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Antón Castro

RECUERDOS Y LEYENDA DE CLEMENTE PAMPLONA

RECUERDOS Y LEYENDA DE CLEMENTE PAMPLONA

*[Hace algunos años, cuando trabajaba en El Periódico de Aragón, hice una de mis series periodísticas favoritas: “Memorias de otoño”, inspiradas en el periodista que más me ha marcado posiblemente: Manuel Vicent y su “Inventario de otoño”, cuatro páginas con entrevista y álbum de fotos. Para esa serie, con Eloy Fernández Clemente, visité al escritor, guionista y director, y tantas cosas más, Clemente Pamplona. Publiqué cuatro páginas. Algún tiempo después, esta entrevista y otras con cineastas aragoneses aparecieron en mi libro “Vidas de cine” (Biblioteca Aragonesa de Cultura, 2002). Coincidiendo con el ciclo de cine del Centro de Historia que coordina el infatigable y apasionado Luis Antonio de Alarcón la rescato y la publico aquí. Mañana, el profesor Juan Villalba, otro apasionado de Teruel y de sus criaturas, da una conferencia sobre Clemente Pamplona, al cual le ha dedicado la monografía más completa que existe sobre él. Luego se proyectará "Historia de un hombre", una cinta de 1961.]

 

CLEMENTE PAMPLONA

MAS DURO SERÁ EL OLVIDO

 

Clemente Pamplona es ya un juguete roto en manos de un destino soez: una torpeza de un oculista lo ha condenado a desplazarse por un laberinto de tinieblas. Está casi ciego y se le ve midiendo distancias, acariciando objetos, eludiendo sillas y sombras, hasta que logra adaptarse al nuevo y umbrío orden del mundo. Un mundo, sin duda, que ya no se parece al de antes: está viudo, ha visto naufragar ideologías, ha asistido al derrumbamiento de cosas íntimas e incluso Teruel, la ciudad de sus sueños de adolescente, parece haberle dado la espalda, como si su retorno se hubiese convertido en un destierro final más que en el reencuentro con sus orígenes.

Conmueve verlo así, con esa mirada escindida. A veces, con esos ojos -uno, luminoso, y abierto a la perplejidad; el otro, entrecerrado y huérfano de toda claridad como una almeja difunta-, adquiere Clemente un no sé qué de demoníaco. Parece un cíclope en su lánguida invernada. Asistimos al ocaso del ídolo. Su casa está llena de objetos, de cuadros, de documentos y de fotografías que revelan un pretérito colmado de momentos imborrables: el primer número del diario Lucha que fundó, obras que le dedicaron sus amigos los pintores, un gran retrato de su esposa Amparo Lleó, cerámicas o unos dibujos de Antonio Mingote.

Creíamos que podía ser un hombre fiero, casi desairado. Se le percibe el genio de vez en cuando, pero sobre todo se muestra como un hombre apacible y confiado, con gran sentido del humor, socarrón y benévolo, que ha encontrado en las tertulias de la radio y en la música su último consuelo.

 

EN BRONCHALES.

Nació en las elevadas sierras de Bronchales en 1917. Su padre era veterinario. Su madre era oriunda de Navarrete del Río, aunque había nacido en Sigüenza, y llegó a tener una docena de hijos. Clemente fue el menor de saga. "Mi madre se había casado a los 16 años. Su primer hijo le nació muerto y mi padre la llevó a Zaragoza a que la viese Santiago Ramón y Cajal. Éste le dijo: ‘Si quiere conservar a su mujer, no tengan más hijos’. No le hicieron caso. Mi madre parió doce hijos. Y se murió a los 99 años y medio”. La niñez en Bronchales, en cuyo estío aparecen los veraneantes y en el invierno las nieves, fue completamente dichosa: lo llamaban señorito los aldeanos y lo mimaban sus hermanos. Solía motar a caballo a pelo y llevaba a las bestias a apacentar a las dehesas y a los prados. En alguna ocasión era capaz de regresar en yeguas mansas, perdidas y erráticas en el monte, desde Orihuela del Tremedal.

