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Antón Castro

EL NARRADOR INÉDITO

El escritor inédito vive en una casa de las afueras de Zaragoza, entre Garrapinillos y el aeropuerto. Es una casa con un jardín impresionante, arbolado, cerrado sobre sí mismo, con veladores, como un paraíso en la tierra. Allí, el viento suena de otro modo: con melodía de pájaros, con silencio parpadeante de floresta. La primera vez que estuve en esa casa pensé en un recuerdo inventado personal: aquel espacio o explanada del Hortal de Huesca donde paseaba Ramón Acín y donde jugaban sus hijas en un crepúsculo enigmático que traía en los dedos del aire presagios. Tuve la sensación de que el Hortal debía ser como la casa del narrador inédito, inclinado hacia la pedagogía, inclinado hacia la forja de ilusiones de niño grande que se desbrava con un romanticismo inusitado. En realidad, no me gusta ir a su casa porque la felicidad absoluta me provoca luego, al recordarla, como desazón o envidia. No siento envidia de casi nada, salvo de aquellos que dominan varias lenguas con facilidad y de los que son capaces de construir un edén cotidiano. En cualquier caso, se trata de una envidia llevadera. Regresé otra noche a aquel lugar: la oscuridad era ideal, el cielo se preñó de estrellas y las sombras se multiplicaban con olores a membrillos, a melocotones y a orujo espeso recién llegado de Galicia. El narrador inédito oía y oía historias de brujería, cuentos de aparecidos, el increíble relato de un botijo y la dama de blanco en las callejas de Santiago, y era fácil ver cómo disfrutaba.

El narrador inédito dejó de frecuentar a los amigos por un tiempo. Se sumergió en sí mismo y de vez en cuando, en su blog, dejaba frases inquietantes: hablaba de alguien a la que llamaba “ella”, parecía como si estuviese en un abismo dolorido de pasión, parecía preso en una especie de desolación constante. Y de vez en cuando, alimentaba su diario de notas sobre Huesca, sobre personajes oscenses, al fin y al cabo es profesor ahí. Y al final, tras varios meses, nos encontramos una noche cerca de su casa. ¿Cómo iba a confesarle que no me gustaba ir, que me hacía sentir incómodo? Aunque aquella vez tampoco habría podido ir: un tractor se había cruzado en los caminos. Los maizales ya habían crecido. Los perros ladraban a lo lejos.

Casi sin preguntarle nada, dijo: “Estoy escribiendo una novela sobre Paco Ponzán, que murió quemado en Francia, sobre Palmira Pla, la profesora de Cretas, sobre Ramón y Concha Monrás. Hay muchas más cosas. Estoy que no vivo. Todo me lo ha dado el azar: un puñado de objetos, incluso las palabras. Paco y Palmira estuvieron a punto de ser amantes”. Al cabo de unas semanas, el escritor inédito anunció que varios amigos ya habían leído el libro y que iba a presentarlo al concurso de novela corta de Barbastro, donde quedó tercero, y fue muy defendido por varios miembros del jurado. El año que viene Víctor Juan Borroy ya no será un narrador inédito y firmará ejemplares de su novela en la Feria de Huesca y en la de Zaragoza. Seguro.

3 comentarios

supermaña -

que me olvidé la firma en este comentario

Anónimo -

ya decía yo que cada vez escribía menos con la de cosas que se le adivinaban por decir.Que lo impriman ya,para llevárnoslo a la playa este verano o al parque,no podemos esperar un año

Anónimo -

Ya pueden darse prisa los editores en conseguir ese original. Va a ser una bomba