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Antón Castro

ANTONIO MARTÍNEZ: ADIÓS A LA CURIOSIDAD Y A LA VIDA

ANTONIO MARTÍNEZ: ADIÓS A LA CURIOSIDAD Y A LA VIDA

Hace algunos años, cuando estábamos a puntos de marcharnos de La Iglesuela del Cid, Antonio Beltrán Martínez vino a presentar un libro de Fernando Maneiros y Carmen Aguarod sobre “Indumentaria aragonesa” (Mira Editores), que era uno de los numerosos temas que había estudiado. Para entonces yo había entrevistado ampliamente a Antonio Beltrán en dos secciones de “El Periódico de Aragón” [Roberto Miranda resume hoy buena parte esas palabras en un diccionario muy interesante]: para “Memorias de otoño”, un viaje alrededor de su vida en cuatro páginas, ilustradas con su álbum más íntimo, y, a doble página, para “En primer plano”, una conversación más teórica sobre la identidad de Aragón y otras percepciones: acababa de publicar en un estuche su doble entrega: “Los aragoneses/Las aragonesas” (Ibercaja). Para entonces ya conocía la mayoría de sus libros, sus memorias, su volumen de saberes que expandía por aquí y por allá con delectación: lo mismo escribía de la jota que de gastronomía o de numismática (como su padre), de tradiciones y fiestras populares, de religiosidad, de historia antigua, de arte rupestre, de vestuario o de arte. De los pueblos de Aragón o de Juan Cabré. No sé si fue antes o después de la comida en que empezó a grabarlo todo: los aleros de los palacios, el trazado de las calles, la estampa de la Costera, con los caballos y las alamedas a lo lejos, aunque lo que más le llamó la atención fue la portada barroca de la iglesia parroquial y el palacio de Santa Pau, de cuya propietaria se decía que era una de las hijas que el rey Alfonso XII había dejado dispersas por el mundo tras una de sus libertinas noches. 

 

Antonio Beltrán Martínez no parecía el octogenario profesor que está a la vuelta de todo, sino un joven periodista codicioso de nuevos asuntos, de nuevas prosas, de historias que contar en la radio o en las páginas de “Heraldo”. Anotaba todo: la historia de las huellas del caballo del Cid, la narración fabulosa de Santiago en su viaje a La Iglesuela, la vida desaforada de los maquis y de los señores, las historias de Ramón Cabrera y el príncipe Carlos, y se manejaba bastante bien con las nuevas tecnologías. Recuerdo que me dijo algo que lo retrataba: “La curiosidad es mi vicio y la conciencia de todas mis limitaciones. Aún aprendo. La investigación es un privilegio casi divino”. Tras la comida, tomamos café en mi casa. Estaba también el editor Joaquín Casanova y uno de sus colaboradores cuyo nombre no recuerdo. El historiador me dijo si podía sentarse a escribir unos apuntes en mi ordenador para leer en la presentación: serían las cinco de la tarde. Se sentó bajo la atenta de sendos carteles de Julio Cortázar y Jorge Amado; sin dudar ni un instante, y sin abrir en exceso el volumen para consultar detalles o frases textuales, aporreó el teclado con una determinación de adolescente. Al cabo de 40  o 50 minutos había redactado alrededor de 8.000 caracteres. Cuatro folios. Al principio extrañó el teclado, extrañó incluso que se hubiese borrado un poco la letra A, “la A de Antón, como se llama usted”, me dijo. Se adaptó tras una levísima protesta que casi ni oyó su pajarita y culminó la tarea. Iba a lo suyo, con el vestido de su ciencia, como un ciclón que no se detiene ante nada, ni siquiera ante un pelotazo de los niños o un lametazo de Pluto, nuestro perro de aguas azafranado que empezaba a estar ciego.

