MERCEDES SAMPIETRO, QUE ESTÁS AHÍ...
[Mercedes Sampietro fue la actriz preferida de Pilar Miró: su álter ego en una ficción que se parecía a la vida. Es una actriz de recorrido, laboriosa y discreta, tan discreta que parece usar un talento invisible. ]
Hace ya algunos años, cuando éramos felices e indocumentados, vimos por primera vez a Mercedes Sampietro en un programa de televisión. ¿Dónde fue: en “Estudio 1”, en las emisiones de “Novela” o en aquella serie titulada “Juanita la Larga” o tal vez en “Vísperas”? Miramos hacia atrás, con la memoria de la emoción inextinguible, y la vemos ahí, discreta y elegante, sonriendo sin estridencia, con su talento invisible, despojado de énfasis, y nos gustaría por un momento parar el tiempo y decirle como le dijo Jean Gabin a Michele Morgan: “Tus ojos son hermosos, sabes…”. Eran hermosos entonces, líquidos, como preñados de luz y melancolía por igual, y lo siguen siendo ahora en esta mujer casi secreta y laboriosa que pertenece a la estirpe de Gena Rowlands, Annie Girardot, Glenda Jackson, Vanessa Redgrave o Jeanne Moreau.
Un montón de virtudes adorna la persona que es Mercedes Sampietro, galardonada con el premio “Ciudad de Huesca” hace un par de años e invitada al Festival en el año en que se cumple una década de la muerte de Pilar Miró: posee una voz melodiosa, cargada de matices y de convicción (le ha puesto su voz a Meryl Streep, Lana Turner, Jane Fonda o Fanny Ardant, entre otras), y ha cuidado su carrera como nadie, como si la esculpiera con serenidad y buen gusto trabajo a trabajo. Debutó en el cine con “A un dios desconocido” (Jaime Chavarri), ha sido el “alter ego” ideal y exacto de Pilar Miró en sus películas, pero sobre todo en “Gary Cooper que estás en los cielos” (1980), personaje por el que recibió premios por doquier. Cuenta con películas bonitas y hondas como “El pájaro de la felicidad”, también de Miró, “Extramuros”, “Silencio roto” o “Lugares comunes”, película por la que recibió el Goya a la mejor intérprete.
Pero además, se ha desenvuelto con soltura, oficio, simpatía y firmeza en las tablas –ha interpretado muchos dramáticos en televisión y ha participado en “La casa de Bernarda Alba” de Lorca o “Julio César” de William Shakespeare, y ahora lo hace en “Danza macabra” de August Strindberg con José Sacristán- y ha sabido hacerse cargo, sin levantar la voz, en dos ocasiones, del cargo de presidenta de la Academia de Cine. Y cuando hubo de tener agallas, arrestos y decir las cosas claras, aunque acabase de recibir el Premio Nacional de Cine en 2003, lo hizo: denunció, ante la exministra Pilar del Castillo, la “militarización del pensamiento” y abogó por la libertad de expresión y de creación al defender “La pelota vasca” de Julio Medem. Y dijo o sugirió, con buenos modales, que ella también estaba con las víctimas del terrorismo. Es una mujer solidaria con el dolor ajeno, e insistir en ello parecía obviedad o demagogia.
No es que haya sido redescubierta en los últimos años exactamente. No es eso, pero sí parece como si la viésemos más, como si llegase con un nuevo fogonazo al corazón del gran público. Y eso se debe a películas como “Silencio roto” de Montxo Armedáriz, “Cuando vuelvas a mi lado” de Gracia Querejeta y “Lugares comunes” de Adolfo Aristarain, donde bordó su papel, su historia de amor con Federico Luppi, que le valió el Goya. Y esa nueva popularidad también se ha visto subrayada con la presidencia de la Academia de Cine o por un torrente de premios. Es una señora, una cómplice del arte y de la palabra que funda reinos de creación y sueño, es una mujer indómita y a la vez dulce, que pasó muchos veranos en Radiquero. Su familia procedía de Aragón, no de Italia, como tantas veces se ha dicho. Es una actriz ideal, una actriz irreprochable, una actriz que despliega un arte esencial que nace de la inteligencia, del sacrificio y de la sensibilidad. En Huesca, mientras paseábamos por la exposición de Carlos Saura (la había contratado para "Con los ojos vendados", en un papel corto, y luego prescindió de ella) en el Matadero, durante la grabación de una entrevista para "Borradores", volvió a demostrarlo. Todos se quedaron maravillados. Teresa Lázaro, la realizadora, resumió: "Esos ojos más que mirar, hablan".
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jorge luis campos -
Lucía -