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Antón Castro

EVOCACIÓN DE JEAN SEBERG

EVOCACIÓN DE JEAN SEBERG

Hace casi medio siglo, el mundo descubrió a una americana menuda y frágil, con el pelo cortado a lo garçonne, con los ojos entre azules y grises, que paseaba por los alrededores de París con Jean Paul Belmondo en Al final de la escapada (1959), de Jean--Luc Godard. Se llamaba Jean Seberg. Había sido descubierta unos años antes por Otto Preminger entre miles de aspirantes para encarnar a Santa Juana, la Juana de Arco soñada por George Bernard Shaw. Hasta entonces poco se sabía de ella: había nacido en Iowa en 1938, descendía de emigrantes suecos y era la chica mona a la que adoraban los integrantes del equipo de fútbol de su ciudad. Pronto se convirtió en una especie de mito: encarnaba a la mujer moderna como antes lo había hecho Katharine Hepburn y como en los 70--80 lo haría la fugaz Dominique Sanda de Noveccento y Más allá del bien y del mal.

         Rica y famosa, se casó con el novelista y diplomático de origen lituano Romain Gary (1914--1980), con quien mantuvo durante diez años una relación de amor y desamor. Era la vieja estampa del intelectual, sabio y maduro, y la joven diosa, la cazadora solitaria en que habría de convertirse pronto. Jean Seberg fue una mujer tempestuosa: vivía en el abismo de la pasión, en el límite de una enajenación inicialmente controlada, y poesía una lunática y poderosa personalidad.

         Tuvo muchos amantes. El novelista mexicano Carlos Fuentes, casado a finales de los 60 con la actriz de Nazarín de Buñuel, Rita Macedo, sucumbió a sus encantos, y se quedó hechizado por ella. Le ha dedicado una novela, Diana o la cazadora solitaria (Alfaguara, 1994), donde le cambia el nombre por Diana Soren. La relación, que llegó a ser intensamente emocional y erótica (a veces el lector se sorprenderá con la sinceridad del autor al hablar de "la infinita capacidad sexual de Diana" y de sí mismo), contabilizó más de mes de convivencia a lo largo de casi un año. En la novela, sorprende el lado oscuro de Seberg, su rabiosa independencia y su compromiso con las causas perdidas de los Panteras Negras, del hippismo o de los derechos humanos. Era desconcertante y asumía sus traiciones: durante el rodaje de La leyenda de la ciudad sin nombre se enamoró de Clint Eastwood y vivió un romance con él; al volver al apartamento que compartía con Fuentes, colocó un retrato de Eastwood de vaquero en La muerte tenía un precio.           Carlos Fuentes viene a decir que era una mujer desquiciada, con un enigmático lado oscuro, que perturbaba a cualquiera y podía llegar a ser muy cruel. Era la mujer fatal, quizá sin saberlo, aunque iba de aquí para allá seduciendo muchachos, buscándolos en las tabernas de Estados Unidos o París, y consumiendo alcohol y droga. Hubo un momento en que fue perseguida por el FBI, habida cuenta de que era una estrella contestataria de Hollywood. Hacia 1970, poco después de cambiar a Carlos Fuentes por otro amante y reprocharle, según dice en su novela, que "era menos culto que Iván Gravet (Romain Gary)", se quedó embarazada. Alguien hizo llegar a la prensa el rumor interesado de que esa criatura era de un integrante de Las Panteras Negras. La desgracia se cebó en ella, el niño murió a los tres días, pero antes Jean Seberg tomó al cadáver más de doscientas fotos. Estaba al borde de la destrucción.

