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Antón Castro

LAFORET Y SENDER: UNA AMISTAD ÍNTIMA Y LITERARIA

LAFORET Y SENDER: UNA AMISTAD ÍNTIMA Y LITERARIA Carmen Laforet (1921-2004) fue una joven espigada, de enigmática belleza, que conmocionó el panorama de las letras españolas en 1945 con la novela “Nada”. Esa novela fresca, rebosante de desparpajo y dolorida lucidez, narraba la historia de una estudiante de Filología en Barcelona, tanto en el contexto universitario como en un clima agobiante y decadente de una familia burguesa de la ciudad. A pesar de la conmoción que provocó ese extraordinario libro, de aroma tremendista (se narra incluso un suicidio con una navaja barbera), Carmen Laforet nunca estuvo demasiado satisfecha e intentó superarlo y mejorarlo en nuevas entregas. En 1965 fue invitada por el Departamento de Estado de Estados Unidos para que visitase algunas universidades, y en Los Ángeles conoció a Ramón José Sender. Aunque no volverían a verse hasta 1974 en España, en el primer viaje de retorno del gran escritor oscense tras la Guerra Civil, mantuvieron una apasionada, íntima y cómplice correspondencia, que constituye un perfecto retrato de ambos.

Carmen y Ramón vivían la escritura con una pulsión distinta: Sender era el escritor constante, la palabra y los personajes y los argumentos eran un exorcismo personal, una necesidad tumultuosa de vaciarse y de desnudarse, una huida del dolor a través de la creación; Laforet padecía cierto pánico, daba una y mil vueltas antes de escribir, reflexionaba, temblequeaba de responsabilidad, pero además era madre de cinco hijos y sentía a flor de piel el agobio de “la vida tan áspera como es la de España para los escritores”, llena de “envidias, enemistades y rencillas”.

Pronto se estableció una amistad literaria bellísima entre ambos. En esa década de fértil relación –recogida en el libro “Puedo contar contigo. Correspondencia” (Edición de Israel Rolón; Destino, 2003)-, Laforet le cuenta sus incertidumbres, su condición de abuela, su panorama familiar, le da a entender la separación de su esposo Manuel Cerezales y le narra sus proyectos casi siempre intermitentes y le explica su concepción de la novela, y no duda en hacerle partícipe de sus preocupaciones religiosas, semejantes a las de Sender, a quien le dice: “De política, cero. Me uno a ti, anarquista órfico y neo-cristiano”.

Sender también le ofreció colaborar en la Agencia Literaria de Joaquín Maurín, le habló de conseguir un trabajo en una Universidad norteamericana e incluso le ofreció ayuda económica. Y en este clima de admiración confesa y constante, incluso hay lugar para la epístola amorosa, para la seducción leve, para la insinuación; al fin y al cabo, Sender era un fauno constante y veía en la “abuela de cero años” o “de una edad divina” a una eterna adolescente. El libro es estupendo porque sirve para conocer a los dos escritores y en particular la biografía de Carmen Laforet narrada por ella –sus viajes, su estancia en Roma, fascinada con Alberti y María Teresa León, a la cual Sender le envía uno de sus libros-, y quizá sea un apéndice literario amenísimo e intenso de dos personas muy diferentes que se encontraron en la amistad, en la palabra, en la ficción y en la vida.

Laforet escribió: “Te admiro no sólo como escritor –creo que eres el más grande de los novelistas españoles- sino como tú, como personalidad”. Y Sender, más humano y entrañable que nunca en estas cartas, dijo: “Tus novelas me gustan más que las mías y son mejores en varios sentidos. Sobre todo ahora, que soy viejo, nervioso (impaciente) y raro”. Era tan sincero en su valoración, que no dudó en dedicarle su novela “El fugitivo”y en reseñar con entusiasmo la versión inglesa del relato de Andrea, la protagonista de “Nada”.

1 comentario

gustavo -

De ramon j sender habia que explicar como se puede ser pasar de patrono de la asociacion de amigos de la union sovietica a un anticomunismo feroz. En clave de humor nos podrían dar una repuesta o bien el presidente de galicia,la presidenta del parlamento gallego o incluso el nuevo conselleiro de economia.
Anton, un fuerte abrazo dende Auria.