 

         Ya en el acto, leyó la presentación, improvisó sobre ella, la reconstruyó con detalles y anécdotas, como un narrador que encuentra nuevas sendas a su relato principal y no teme extraviarse en busca de nuevos tesoros y personajes. La gente ni chistó ni perdió comba. Antonio Beltrán era así: había cogido la medida de la paciencia y de la curiosidad del público. Y como solía hacer casi siempre, recordó algo que le gustaba proclamar: su mayor emoción como comunicador la había recibido en los Pirineos, en un paraje casi remoto, casi inaccesible, cuando un pastor le dijo que el mejor momento de sus tardes era cuando “un sabio y entretenido profesor hablaba por la radio”. A los pastores solía sacarles mucho partido; un tiempo atrás me había contado aquella historia del pastor de Ariño que le dijo por qué se sentía aragonés lejos de teorías. “Soy aragonés porque sí”.

 

         Este hombre, cuya vida podría resumirse en la leyenda “tierras y gentes”, el motivo central de su preocupación y de su búsqueda de la felicidad, moría ayer con 90 años recién cumplidos.

 

*La foto es de María Torres-Solanot, reportera de "Heraldo de Aragón".

21 comentarios

Flory -

Y en Cartagena, de la que es Hijo Adoptivo Predilecto, el profesor Beltrán desarrolló una gran labor, durante el cumplimiento de su servicio militar, ya que su pertenencia al ejército republicano así lo requería, y con posterioridad a éste, ya que Cartagena fue su lugar de residencia hasta las oposiciones por las que obtuvo su plaza de catedrático en la Universidad de Zaragoza, aquí impartió clases en la Escuela de Maestría Industrial, en el Instituto de Enseñanza Media, en los colegios Hispania, Maristas, San Miguel, Escuelas Graduadas, etc., etc., en el tiempo que su labor docente le dejaba libre, Don Antonio Beltrán, al frente de un grupo de entusiastas, fue pionero en la investigación arqueológica y fundador del primer museo arqueológico municipal, por lo que ha pasado a nuestra Historia como padre de la Arqueología Cartagenera, creó los congresos arqueológicos del Sureste Español y la revista de estudios históricos “Mastia”. Posteriormente, ya que nunca perdió contacto con ésta ciudad a la que acudía “y con mucho gusto”, según sus propias palabras siempre que era requerido para ello, organizó los Congresos Nacionales de Arqueología de 1982 y 1997 y sería el ideólogo de las Fiestas de Carthagineses y Romanos, declaradas de Interés Turístico Internacional y que ya andan por su edición XX, quiero decir con esto que poco tiempo le quedaría, para mostrar su afección a uno u otro bando político, aunque es cierto y siempre tuvo a gala su amistad con el Almirante Bastarreche y que esta amistad le proporcionó algunas facilidades pero siempre en beneficio de su labor como arqueólogo que, al menos en aquellos años, no le proporcionaría otro provecho que satisfacción ante sus hallazgos, ninguno en el ámbito económico, y con ello benefició grandemente a la ciudad.

Flor Medina -

Antonio Beltran es uno de los grandes hombres que sirvio en la gerra civil y fue un hombre de mucho valor te recordamos ok. gracias bye....

Anónimo -

Acertó el que escribió lo del PAR. Hoy, ni que hubiera estado preparado, una destacada política de ese partido escribe una carta al director del Heraldo \"superencomiástica\" del señor Beltrán.

Monsieur George -

Antonio Beltrán sirvió durante la guerra civil en el ejército republicano en la 43 División. Al acabar la guerra pasa por el campo de concentración de Saint Cyprien-sur-Mer y reside en Narbona. En una fecha determinada, alrededor de 1943 regresa a España, a Cartagena más concretamente, en donde trabará gran amistad, convirtiéndose en su mecenas y en su protector, el almirante Francisco Basterreche. Un saludo a todos.

Monsieur George -

Antonio Beltrán sirvió durante la guerra civil en el ejército republicano en la 43 División. Al acabar la guerra pasa por el campo de concentración de Saint Cyprien-sur-Mer y reside en Narbona. En una fecha determinada, alrededor de 1943 regresa a España, a Cartagena más concretamente, en donde trabará gran amistad, convirtiéndose en su mecenas y en su protector, con el almirante Francisco Basterreche. Un saludo a todos.