         Quizá por entonces, o a mediados de los 70, la conoció y la amó el realizador Ricardo Franco. Fue para él una experiencia increíble: Jean Seberg, que nunca fue una gran actriz, seguía siendo una criatura irresistible, una leyenda de carácter insondable y aniquilador. Subyugante, sin duda, tierna, díscola, rebelde. Era un doloroso misterio y quizá un naufragio continuo como ser humano. Ni Ricardo Franco ni Carlos Fuentes pudieron olvidarse de ella, ni siquiera Gary que se suicidó en París en 1980, un año después de la muerte en extrañas circunstancias de Seberg: hacía tiempo que estaba al borde de la locura. Lo mismo salía toda desnuda del baño de un aeropuerto que había decidido alimentarse tan sólo de comida para perros. O que intensificó su atracción por la defensa de los negros a través de su amistad con el escritor homosexual James Baldwin. Apareció muerta en un Renault, envuelta en un poncho (Fuentes dice que era exactamente igual que él que le había regalado tiempo atrás), con el cuerpo abrasado por quemaduras de cigarrillo, una botella de agua y una nota de suicidio.         

Fuentes no se olvidó jamás de ella. Y Ricardo Franco, muerto mientras le rendía su último homenaje, tampoco. En Lágrimas negras --la valiente e intensa película que terminó el finado Fernando Bauluz y un equipo entusiasta de colaboradores--, Ariadna Gil encarna en cierto modo el fantasma de Jean Seberg: aquel infierno y paraíso de pasión y de locura concentrado en un ser humano, signado por la enajenación, la mentira compulsiva, la autoaniquilación, la incertidumbre de vivir y la imposible felicidad. Y lo hace con una interpretación antológica y medida que reproduce a la perfección el frunce violento, la mueca torva, la ternura íntima y el amor oceánico de una loca que se sabe condenada al fuego en un coche frente al mar, aunque un hombre normal y romántico como Fele Martínez --fotógrafo y realizador de vídeos en el filme-- crea que pueda redimirla con amor de tanto sufrimiento en una historia en que ambos, Fele y Ariadna (¿o tal vez Ricardo Franco y Jean Seberg?), nos dejan perplejos y temblando. Y con ellos tiemblan también Elena Anaya y Ana Risueño en una actuación estupenda. Tiemblan y pierden porque Lágrimas negras es un testamento sobre la inútil pasión cuando sobreviene la locura.
  

 

12 comentarios

jcuartero -

Ayer leí un artículo en El Mundo, con motivo del centenario del nacimiento de Romain Gary y la nueva edición 'Próxima parada: final de trayecto' que prepara Demipage. Me acordé de este post tuyo de hace seis años, mientras me tomaba un café y ojeaba el artículo de J.M. Plaza. Seis años son muchos y se me habían olvidado la mayor parte de los detalles que aportabas de la vida azarosa de Jean Seberg, de ese juguete que todos manosearon y ella solita se rompió. De lo que sí me acordaba era de su imagen en el Renault. Lo curiosa que es la memoria, en mi subconsciente le otorgaba a Gary un mayor protagonismo en la muerte de Seberg, un halo de culpabilidad que lo más probable es que no tuviese. Sin embargo, después de leer el artículo del Mundo me ocurre al revés. Voy a estar otros seis años pensando que Seberg influyó en el el suicidio de Gary.

Maria Adela -

Gracias por esta semblanza. Estoy leyendo el libro de Carlos Fuentes, y me parecio que Diana Soren podía ser Jean Seberg, pero desconocia su vida tan compleja, y que realmente había sido amante de Fuentes, maravillosa historia para una pelicula....

