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Antón Castro

DIARIO DEL EUROPEO DE ATLETISMO / 1 Y 2

DIARIO DEL EUROPEO DE ATLETISMO / 1 Y 2

Ya lleva dos jornadas el Europeo de Atletismo de Gotebörg. De la primera jornada, el lunes, lo más sobresaliente fue la victoria de la rusa Bitova en los diez kilómetros: menuda y vivaz, se agazapó tras la corredora holandesa de color y sólo asomó cuando faltaban alrededor de 600 metros. Ahí, pegó un acelerón increíble y logró una victoria formidable, casi con excesiva suficiencia. Entró en la meta doblando corredoras. Marta Domínguez corría su segunda prueba del 10.000 y sólo aguantó en cabeza hasta los 9.000: con todo realizó una buena carrera que le valió el séptimo puesto, muy poco para ella y para su pundonor constante, y el récord de España que tenía Julia Vaquero. Manolo Martínez, como suele ocurrirle al aire libre, realizó una serie pésima en peso, y quedó noveno, que debe ser su peor puesto en muchos años.  

Ayer fue otra cosa. Paquillo Fernández, como hizo en Munich 2002, se adueñó de la victoria de 20 km. marcha con un tiempo de 1.19.08: es un corredor seguro, con determinación de campeón. La prueba de 10.000 metros, hombres, fue maravillosa, sobre todo para el hasta ayer discreto corredor alemán Jan Fitschen, que venció con unos 200 metros finales increíbles. Fitschen, que estuvo muchas veces fuera de la carrera, renqueante y semihundido, en el puro anonimato del pelotón, se enganchó en los últimos 800 metros a la cabeza. Chema Martínez iba arriba: se veía vencedor antes de cruzar la meta, sabía que Juan Carlos de la Ossa le iba a abrir la brecha, y en el sprint final el vencedor era él. Ambos menospreciaron un poco al alemán, le permitieron entrar en la carrera, y el germano fue como el  reaparecido y como el ciclón: su tramo último pareció el de un corredor de 800 metros. Chema Martínez recordó un poco a Fermín Cacho: parecía más preocupado de mirar hacia atrás que de tirar hacia delante, y lo vio pasar a su lado como una bala, a una velocidad supersónica. Su rostro de estupor fue todo un poema de desolación e impotencia. Martínez y De la Ossa hubieron de conformarse con el segundo y tercer puesto. De la Ossa hizo todo lo que pudo: tiró, movió la carrera, aceleró con su diminuto cuerpo de  titán modesto, le imprimió ritmo, intentó desordenarla, y obtuvo lo que soñaba: el podio. Por esto estaba sinceramente tan feliz, tanto que cuando lo cogió en brazos Chema Martínez parecía un niño perfecto que se reía de su última travesura. Tatiana Lysenko realizó un soberbio lanzamiento en martillo y venció con dos metros de diferencia: 76.67. Buscó el récord del mundo sin suerte. Es una mujer relativamente delgada, fuerte, alta, sonriente, pero no se parece a las esforzadas y pesadas campeonas de la modalidad. Celebró su triunfo con absoluto entusiasmo,  igual que la rubia valkiria Carolina Kluft, la atleta más completa en Goteborg que pasó del cansancio a la exaltación absoluta y luego a las lágrimas durante la recepción de medallas. Campeona olímpica y campeona del mundo, su triunfo sólo tiene una sombra: la lesión de la francesa Eunice Barber, que le iba ganando.  

En el salto de altura se está produciendo un retroceso absoluto. Andrew Howe ganó con 8.20; hace no demasiado, Yago Lamela se iba a los 8.50 con enorme facilidad e incluso el propio Joan Lino, que no se clasificó para la final, superaba de largo este salto casi escandalosamente vergonzoso. Es una de las pruebas más decepcionantes del momento. Francis Obikwelu, el portugués por nacionalidad, venció en los 100 metros lisos con 9.99. Su carrera tuvo dos partes: una decepcionante salida, pareció clavado literalmente sobre el tartán, pareció muerto y enterrado como la mano de Miguel Juan Pellicer, y unos 50 metros últimos realmente prodigiosos. A falta de 30 metros se descubrió aún perdedor: irguió las rodillas al máximo, impulsó sus caderas y sus brazos, desovilló la energía de su corazón indomable, y ganó con dos metros de ventaja. Este corredor, con un poco más de constancia y algo menos de fragilidad mental, haría sombra al mismísimo Asafa Powell, ahora que se ha probado que Justin Gatlin también envenenaba su sangre. 

Mayte Martínez es una de mis corredoras favoritas. Es una mediofondista extraordinaria, con un poderoso final. Me recuerda a una mujer de los años 50, con horquillas en el pelo aplastado por fijador, captada por el objetivo de Virxilio Vieitez. No es elegante, no parece poderosa, da la sensación de que un momento a momento a otro se va romper en una contracción de quijada, en la tensión estremecida de los muslos. Pero ayer volvió a hacer una estupenda carrera ante la mismísima Svetlana Cherkasova, que es la gran favorita, y se ha metido en la final. La carrera de 800 metros me parece cada vez más bella, y especialmente entre las mujeres. En ella, en los últimos tiempos, destacaron y destacan formidables damas como Ana Fidelia Quirot, ahora sustituida por la bellísima gacela Zulia Calatayud, Maria Mutola, Katie Holmes... No querría olvidar la pasión por el atletismo de Marlene Ottey: esa mujer jamaicana, nacionalizada ahora eslovena, se presentó de nuevo en el Europeo a sus 46 años, y pasó a semifinales. Quizá no pueda acceder a la final, como le sucedió en las Olimpiadas, pero es algo excepcional: acumula más de 30 podios, aunque pocos de oro. Ha sido la eterna segunda más bella de la historia: la hermosa de ébano.

 

 

Vi un momento también a mi adorada Kajsa Bergqvist, la gran saltadora sueca, la única que puede acercarse al récord del mundo. Se clasificó casi sin despeinarsepara la final: altísima, elegante, primorosa en la técnica y en el garbo cuando ataca el listón. Y esta tarde gran velada: se corre el 1.500 masculino, una de las pruebas reinas de cualquier competición atlética. España presenta tres corredores, tres candidatos: Juan Carlos Higuero, un atleta desconcertante, capaz de lo peor y de lo peor aún, eterna promesa a sus 28 años y un mal estratega, que acude muy seguro de sí mismo y dispuesto además a fajarse en los 5.000 también; Arturo Casado, que podría estar en el podio, y Gallardo. Sus rivales serán Baala, el francés, todo un profesional de las finales, un excelente mediofondista, un clásico, y el atrabiliario Heshko, que siempre impone un poco de respeto. Baala ha restado trascendencia a los españoles: ya ha dicho que bueno, que sí, que están ahí, pero quien le preocupa es Heshko.


 

*En la foto, vemos la victoria de Fitschen, ante Chema Martínez y Juan Carlos de la Ossa.

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