Blogia
Antón Castro

CAPITANAS DEL CIERZO. UN TEXTO DE CRISTINA GRANDE

CAPITANAS DEL CIERZO. UN TEXTO DE CRISTINA GRANDE

[Hace unos días se presentaba la película La voz del viento de Víctor Forniés, que no he podido ver aún. El día del pase en la sala Joaquín Roncal se grababan dos programas de Borradores. Una de las participantes en la película sobre el cierzo es la escritora Cristina Grande. Hace unos meses, el 24.02.2008, publicó este delicioso texto en Heraldo de Aragón, la edición de Huesca, un texto emparentado de algún modo con su texto sobre las capitanas que apareció en el volumen conjunto Zaragoza, de la Z a la A.]

 

Fuimos en busca de capitanas. Víctor Forniés me había pedido que participase en el documental La voz del viento. Me acordaba de un paraje cercano a Monegrillo donde hace unos años fotografié esas extrañas plantas de color grisáceo. Estaban amontonadas, detenidas contra una valla metálica que rodeaba un viejo molino de viento. Se las llama capitanas por sus espinas en forma de estrella. También se llaman volanderas, o barrillas. De sus cenizas se extraía la sosa necesaria para la fabricación del cristal. A veces, los días de cierzo, cruzan la carretera sin mirar, como manadas de bestias enloquecidas, o en solitario, de forma casi pesada, en busca de un imaginario cementerio de elefantes. Su nombre científico es Salsola Kalis. Lo que más me gusta de ellas es que después de muertas, después de rodar y rodar empujadas por el viento, pueden volver a echar raíces si encuentra un lugar propicio. El cierzo soplaba con fuerza durante el rodaje. ¿Puede alguien filmar el viento? ¿Dónde buscarlo? ¿Cómo? ¿Qué se esconde en las películas que vemos o en los libros que escribimos? ¿El viento que azotaba contra nuestras caras? La ayudante de producción me ofreció unas horquillas para sujetarme el pelo. Las aspas amarillas del molino emitían un quejido metálico que recordaba a las extractoras petrolíferas de la película Gigante. El sonidista se desesperaba. Ninguna capitana rodó ante la cámara. Seguían detenidas junto a la valla, como espectadoras de esos secanos que a George Orwell le parecían “grises y de superficie arrugada como la piel de un elefante”. Las capitanas mueren. Algo las empuja, hasta que se quedan quietas y renacen. Silenciosas, cuando el viento cesa.

*Paisaje los Monegros con cierzo y capitanas tomado de la página web http://gea.sekano.org

0 comentarios