Anónimo -

Rufi Rufi tienes toda la razón. Estos sobrevivientes natos saben muy bien lo que es políticamente correcto en cada momento. Era correcto y oportuno ser fascista con Franco y lo era ser demócrata en la transición. Tienen una intuición especial para saber cómo hay que comportarse en cada momento. ¿O es que alguien cree que si Beltrán hubiera opinado que el aragonés era una lengua a defender y proteger el Heraldo le hubiera dedicado el despliegue que le ha dedicado, con un artículo pesebrista de MG en el que llegar a decir que su investigación era de \"excelencia\", cuando todo el mundo, absolutamente todo el mundo, sabe que era el rey del refrito, el hombre que más veces publicó las mismas cosas? (Si la investigación de Beltrán era de excelencia ¿cómo llamar a la de Luis Oro, por ejemplo?. Seamos un poco serios. Beltrán sabía muy bien cómo pensaban los que mandaban en cada momento y supo ser siempre políticamente correcto, supo decir y escribir lo que aquellos querían oír y leer. Así llegas a ser una gloria local para el Heraldo y te escriben las necrológicas Domínguez Lasierra, MG y compañía. Y (pensando en lo que dice Pérez Morte) es verdad que los ciudadanos de a pie no se enteran de la verdad. Pero ¿de qué sirve todo eso? De nada, absolutamente de nada. Vanidad de vanidades. Porque los que tienen que defender su obra saben muy bien que no tienen argumentos. Que sólo hizo divulgación y, aun ésta, de forma chapucera. Y que su nombre no aguanta el paso de dos telediarios. Así son las cosas de verdad. Pero mientras tanto seguiremos leyendo elogios y ditirambos por doquier. La vida es esto: una gran mentira.

RUFI-RUFI -

¿Sabe alguien si este hombre se pronunció en tema del trasvase, o de la autonomía, o de derechos humanos?. Lo que sí recuerdo es haberle oido opinar de modo contrario a la fabla aragonesa. Más o menos, dijo que era algo inventado. Así, sin mojarse, es fácil triunfar. No digo que no tuviera mérito su labor, pero yo siempre le noté más proclive a los ambientes tibios que a \"mojarse\" de verdad en defensa de asuntos dolorosos. Una cosa es investigar y divulgar lo aragonés y otra defenderlo frente a agresiones del poderío.

Antonio Pérez Morte -

La Gran Enciclopedia Aragonesa dedica una página, casi completa, a trazar la semblanza de Antonio Beltrán, pero no hace ninguna referencia a su pasado político. No es extraño, por tanto, que los ciudadanos, de a pie, lo ignoren...

Alucino -

Pues si es verdad que parte de la familia de su mujer fue asesinada por los defensores de Franco (según dice George) ésta estaría contenta cuando su marido enseñaba la ciudad a Franco y editaba los libros que decís sobre los 25 años de paz. Tendrían buen ambiente en casa.

observadora -

Buscando la concordia y la reconciliación se hizo tabla rasa con el pasado de gentes como Beltrán y se procuró ocultar lo que habían sido y lo que habían representado. Y a mí, que soy persona moderada, me parece bien. En lo que creo que muchos estaremos de acuerdo es que una cosa es esto y otra muy distinta que se nos ponga a este gente como modelo, como ciudadanos ejemplares, como modelo a seguir. Porque entonces ¿qué adjetivos guardamos para esos otros catedráticos de su misma Facultad o de otras que mantuvieron una actitud no beligerante pero siempre digna, que no aceptaron colaborar con el Régimen, que no fueron concejales, ni miembros destacados de la Diputación, ni escribían los libros de los veinticinco años de paz? ¿A estos qué papel les reservamos? No fue lo mismo vivir en el franquismo (eso lo hicieron todos) que \"colaborar activamente\" con el franquismo ayudando a su perpetuación.

