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Antón Castro

LA SOMBRA DEL CARIÑO

Vuelvo a la explanada. La iglesia de Ricardo Magdalena está apagada y el cielo, umbrío en el corazón del silencio, tiene una extraña luz como de planeta remoto. Al fondo, al otro lado de la explanada, está ese edificio con dos o tres habitaciones iluminadas. Un día le pregunté a Jorge, el centinela de las sombras, qué hacía esa bombilla mortecina encendida a cualquier hora. “Imagínate que entre alguien a la casa y que yo tenga que salir. Necesito ver, necesito que haya alguna luz. Me hace compañía, es como si me sintiese menos solo”. Me siento en el banco de madera y miro la oscuridad, las casas entrevistas, las pocas luces que hay tras las ventanas. Me subo las solapas, me ajusto el gorro y paso las páginas de un libro de niños trabajadores de México, preparado por Sandra Arenal y dibujado por Mariana Chiesa. La revista “Matador” publica un número extraordinario de México. Me ha hecho viajar a esa ciudad soñada, precipicio y tumba de todas las paradojas.

El viento me golpea en la cara. El glacial viento de la noche. No sé en qué pienso, pero un montón de imágenes me pasan por la cabeza. Acabo de hablar con el pintor Zvonimir Matich (Zaragoza, 1959), que prepara una nueva exposición: le ha sorprendido un gripazo terrible cuando estaba a punto de entrar en Arco, y conversábamos yo en la redacción, él en la habitación de un hotel. También me llama Alfredo Castellón, que representa el viernes en la CAI (Paseo de las Damas) su obra “Joaquín Costa. El sueño del agua”. Salí un momento al Levante –había estado por la mañana con Mariano Gistaín, en un desayuno memorable, en un viaje en el tiempo en busca de nuestros mejores momentos-, porque se me habían olvidado las pruebas de “El sembrador de prodigios”. Tomé un café con Javier Aguirre, y allí nos encontramos con Carmelo Romero, Ramón Acín, Luis Beltrán y Antonio Soler, que ha venido a participar en el ciclo “Ficciones en el Paraninfo”. Estuve una vez con Soler en Bilmore, en Málaga, y volvimos a vernos cuando ganó el Nadal con “El camino de los ingleses”. La novela la va a llevar al cine Antonio Banderas, y Soler ya le ha entregado el guión. Se ha quedado pasmado el actor, y Antonio está encantado.

Ha dejado de ir a Bilmore, tras la muerte de Rafael Pérez Estrada, un imán de fantasía, una extraordinaria persona, un poeta en cada gesto y en todas las palabras.

Sigo en la explanada vuelto hacia la oscuridad y el frío. Y pienso. Y sueño. Y recuerdo uno de mis cuentos preferidos: aquel "Continuidad de los parques" donde el chicotazo del viento golpea el cerebro y la cabeza de alguien que avanza, que lee un libro y que está a punto de cometer un crimen en un caserón...

1 comentario

Javier -

Los sueños avivan la mente y la mantienen despierta. Seguro que la tuya brinca entre relato y relato vadeando torrentes de palabras. Sigue por tu vereda de fantasía acercándonos las ricas inquietudes de todas las amistades que te rodean y aprecian. Vive fuera de tí y a la vez muy muy dentro. Un fuerte abrazo