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Antón Castro

DIARIO DEL MUNDIAL / 2.

DIARIO DEL MUNDIAL / 2.

 Brasil o los futbolistas del aire

 

En Brasil el fútbol es una forma de respirar. El fútbol está en todas partes: en los sueños, en la calle, a la hora de comer, en la fiesta, en las conversaciones más íntimas, (“La pelota es tan gustosa como una mujer”, dijo Domingos da Guia), en el vuelo del colibrí del atardecer. Brasil ha jugado siete finales de la Copa del Mundo y ha ganado cinco. Perdió, con más pena que gloria, ante Francia en 1998 y perdió en Maracaná en 1950 el que debiera ser su primer título: en la gran tarde del “negro” Obdulio Varela, Schiaffino y Gigghia, el cancerbero Barbosa, el mejor de aquel campeonato, empezó a tejer su imparable leyenda negra: lo apodaron “o goleiro maldito”, jamás se le perdonó el segundo gol de Uruguay y su sola presencia era como una premonición. Poco antes de morir, medio siglo después de la derrota, una madre le dijo a su hijo al verlo pasar: “Ahí va el hombre que hizo sufrir a todo Brasil”. Jules Rimet en su libro “Fútbol. La copa del mundo” (Juventud, 1955) escribe: “Un silencio de muerte había reemplazado a todo aquel tumulto (…) El zurdazo de un solo hombre –Ghiggia- había hecho enmudecer a doscientos mil”. Muchos aficionados se suicidaron tras la debacle. Antes de este campeonato, Brasil ya había demostrado su potencial en 1938 con dos jugadores increíbles como Leónidas y Domingos da Guia.
El primero fue calificado como “el delantero de las seis piernas” o el “futbolista del aire” porque marcaba goles en pleno vuelo y con tal facilidad y variedad de movimientos e impactos que parece un bailarín. Y Domingos da Guia, que convocaba multitudes en los estadios, era el zaguero parsimonioso que robaba el balón al ariete en un auténtico descubrimiento de los valores de la lentitud. Fueron elegidos los mejores futbolista de París 1938 que ganó la Italia de Piola y Meazza.Brasil descubrió a un niño, Edson Arantes do Nascimento, Pelé, y ganó en 1958 en Suecia con la mejor delantera de todos los tiempos, tal vez: Garrincha, el pájaro solitario de las piernas torcidas, Didí, el organizador en jefe que inventó la “folha seca”, Vavá, Pelé y Zagalo. En 1962, Pelé, lesionado, fue sustituido por un excepcional Amarildo, y Brasil cosechó el segundo torneo. Y en 1970, volvió a deslumbrar al mundo con un equipo renovado; arriba, formaban Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelinho, una delantera que se recitaba de memoria como “Los Cinco Magníficos”.

En 1994 Brasil venció pero no convenció y Romario fue su estrella absoluta, y en 2004 los canarinhos voltearon a Alemania en una final equívoca. Jugaron bien los alemanes, y marcó por partida doble Ronaldo. Ahora, Brasil vuelve a tener un equipo formidable, muy veterano atrás, pero impresionante de medio campo hacia arriba. Es el favorito de lejos, pero también lo era en España 1982 con otro conjunto de estrellas: Toninho Cerezo, Sócrates, Paulo Falçao, Zico y Eder; Brasil pagó su soberbia ante Italia en cuartos. Kaká y Ronaldinho inician la estrategia de seducción y las magias de ataque, protegidos por Emerson, Juninho Pernambucano, Zé Roberto y Gilberto Silva, y arriba buscarán el gol Robinho, Adriano y Ronaldo. Brasil juega sin extremos, para eso están Cafú y Roberto Carlos todavía, que se atreven a esprintar 50 metros lisos a máxima velocidad muchas veces. En nombres y en calidad individual, Brasil no tiene antagonista, aunque se encuentra maniatado por los sistemas, suscitan desconfianza sus lagunas defensivas y su espíritu anárquico y casi da la sensación de que importa más eso que su imaginación impredecible, la depurada técnica de sus hombres, la pasión por el gol y el “jogo bonito”. Brasil es también el principal adversario de sí mismo, y además aparecerá el equipo revelación e incómodo dispuesto a hacerle frente. ¿Volverá a ser Italia? ¿Debemos tomar en serio, realmente, a Argentina o Inglaterra?

* La biografía del "Divino Maestro" Domingos da Guia.

1 comentario

Mario -

Al fin regresan letras y algo de sabor y algo de pasión por el fútbol, la literatura y el periodismo. Un oasis o un asidero en la nada general. Tú me entiendes, Antón. Un abrazo.