Cuando contaba siete años ingresó en el colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, donde escaseaban los castigos y abundaban los rezos. “La severidad se reducía a la palmeta y a la bofetadita. La enseñanza era ejemplar y recuerdo que era compañero mío el dibujante Antonio Mingote. Luego hice el bachillerato y pronto me incliné por el periodismo. A los catorce años ya me hicieron corresponsal de la agencia Logos de Madrid y de El Noticiero de Zaragoza, un diario estupendo, donde empecé a publicar cuentecillos y reportajes. Reemplazaba a mi hermano en la toma de conferencias desde Madrid para el periódico turolense Acción y además solía redactar necrológicas y textos de información local”.

Acción era un diario del Sindicato Agrícola Católico, pagado por el diputado Leopoldo Igual Padilla de Mora de Rubielos, al que asesinaron durante la Guerra Civil. "Era diputado agrario. Lo mataron de una manera horrible: le hicieron una corrida taurina, le pusieron varias banderillas y luego lo asesinaron en Valencia. Eso se dijo. De la dictadura de Primo de Rivera tengo recuerdos borrosos. Recuerdo la visita del General Sanjurjo a la catedral de Teruel. Yo seguía sus pasos y de  repente retrocedió para observar mejor el artesonado, y casi me tira. Era un tipo tremendo, alto y fornido”. Teruel era entonces una ciudad modesta de poco más de quince mil habitantes. Los estudiantes esperaban el final del curso y la gente soñaba con las fiestas de San Fernando. La plaza del Torico era el centro del universo con sus soportales que protegían del cierzo y de las nieblas, con sus casas modernistas, con sus cafés de arrieros y aquella imprenta mítica de Perruca. Con modestia, pero con intensidad, se veían funciones de los cuadros de actores locales, en el Casino Turolense hervían disputas y el reputado médico Serafín editaba su novela De Barcelona a Estambul.

 

FALANGE Y REPÚBLICA.

“Yo salí a dar vivas a la República. Teníamos la teoría de por qué va a ser rey un hombre que nace por un determinado sitio y otro no. En absoluto" Sin embargo, muy poco después iba a afiliarse a la Falange (e incluso iba a ganar para la causa a Federico Jiménez, padre de Federico Jiménez Losantos). Mientras tanto seguía con Logos y sus colaboraciones en El Noticiero. Con 19 años se matriculó en Derecho y Filosofía y Letras en Madrid y se costeaba su estancia, a final de campaña, con su salario como reportero.

“Antes ya de que estallase la guerra, me habían encerrado en la cárcel porque era Jefe del SEU en Teruel. Me llevaron a la cárcel a mí, a Julve Ceperuelo y a Miguel Merino de Alcañiz, que luego sería alcalde de Zaragoza. Me sacaron del calabozo y fui a llamar por teléfono a Madrid. Acababan de matar a Calvo Sotelo y me dijo la telefonista que había visto una lista de amenazados en la que estábamos  yo y mi hermano Manolo, que vivía en Santa Eulalia de Campo. Cogí el autobús y cuando llegué al pueblo, a mi hermano ya lo habían llevado preso. Decidí irme a Bronchales y me encontré con Pepito López Cordobés, que años después sería director de Lucha”.

Al poco tiempo empezaron a sacar Imperio azul, una hoja volandera, después crearon Arriba, cuya cabecera era el anagrama posterior del periódico de José Antonio Primo de Rivera. La primera portada no dejaba lugar a dudas: “Las tropas nacionales están a punto de entrar en Madrid”. En aquella época de confusión y de disparos cruzados desde todas partes, Clemente Pamplona y sus compañeros se hicieron con la imprenta de Acción, aunque su adquisición hubo de ser aprobada por el lugarteniente de José Antonio, Manuel Hedilla. “Así nació Lucha (actual Diario de Teruel), con cabecera de Publio Palmero, hijo del médico de Bronchales. El primer número es de noviembre de 1936. Tenía cuatro páginas, un formato grande y éramos partidarios de la sublevación. Una de las primeras noticias fue la ofensiva contra el cementerio en la frontera de Corbalán, que trajo consigo la llegada de seis tanques rusos a la ciudad. Las noticias locales las completábamos con la información internacional que oíamos por la radio”.

