ANTONIO SAURA, ESCRITOR Y PINTOR DE MONSTRUOS

Antonio Saura (Huesca, 1930- Cuenca, 1998) ha pasado a la historia del arte como un magnífico pintor en todas sus facetas y como un audaz ilustrador. Ahí están sus más de 500 ilustraciones para autores y libros tan diversos como Ramón Gómez de la Serna, George Orwell, San Juan de la Cruz, Franz Kafka, Camilo José Cela, “El Quijote” (para la impecable edición de
Soñó con ser fotógrafo (al principio manejaba cámaras y estaba al corriente de las novedades) y escritor, pero una enfermedad le postró durante meses en la cama, y leyó y hojeó las monografías de arte, especialmente de figuras incuestionables, del arte de vanguardia y, en particular, de los surrealistas. Ese mundo onírico, entre colorista y perturbador, que emergía del subconsciente le inspiró sus primeras obras y también sus primeros escritos. La casa de los Saura era especial. Su madre Fermina Atarés había sido pianista, mostraba una exquisita sensibilidad y tocaba de cuando en cuando a cuatro manos con Pilar Bayona, que se dejaba caer por
Antonio Saura ha elaborado una obra personalísima suspensa en sus propias invenciones, gestuales e informalistas, en la acumulación de estructuras y en la glosa /homenaje a momentos especiales de los genios o a temas concretos. Ahí están sus trabajos que tienen como plantilla de sugerencia, como incitación inicial, a Rembrandt, Velázquez, Picasso, Tiziano, el miliciano abatido que captó Robert Capa, Goya (en particular ese cuadro enigmático del perro que parece emerger de la arena), etc. Pero paralelamente a esta faceta esencial de su personalidad, la que le hizo célebre en el mundo y le llevó a fundar en 1957 “El paso” con otros aragoneses como Pablo Serrano o
Por ahora, en Círculo de Lectores / Galaxia Gutenberg, ya tenemos tres muestras indiscutibles del buen hacer de Saura: “Fijeza” (1999), “Crónicas” (2000) y el reciente “Visor” (2001). Los dos primeros se ocupan de la visión de la pintura, de su historia, y de lo contemplado en visitas a museos, o incluso de la filosofía del ser aragonés, como puede leerse en el texto “Aragón” (confiesa sus pasiones e identificaciones con Goya, Buñuel, Cajal,
El trabajo sólo está en camino. Restan otros dos volúmenes: “Escritura como pintura”, donde reflexionó sobre su propio quehacer, el dietario de artista a lo largo de los años, y “
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Autor: Antonio Pérez Morte
Querido Antón, estoy de acuerdo, completamente, con todo cuanto dices sobre Antonio Saura, un creador cuya obra me atrajo desde crío, cuando Luis Eduardo Aute me lo descubrió a través de una espléndida entrevista en Radio Popular.
Muchos años después, coincidí con Saura en Cuenca, durante la celebración de varios eventos culturales.
En la ciudad del Júcar (por la que ambos sentimos idéntica pasión) recuerdo haberlo visto, vestido de negro, ascendiendo despacio por una empinada cuesta llena de nieve, en una tarde de otoño.
Su silueta sobre sobre el blanco suelo me dió la sensación de ver cobrar vida al último de sus cuadros: ¡Una mancha caprichosa de tinta china sobre el lienzo!
Luego fuí leyendo sus artículos, sus libros y algunos otros sobre él...
Escritura como pintura", publicado por Galaxia-Círculo en 2004, todavía anda por aquí, a mi lado (mientras escribo), por si tengo necesidad urgente de insuflarme algo de lucidez.
En los textos que lo conforman, Antonio destacó la importancia que el surrealismo en su trayectoria como creador, además de evidenciar los lazos de unión y pervivencia de características relacionadas con los mecanismos, de automatismo psíquico.
Hoy al leer tu texto, Antoncico, la maquinaria imparable de la memoria se ha puesto a funcionar como una loca, a emborracharme con sus flashes y chinazos, como me emborrachó la belleza, ante los lienzos de Antonio, un día de hace ya mucho tiempo, en Fuendetodos.
Fecha: 06/10/2005 19:16.