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Antón Castro

UNA CARTA, UN AÑO DE LUZ, VALENTE

1. Katia Acín me escribe una carta muy bonita con esa letra bellísima que tiene. Siempre escribe con tinta negra y parece pintar las palabras. Me encantan sus grabados, su pasión por la vida, su cariño oceánico y creciente hacia la labor y la memoria de sus padres: Conchita Monrás y Ramón Acín. Al final, en el último párrafo, redacta casi una declaración de amor. Se la enseño a mi compañera Blanca Alcalde (nos hemos quedado solos en la primera planta, quiero decir de la sección de cultura) y le digo: “Por cartas como ésta este oficio tiene sentido, la valentía es una exigencia, una obligación, un gozoso deber”. Blanca sonríe y se aplica a redactar los breves de cine.

2. Aparece más allá de las ocho Pedro Rújula con su saco lleno se proyectos. Salimos a la calle y en San Clemente nos quedamos atónitos: una luna inmensa y baja asciende entre las casas como una bola de fuego, como un rostro de nácar que habla a las novias de las ventanas. Pedro está a punto de publicar una edición crítica de Pirala –saldrá para diciembre-, coordina un ambicioso libro sobre Calanda, en la línea de “Entre tambores”, y prepara otro de los libros de su vida, en este caso sobre Teruel. Qué curioso es el azar o la Universidad: ahora parte con pena a ejercer de profesor en Huesca. Sigo: por ahora no se puede contar mucho más de ese volumen, pero sí diré algo que me hace muy feliz: la fotógrafa Peña Verón va a disponer de un año completo para componer un poema coral y múltiple de los paisajes y las gentes turolenses. Es una mujer especial tocada por la suerte, a la que ella corresponde con mucho trabajo, pasión por la fotografía y un talento creciente que nace de la obsesión, de la capacidad de mirar, del deseo de captar imágenes eternas, como si fuera Ansel Adams, como si fuera Eugene W. Smith.

3.He salido a medianoche de paseo a mis descampados. El guardián de las sombras dormía. O leía. O soñaba. Y yo pude leer en calma entre el coro de grillos que cantan a la luna. Llevaba un libro entre las manos: “La experiencia abisal” (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores) de José Ángel Valente, un bello y difícil libro de textos críticos sobre poesía del escritor gallego, al que entrevisté en Almería en 2000. Lo entrevisté y le tomé fotos entre dos mujeres realmente bonitas: Carmen Blanco, con su interminable y liso pelo de yegua galaica, y Nuria Fernández Quesada, a la que volví a ver en Zaragoza en varias ocasiones como profesora de inglés y ya no me pareció igual que entonces: aquí me resultó más bonita, desafiante, aficionada a bucear en aguas bravas. He leído varios textos de Valente –el de Miguel Molinos es, desde hace años, uno de mis predilectos-, y me fijé en un viaje por Lisboa, bajo la advocación de Antonio Tabucchi y José Saramago, y en particular en “Palabra: linde de lo oscuro: Paul Celan”, del cual se ofrece una exposición estos días en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Me gustaría dejar aquí este fragmento del escritor: “La voz de Paul Celan ha bajado a la noche, ha descendido las infinitas escalas de la sombra, oculta u ocultada, muda o no manifiesta, y ha engendrado en ella una palabra nueva, una nueva manifestación. Terrible, laborioso nacimiento. Un mensaje cifrado que retiene en el interior de sí toda su luz. Botella al mar. Hasta que otra mano, otra mirada, una escuela distinta, lo acojan, lo reciban, y justo en ese acto lo transformen. Palabra. Verbo. Para habitar de nuevo entre nosotros”.
Valente, que tenía un carácter endiablado y una lengua que podía ser muy venenosa, escribe espléndidamente de poesía. A veces, me es fácil seguir la belleza de sus pasos, de sus frases, que entenderlas del todo. Pero tampoco me importa: la poesía es un fin, una sensación, una convivencia con el misterio, una caligrafía de estrellas que atrapa a pesar de ser invisible...

5 comentarios

rosa maria -

que esta interesante saber de alguien muy especial y te lo digan por una cara es muy romantico

Antonio Pérez Morte -

Estoy en ello.
Otro para Garrapinillos...
(Tan lleno de amigos)

Antón -

Tú lees y escribes sin parar. A ver cuando armas un buen libro y dejas de ser un poeta, en solitario, inédito. Un gran abrazo para el Serrablo.

Antonio PÉREZ MORTE -

Yo también estoy leyendo a Valente.
El mismo libro que tú (La experiencia abisal),
también desordenadamente...

(¡Cuánta poesía hay en estos
textos de crítica y ensayo!)

La luna, sin embargo, la miro por la ventana!
En el Serrablo empieza a hacer frío estas primeras noches del otoño!

Javier -

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¡Precioso!

Una caligrafía de estrellas...

Esa misma luna de nácar contemplé yo, sentado junto al foso de La Aljafería, esa luna inmensa le hacía una refulgente corona a la Torre del Trovador, me vino a la memoria la leyenda de los amores de Leonora y Manrique.

J. ;)
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