gala, entre otros.
A pesar de ese batacazo que es decir adiós a una madre –aguantó, con una belleza inolvidable, hasta la presentación de su novela “El retrato de Carlota”: allí, en Ámbito Cultural, la vi, serena y feliz, sabiéndose camino del fin sin ceder un ápice de su clase al dolor-, ha sido feliz en Zaragoza. Ha cosechado amigos, se siente integrada en las letras aragonesas, y querría seguir aquí, abonada al buen rollo y al cariño. Zaragoza –que se empecina como una dama bondadosa y moderna en acabar con la leyenda urbana del cainismo o saturnalismo- le gusta y percibe que es su ciudad, su modesto paraíso, un lugar entre amigos. Esta ciudad se encuentra en el mejor momento de su historia: debemos verlo así y empujar a que esta imagen no sea un espejismo ni un delirio de una noche de verano.

Y otra mujer, ya frecuente en estas páginas: Miriam Reyes. Félix Romeo, que está atento a todo, a lo escrito y a lo que va a escribirse, lee en las listas de libros más vendidos de “El Cultural” de “El mundo” que “Bella durmiente” (Hiperión) de Miriam Reyes figura entre los poemarios más vendidos. Miriam Reyes ha escrito uno de los mejores libros del año: intenso, autobiográfico, narrativo, de un raro fulgor entre nosotros, de una irresistible capacidad de seducción y embrujo. Sed de mal en el cuerpo y en el alma.

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