 

EL FEROZ ASEDIO.

La Batalla de Teruel prefiguraba sus tragedias, la gesta brutal de una época fratricida. Teruel iba a transformarse en la arena donde se despedazaban todas las fieras de la tierra. Empezaban a llegar corresponsales de todos los lugares. Entre otros, estuvo en la ciudad el fino y elegante Eugenio Montes del diario ABC; un día, mientras veía los escombros, las primeras ruinas, la hambruna, todo aquel circo del horror que contrastaba con la ligereza aérea de las torres gemelas o con la suspensión casi celeste de la catedral en la alta noche, dijo: “Aquí se acaba España”. “También recuerdo un corresponsal francés del diario católico La Croix. Quería visitar los frentes de Puerto Escandón. Le dije que no había problemas. Lo llevé, le presenté a los comandantes de puesto, al Jefe de la Falange. Cuando regresamos, me dicen: ‘El coronel Rey quiere verte. Que te presentes de inmediato’. Me acompañó el francés. Creí que Rey D’Harcourt tenía el semblante cambiado. ‘¿Usted no sabe que no se puede llevar al frente a un señor del que nada sabemos? Esto es un consejo de guerra’. Me quedé un tanto perplejo. El coronel se tornó afable y se río: ‘¡Que sea la última vez!’ ”.

         En este diálogo con Clemente Pamplona está presente Eloy Fernández Clemente, espléndido biógrafo del coronel y desfacedor de la leyenda negra del militar. Parecía obvio preguntarle a nuestro interlocutor por él. “Era un perfecto militar. Era militar siempre y un perfecto caballero. Hay que ver cómo aceptó este hombre la muerte de su hijo en Brunete, con qué entereza. En el asedio ya no lo traté: recibí un balazo y pasé todo ese tiempo de aquí para allá en hospitales”.

 

CINE Y PERIODISMO.

Su vocación periodística aún le permitió continuar a la desesperada con el diario Lucha. Se quedaron sin luz y sin nada, aunque emplearon el aceite de unas cuantas latas de sardinas con una mecha. Lograron imprimir 50 ó 60 ejemplares con la vieja Marioni en el interior de una cueva. A partir de ese momento, Clemente Pamplona, malherido y destrozado por dentro, fue llevado de hospital en hospital por las tierras levantinas: San Miguel de los Reyes, Sueca, Cullera. En Valencia, recibió un “regalo de los dioses” en forma de mujer: Amparo Lleó.  “Así se llama mi esposa. La conocí en Sueca, durante su convalecencia. Era una mujer muy bella. Había sido comunista y con sólo 17 años se marchó al frente con un amigo de su padre. Era un militar maduro, capitán de artillería, con el que llegó a Alfambra, en Teruel. Cuando vio cómo se ponían las cosas, la envió a su casa. ‘Tú a tu pueblo’, le dijo. Y Amparo se metió enfermera. Fue como un ángel para todos nosotros, los prisioneros de la República. Empezó a protegernos: nos traía naranjas y nos hacía saber los partes de guerra. Para entonces ya había cambiado de ideas. Había visto muchas calamidades y muerte en Valencia. Al final, la llevaron a una checa tras ser expulsada del hospital. La gestión de muchos amigos logró devolverle la libertad. No se había olvidado de nosotros ni tampoco de mí. Recuerdo que un día me hizo llegar una carta que, en apariencia, no decía nada de verdadero interés. Me la llevé al retrete y me percaté de que el sobre llevaba muchos sellos. Empecé a despegarlos y descubrí que Amparo me había escrito en letra menuda el parte de guerra que anunciaba el avance de los sublevados. No eran cartas de amor: el primer beso se lo di al salir”.