Funes -

Se me ha olvidado añadir en el post anterior: Los gobiernos democráticos se encargaron de colmarle de todos los honores: sin que se les cayera la cara de verguenza.

Funes -

El Gobierno de Aragón decidió en 1991 concederle a este fascista el Premio Aragón. En la semblanza oficial que se le hizo, que está colgada en internet, no se menciona su reciente pasado fascista. Gracias a Anónimo:

PREMIO ARAGON 1991
A las Ciencias Sociales y Humanas



Antonio BELTRAN MARTINEZ

Nacido en Sariñena (Huesca) en 1916, realizó estudios secundarios y universitarios en Valencia y Zaragoza. Doctor en Filosofía y Letras y licenciado en Derecho, fue desde 1949 catedrático de Arquología, Epigrafía y Numismática en la Universidad de Zaragoza, pasando a la cátedra de Prehistoria desde 1981. En esta Universidad ha desempeñado además diversos cargos. Fue fundador y director del Museo Etnológico y de Ciencias Naturales de Aragón en Zaragoza, y director del Museo de Zaragoza entre 1956 y 1974.

Durante su dilatada carrera profesional ha ocupado numerosos cargos y ha colaborado con importantes instituciones regionales, nacionales e internacionales, destacando su pertenencia al Consejo Permanente y del Comité Ejecutivo de la Unión International des Sciences Préhistoriques et Protohistoriques de la UNESCO. Para la UNESCO es también asesor en arte rupestre. Ha dirigido diversas revistas y publicaciones, además de ser autor de cerca de quinientos libros y artículos en España y el extranjero, y asistir a gran número de congresos y reuniones.

En el terreno de la arqueología, ha dirigido en importantes excavaciones, así como trabajos en cuevas con arte rupestre. El ámbito geográfico de estos trabajos ha sido tanto Aragón, como el Levante español, así como el sur de Francia. Ha recibido diversos premios y honores, entre los que se encuentra el Premio Nacional de Prensa y Radio por sus emisiones culturales en Radio Zaragoza. Los campos de investigación esenciales del profesor Beltrán han sido los de Arte Rupestre Prehistórico, Numismática antigua, Epigrafía ibérica y Aragón en general. Zaragoza le ha nombrado hijo predilecto y le ha concedido la medalla de honor de la ciudad.

Anónimo -

Entre los falangistas se dio mucho el tipo de cínico a que se refiere Greene. Pensemos en Foxá que escribió aquello de que \"odio a los comunistas porque por su culpa me tuve que hacer fascista\". Manda huevos, que diría Trillo. Luego estuvieron los falangistas que se arrepintieron públicamente de su pasado, casi siempre desde luego una vez muerto Franco. Pensemos en Laín. Pero Beltrán no fue nunca un cínico, pues nunca frivolizó con su ideología (no podía hacerlo alguien que en los sesenta acudía a sus reuniones de la DPZ con uniforme de Falange, como se ve en múltiples fotos de la revista \"Zaragoza\" a la que antes alguien se ha referido) ni que sepamos se arrepintió nunca públicamente de su pasado. Fue (no un hombre conservador como dice Pérez Morte, que eso eran por ejemplo los monárquicos liberales tipo Satrústegui)sino un fascista de verdad, hasta la época más tardía, y luego tuvo esa habilidad de los populistas de hacerse un viejete simpático, con tintes regionalistas y adaptarse rápidamente a los nuevos tiempos sin el más mínimo pudor. Podría haber sido sin ningún problema presidente del PAR, igual que lo fue otro fascista y catedrático como él: Miguel Sancho Izquierdo. A los regionalistas de derechas les gustan mucho este tipo de sujetos, amantes del folklore y las tradiciones, mezclados con un españolismo feroz, religiosidad mal entendida y un pasado autoritario y fascista. La anécdota que cuenta Mena, vivida en primera persona, es muy clarificadora y hay que agradecerle de verdad que la haya puesto aquí a disposición de todos. Al César lo que es del César.

