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Antón Castro

QUICO RIVAS EN LA NOCHE MÁS HERMOSA DE ÓSCAR

QUICO RIVAS EN LA NOCHE MÁS HERMOSA DE ÓSCAR

Anoche volví a salir demasiado tarde del periódico. El Zaragoza iba perdiendo, pero al pasar por la calle San Gil oí el grito. Óscar acababa de marcar un formidable gol: asaltó la banda izquierda, culebreó hasta la línea lateral, irguió la cabeza e intentó hacer lo que hacía, lo que hace en tantos entrenamientos en disputa amistosa con Alberto Zapater. Le dio un efecto impecable al balón, que fue abriéndose en arco y parábola, que tomó el vuelo justo, rebasó cabezas y espacios, y buscó con premeditación el lugar imposible, allí, cerca de la escuadra, donde se cosen la red y el poste. Jonquera miró con estupefacción, pero no logró ver nada. El limpio obús de seda acarició el aire con voluntad de pájaro imposible. Y Pelé estaba, incrédulo, en el Nou Camp. Los blanquillos, tal como se anticipaba en el texto de ayer, pasaron a semifinales. ¡Tiembla, Madrid!

En El Espejo estaban un puñado de amigos con el escritor, crítico de arte, pintor poeta y pintor de domingos Quico Rivas. Estupendo pintor de indicios suprematistas, pintor al modo musical de Klee, pintor que juega y enreda con la relación de franjas y colores en un escueta geometría del sentir. He leído muchas cosas de él, el precioso prólogo a la “Poesía reunida” de César González Ruano, aparecida en Trieste en 1983, y otros textos, sobre todo en catálogos. Próximo a Andrés Trapiello y Juan Manuel Bonet, director de varias revistas literarias, Quico Rivas trabajó mucho, codo con codo, con el fotógrafo Alberto García-Alix en “El País Semanal” a principios de los 80; fue colega de Dis Berlin, de Luis Baylón, de Luis Pérez-Mínguez. Allí estaba, sonriente, abrazado a un Camel, contando historias de libros, de amigos, hablando de César González Ruano y de su mujer, contando historias de la literatura. Había venido a ver la exposición de Pepe Cerdá en la  sala CAI Luzán, que está teniendo mucho éxito. El verde catálogo de “Puntos de vistas” celebraba sigilosamente el triunfo del Real Zaragoza. O lloraba mansamente por el escándalo de Villamayor. ¿Es posible que cuando más se juega la ciudad, que cuando Zaragoza más debe mirar al mundo, más se deshaga en una trama infantil que entorpece los sentidos y obnubila la inteligencia y sirve, sobre todo, de magnífica coartada para aparentar?

 *Una obra muy característica de Quico Rivas. Color, forma sencilla, tira, collage: un mundo sugerente y minimalista.

3 comentarios

F,Malo -

Ayer, también esperé a las siete para disfrutar de los cuadros de Cerdá, ya que la multitudinaria inauguración no me lo permitió. Pude disfrutar sobretodo de esos nocturnos y del Ebro; me sorprendió la cantidad de público, interesado, comentando,...No lo había visto en una sala de exposiciones hace...
Esa pintura, después de un rato empezó a atraparme peligrosamente.
Cuando pude recuperarme por el paseo Independencia, regresé a San Mateo para compartir esos gritos familiares en casa de mi suegra cada vez que el balón provocaba una situación sorprendente.

A. C. -

Querido José Luis:
Muchas gracias. He perdido la dirección de tu blog y de web. Si pudieras enviármelos de nuevo te lo agradecería, me gustaría linkarte. Un abrazo. AC.

jose luis galar -

Antón, eres un fenómeno. Te leo habitualemente en el blog y me encanta. Eres capaz con tus escritos de darle al asunto más cotidiano, como un partido de fútbol o un paseo por el campo, el rango de encantador suceso envuelto en mágica aura.
Gracias.