 

         Terminada la guerra, se curó del todo en Zaragoza y pidió un puesto de redactor en el Levante de Valencia, que era el diario de mayor éxito y tesorero de la prensa del Movimiento Nacional. El director era Maximiliano García Venero, historiador y biógrafo de Manuel Hedilla, la bestia negra del régimen y el símbolo de la Falange de izquierdas. Permaneció tres años en la ciudad del Turia, hasta que fue invitado a retomar la dirección de Lucha. “Contacté con Miguel Vidal Andols, padre de Darío Vidal, y los dos nos pusimos manos a la obra. Traje las primeras linotipias a Teruel y una rotoplana de El Comercio de Gijón. El 30 de mayo de 1942, el periódico entrega un especial de 40 páginas con una portada a color. El director, reconoce, recibía consignas del régimen, interminables telegramas con los discursos de Franco, aunque también contaba con los servicios de una agencia alemana en Valencia: Transocean.

         La existencia de Clemente Pamplona no ofrece un segundo respiro. En 1945, tras algunas diferencias con el gobernador Ruiz Castillejos (quien no quiso aprobar el intento de crear una especie de sociedad anónima entre ayuntamientos para sustentar Lucha), ingresó en Radio Nacional de España y se trasladó a Madrid. “Me estrené en el servicio de noche, con Fernández Marrero de redactor jefe. Ese mismo día estalló una bomba y estuvo a punto de hacerlo otra. Era un atentado terrorista. Durante doce años fui el cronista para RNE de los viajes de Franco. ¿Franco? Siempre he dicho lo mismo. No me sentía afín a él exactamente. Creo que, como he dicho de la Guerra Civil y mantengo, fue un mal necesario. Por supuesto hemos vivido 40 años bajo una dictadura. Lo asumo. Pero hay que pensar el estado en el que estaba el país, las ruinas o el hecho de que no tuviese un ambiente internacional propicio que le permitiese restañar las heridas con más rapidez y sin tanto ensañamiento. Pasará tiempo para ver con claridad la figura y su política”.

         Al poco tiempo, Clemente Pamplona se reveló como un excelente guionista, hasta el punto de que en 1950 obtuvo el Premio Nacional de Guiones con Pasos, basado en una historia de Antonio Calderón sobre el relato de alguien que conversa con sus pasos. “Yo mismo llevé el proyecto en el debut de Andrés Mejuto. La cinta representó a España en el festival de San Sebastián”. Continuó haciendo cine y con éxito sobre todo con Don José, Pepe y Pepito, sin abandonar nunca el periodismo. Fue corresponsal de RTVE en Lisboa, asumió la dirección de Teleradio e ingresó en la plantilla del Ente, donde asumió labores de director de informativo. Le apetece narrar una anécdota portuguesa. El Mundial de Fútbol de 1966 de Inglaterra tuvo dos héroes sobresalientes: el gran Bobby Charlton y el interior portugués Eusebio. Clemente Pamplona, durante su estancia como corresponsal en Lisboa, tuvo una cariñosa relación con el astro del Benfica. Recordando la aciaga derrota del Barcelona frente al equipo luso en la Copa de Europa –el conjunto de Torres, Coluna, Eusebio y Simoes ganó al favorito de Suárez, Kubala, Kocsis y Czibor-, Clemente Pamplona intentó que Eusebio recalase en el Barcelona e hizo gestiones que parecía que iban a fructificar, aunque entonces, desde Portugal, empezaron a llover las amenazas contra el jugador. “Lo amenazaron con el destierro o con enviarlo a combate a las colonias. Fue una pena. No sólo era un formidable jugador, sino una extraordinaria persona. Como su mujer Rosa”.

         Prado del Rey lo nombró codirector de la televisión aragonesa, en los tiempos de Maximiliano Alonso, aunque podía hacer su trabajo desde Teruel. Ha pasado casi una década de su jubilación, pero su vida –en este domingo lento y claro de acérrimas nostalgias que ya le duelen como la punzada que le han cosido en los ojos- sigue poblada no tanto por la vieja camisa azul, sino por los mejores amigos, por los instantes más agradables. Esa es la única luz que le remedia la ceguera y le protege contra las ominosas sombras del olvido.

 

DE LA PRENSA AL CINE

El cine ha sido su gran pasión. Tal vez mayor que la del periodismo o la de la radio. Hizo de todo: conversó con los actores, los fue a buscar a medio mundo, escribió guiones y dirigió varias películas. En 1950 ganó el concurso de guiones de Cifesa con Agustina de Aragón, que trasladaría a la pantalla Juan de Orduña. Su trayectoria como realizador se inaugura con Pasos, una cinta de 1957 que representó a España en el Festival de San Sebastián. Ese título significó el debut de Andrés Mejuto y estuvo protagonizado por Alfredo Mayo y Lina Rosales. El guión había sido galardonado por el Sindicato Nacional de Espectáculos.

