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Antón Castro

PATRICIO JULVE Y L A PERRA NOA

Algunos de mis mejores amigos son fotógrafos. A menudo me acompaña uno, extraño, casi invisible, que se llama Patricio Julve. Vive en mi casa por temporadas, en el cuarto de abajo, en el sótano, en realidad. Molesta muy poco. Me dice que lo que más le gusta de mi casa es la biblioteca del garaje. He tenido que hacerle un estante sólo para él, para sus cosas y para los libros –siempre de técnica fotográfica que llegan a mi casa para él-. Colecciona libros de otros fotógrafos. Es un hombre de edad indefinida que le ha tomado cariño a mis hijos. Y también a Félix Romeo, que viene de vez en cuando a comer a mi casa, a pesar de la perra Noa, a la que detesta. Noa, en cambio, lo adora. Igual que a Patricio Julve. Cuando él está en casa se pone a ladrar: es su manera de pedir que quiere estar en el sótano, junto a los libros de fotografía.

Patricio Julve me acompañó anoche al VIPS, que es uno de sus sitios preferidos de la ciudad. Hojea todos los libros y conoce mejor que nadie mis debilidades. Es el primero en decirme: “Ha entrado un nuevo libro de Robert Frank”. O “Éste Inge Morath aún no está en tu biblioteca”. Anoche, que en realidad ya era hoy, me dijo: “Fíjate, han rebajado el libro de Annie Liebovitz. Siempre lo miras. Siempre quieres comprarlo. Hoy es el día. Vale 45 euros menos”. Y lo fue. Se titula “American music”. Hay fotos de muchos de mis héroes: Tina Turner, Bruce Springsteen, Dolly Parton, Iggy Pop, Tom Waits, Miles Davis, Dylan y Baez, Joni Mitchell (una mujer hermosa que fuma deliciosamente, con un vicio antiguo), Lou Reed y Laurie Anderson que se abrazan como recién rescatados tras una tormenta, Neil Young o Patti Smith, una mujer a la que empecé a amar en 1975 cuando apareció “Horses”. Es un libro maravilloso, inolvidable, que me gusta tanto como otro que tengo de ella sobre los olímpicos norteamericanos, en un excelso blanco y negro.

Nada más llegar a casa, Patricio Julve me ha pedido el libro. Y se ha quedado abajo, con la perra. Me parece una relación perfecta: un hombre y la bestia fascinados por la fotografía; un fotógrafo cojo y ciego de un ojo y una mastina que no soporta bien el calor. Y ahí están los dos, con la luz encendida, viendo fotos y oyendo música de madrugada. Casi me parece un cuento inverosímil.

2 comentarios

Javier -

¡Mi reino por un sótano como el de Antón! ;)

Patricio Julve -

querido Antón, me siento muy perturbado por tus palabras, siempre cariñosas. Aunque estos días haga calor en tu sótano siempre es mejor que dormir al raso en los caminos, preocupado por los lobos y por las alimañas.