ELENA PELLEJERO -

FUI A VER SU TUMBA EN EL CEMENTERIO DE MONTPARNASSE, HAY UNA FOTO SUYA Y FLORES FRESCAS SOBRE LA LÁPIDA. VICENTE MOLINA FOIX LE DEDICA 2 CAPÍTULOS EN SU LIBRO "EL CINE DE LAS SÁBANAS HÚMEDAS".RICARDO FRANCO DICE DE ELLA "LA MÁS DULCE Y MÁS DEMENTE DE LAS RUBIAS PELICORTS QUE EL SIGLO HA DADO" Y REMEMORA CÓMO FUE CON ELLA A VER "EL ÚLTIMO TANGO EN PARÍS": TRAS LA PELÍCULA "NO NOS HABLAMOS HASTA PASADAS SUS BUENAS DOS HORAS DESPUÉS DE HABER SALIDO DEL CINE.COMIMOS EN SILENCIO EN LA BRASSERIE LIPP,ADONDE LLEGAMOS COMO AUTOMATAS.TOMAMOS CAFÉ FRENTE A LOS JARDINES DE LUXEMBURGO, Y MÁS TARDE TUVE QUE RECORDARLE UNA VEZ MÁS A AQUELLOS OJOS AZUL-GRISACEOS QUE UNO HACE LO QUE PUEDE, Y QUE "LILITH" BIEN VALÍA UNA VIDA, Y QUE "À BOUT DE SOUFFLE" ESTABA YA EN TODAS LAS HISTORIAS DE CINE... DE POCO VALIERON MIS ARGUMENTOS. LA MELANCOLÍA APRESÓ SU CORAZÓN Y LA ESQUIZOFRENÍA CONTINUO SU LENTO Y FIRME CAMINO HACIA LA NADA. FUE LA PRIMERA VEZ QUE FUI CONSCIENTE DE SU ENFERMEDAD, PERO ME REFUGIÉ EN LAS BUENAS INTENCIONES.AÑOS DESPUÉS APARECIÓ MUERTA EN EL INTERIOR DE UN COCHE EN UN MOMENTO EN QUE YO ERA FELIZ. NO ME SENTÍ CULPABLE, PERO LLORÉ MUCHO EN SU ENTIERRO."

Antonio Arias -

megustari afiliarme a este sitio , no soy ducho en esto

Genaro -

Siempre me impactò el final tràgico de esta memorable actriz. Ahora me entero mas a fondo de lo que fuè su vida. Gracias.... Muy interesante... Ah! A mi me pareciò siempre una buena actriz, sobre todo en "La leyenda de la ciudad sin nombre" y en la que trabajò al lado de Warren Beatty

Juan F. -

Muy interesante este pequeño relato sobre la pasion y la locura que es la vida de Jean Seberg.

Lamentar que la muerte de Ricardo Franco durante el rodaje de Lagrimas negras nos haya impedido ver su pelicula "esa que salia de su alma " y que solo el podia realizar. Nos queda una historia un poco deslabazada y con los peresonajes sin definir del todo. Me quedo con la interpretacion de Ana risueño.

Gracias por completar lo poco que conocia de jean Seberg.

Luisa -

La personalidad de la Seberg es impactante y subyugante, en verdad. Pero en este momento no sé si lo es por ella misma o por el magnífico relato que tú has hecho.
¿Como vivir tan al límite y seguir viviendo?

De Antón -

Gracias, Jio. Gracias, Fernando, con ilusión al mar incluida.Gracias J. Cuartero por las visitas al blog y por tan eruditas apostillas. Y mil gracias, Magda, me encanta ver cómo cruzas el charco.

Muy amables. Un abrazo para todos.

Magda -

¡Vaya historia! y ¡vaya mujer espectacular! Una vida en donde la realidad supero toda ficción. Que interesante, Antón, no sabía nada de ella.

He quedado impactada.

jcuartero -

¡Qué cruda debió ser su relación con Roman Gary/Emile Ajar¡ La personailidad destructora de ambos tenía que ser capaz de desequlibrar a cualquiera. Por otra parte, la belleza poética de la Seberg es tan rotunda que no me extraña que estuviese presente en los pensamientos diarios de todos sus amantes. De hecho había leído tu post hace media hora y como no he podido dejar de imaginarme a Jean Seberg tirada en la cuneta con su cuerpo tatuado por el fuego (curiosamente Ajar y Gary significan llama y brasa en ruso)he tenido que volver para dejar este comentario

Fernando -

Magnifica semblanza, valdría para realizar un cuento sobre la autodestrucción y la fatalidad de la locura...la lucidez de una diva insatisfecha, con todos los dados en su mano excepto el de la pequeña felicidad de las cosa menudas...un abrazo marino.

jio -

es que esta tía tiene un morbo...