          “Con Pasos ocurrió una cosa muy singular: los checos presentaron una deliciosa cinta, Abuela automóvil y quisieron llevarse la mía a su país. Se llevaron una copia de 16 milímetros, pero las autoridades no la aprobaron por su moral: decían que narraba un adulterio y la prohibieron”. Después escribiría uno de los guiones que más le gustan: Cerca del cielo, sobre el Padre Polanco, que se rodó en Teruel. Al año siguiente dirigió Farmacia de guardia (1958), cuyo asunto era la noche de una farmacia. “La interpretaron nada más y nada menos que María Guerrero y Pepe Romeu. Quizá mi mayor éxito fuese Don José, Pepe y Pepito (1960, basado en una novela de Juan Ignacio Luca de Tena. Estuvo interpretada por Manolo Morán, Pepe Isbert y la actriz mexicana Ana Esmeralda”.

          Con Historia de un hombre asomó a su vida otro personaje aragonés: el escritor y filólogo Fernando Lázaro Carreter. Con él volvió a repetir colaboración en La chica del gato, guión basado en una pieza de Carlos Arniches. Los intérpretes fueron Gracita Morales y José Orjas. “Quisiera recordar un título al que le tengo un gran cariño, y que fue todo un éxito en aquel momento: me refiero a Kubala, los ases buscan la paz, donde descubrimos a la bellísima actriz Irán Eory y a Antonio Ozores. En la cinta intervinieron grandes glorias blaugranas como Ramallets o Pepe Samitier”.

          Clemente Pamplona Blasco no pone límites ni a su energía ni a sus recuerdos. Declara su admiración por su hija Amparo Pamplona –asidua antaño en las novelas semanales de televisión, en los espacios dramáticos. Aún podríamos recordar su perfecto papel en La hija del mar de Rosalía de Castro-, y recuerda sus numerosos encuentros con actores: con el espigado Conrado Sanmartín, con Cantinflas (al que dibuja un día remoto en Madrid oyendo chistes con estupor porque él era incapaz de superar tanta gracia ajena), con Anthony Quinn en Albarracín a principios de los 80. El intérprete de Zorba el griego le llenó el corazón de orgullo. En un momento de reposo del rodaje de Valentina, se le acercó y le dijo: “Clemente, usted debería dirigir de nuevo”.

*Portada del libro de Juan Villalba Sebastián, que imparte una conferencia sobre Clemente Pamplona en el Centro de Historia.

Programa de este fin de semana:

Viernes, 18 de abril
Jesús Pascual, un desconocido director de cine
Luis Antonio Alarcón Sierra
Proyección: El azar se divierte (1957, 85 minutos)

Sábado, 19 de abril
Clemente Pamplona. Del primer plano al fundido en negro
Juan Villalba Sebastián
Proyección: Historia de un hombre (1961, 83 minutos)

 

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Trato de privilegio en el juicio de Losantos

En el juicio contra Losantos hemos visto a todos los testigos declarar sentados a pesar de estar prohibido por ley.

Pero quienes han declarado como testigos son ciudadanos de primera categoría como políticos que son. El resto de la ciudadanía, a juzgar por el trato que recibimos en los juzgados, somos ciudadanos de inferior categoría.

Esta gentuza nos sigue tratando como a siervos de gleba en vez de como a ciudadanos.

Ni separación de poderes, a fin de cuentas políticos y jueces son de una casta superior y se intercambian los puestos cuando quieren y les conviene, ni soberanía popular. Siguen tratándonos como a sus siervos. Como a su propiedad con la que hacen lo que les viene en gana. Por el pueblo, para el pueblo pero sin el pueblo.


Carlos Menéndez
http://www.creditomagazine.es

Julio -

Conocí personalmente a Clemente en la ultima etapa de su vida, ERA UNA BELLA PERSONA.