Greene -

Al señor George: Beltrán fue aquello que uno más detesta: el hombre que se acomoda a cualquier régimen y situación, el que tuvo poder con unos y otros; y lo habría tenido con unos terceros. El ejemplo de que la transición fue extraordinariamente generosa con este tipo de sujetos. Bueno está que no se les depurara, pero que siguieran mandando y figurando fue un auténtico escándalo. Dices \"afecta pero descreída\". Son los peores, porque son unos cínicos. Prefiero a los fascistas convencidos tipo Girón. Por lo menos creían en algo y tenían huevos para defenderlo. Estos otros eran unos impresentables.

Monsier George -

Funes y Fernando Sesue están cargados de razón, aunque quizás habría, para captar la complejidad de la vida en los tiempos difíciles del franquismo, que procurar de separar la faceta pública de la privada e íntima. Los hermanos y padres de su mujer, la familia de libreros Alcrudo, fueron asesinados por los fascistas. Imagino que su conflicto interior debía de ser doloroso. Conflicto probablmeente agravado por sus manifestaciones públicas de adhesión al Régimen (fue el encargado, muchas veces, de enseñar la ciudad de Zaragoza a Franco). Durante el franquismo intentó adaptarse y acomodarse al nuevo régimen fascista, aunque interiormente le repugnara, e incluso se benefició del Régimen llegando a ser varias veces concejal del Ayuntamiento de Zaragoza. Imagino que tuvo mucho que ver en éllo la protección que le brindó al gobernador civil de Murcia, uno de los generales leales a Franco. Un ejemplo quizá, de persona afecta al Régimen, aunque descreida de él. Magnífico el retrato escrito de Antón Castro sobre Antonio Beltrán. Los hermanos Grimm hubieran estado orgullos con la manera en que utilizaba el método de la encuesta. El historicismo en todo su esplendor. Saludos.

Funes -

querido Antonio Pérez Morte: Acércate a la Hemeroteca y échale un vistazo a esta publicación:

Zaragoza. Publicación de la Excma. Diputación provincial. Zaragoza. Publicación dirigida por los presidentes de la Comisión de Educación, Antonio
Beltrán Martínez, y Ricardo Malumbres Logroño, editada por la Institución
Fernando el Católico del C.S.I.C., en la que figuran nombres, sucesos, efemérides
y recuerdos que resumen la vida de la provincia.

Antonio Pérez Morte -

Conocí a D. Antonio Beltrán, hace más de un cuarto de siglo, durante una jornada dedicada al traje aragonés, durante las fiestas de San Licer en Zuera y me pareció un hombre muy afable y extraordinariamente culto, preocupado siempre por su tierra. He leído parte de su obra y, sobre todo, sus colaboraciones en prensa. Sus aportaciones, tan numerosas y variadas, me parecieron, a menudo muy interesantes. Sabía que era bastante conservador, pero siempre lo creí respetuoso y educado, por eso me sorprende, tristemente la anécdota con Ildefonso, que relata Miguel. ¡Un abrazo!

Mena -

Siempre traté a este hombre con mucho respeto, por eso me asombró un detalle que no puedo dejar de comentar: hace cuatro o cinco años, acompañaba a Ildefonso Manuel Gil tras una entrevista en la radio. Cuando nos despedíamos en la escalera apareció por ella el profesor Beltrán y, al ver a Ildefonso, se quedó paralizado y comentó de forma agria: \"¿Qué hace aquí este viejo?\".

FERNANDO SESUE -

En la feria del libro viejo compre un libro de este autor dedicado a los 25 años de paz del Caudillo que habría que volver a publicar.

Funes -

Ese señor Beltrán era un fascista de camisa azul y correaje. Así se le ve en las fotografías que se publicaban en las revistas propagandísticas del franquismo. Disfrutando de las prebendas. Me abochornaba que fuera cronista de la ciudad de Zaragoza, en democracia. Afortunadamente, ya descansa en paz.

Antonio Pérez Morte -

¡Tendremos que acostumbarnos a vivir, también, sin su presencia¡

¡Vamos a recordarle a cada paso!