'POLVO EN EL NEÓN': CASTÁN Y LEYVA
[Adolfo López Chocarro, librero y apasionado de las nuevas tecnologías, un gran lector, comenta la novela de carretera, más bien relato largo, de Carlos Castán, ilustrado con fotos de Dominique Leyva. He aquí aquí su reseña, que me acaba de mandar el editor y narrador Óscar Sipán.]
Polvo en el neón
['Polvo en el neón'. Carlos Castán. Fotografías de Dominique Leyva. Tropo. Huesca, 2012.]
ADOLFO LÓPEZ CHOCARRO. Librería Zubieta, de San Sebastián.
El movimiento no es sinónimo de acción, la vida puede ser una cinta estática, ratas de laboratorio en experimentos olvidados. Pero el engañarse, la sensación de huida, y aquí tenemos un clásico: el viaje y su mística. "Conducir por cualquier carretera sin excesivas ganas de llegar a puerto puede ser en sí todo un destino". Ya tenemos la puerta abierta, primera frase y Quinn y Jessica, marido adúltero y amante, un coche disparado adelantando camiones, un motel. No hace falta ni apuntar los futuros escenarios de esa América profunda, y tanto. Y desde aquí el despliegue, como atrapar una vida y meterla en la batidora abierta, y ver saltar la sangre y la inmundicia por toda la habitación, solo hay que saber esperar para ver lo repleto que está el vacío.
Apoyado en una no siempre potente, pero si alejada de mitificaciones, obra fotográfica de Dominique Leyva, Castán, sin ternuras de arranque, sin perfecciones estilísticas ni grandes diálogos, pero con una bella melancolía lírica en las descripciones de esta prosa limpia, se va a dedicar pacientemente a buscar un equilibrio entre la dureza de estos personajes perdidos o anhelantes, y la sensibilidad que irá cuajando poco a poco el texto en torno a la soledad, los trenes que se pierden, el vacío eterno, nuestras incoherencias, egoísmos y brutalidades, pero sobre todo el amor y sus aledaños, de su tenencia y ausencia, del significado de la fidelidad y la traición. Sí, esta carretera está hecha de soledad y amor, del yo y el otro y el camino, de la irremediable sensación de la imposibilidad de ser, estar o padecer. Pero no, no será una frialdad carveriana, de golpe seco. Como dice Antón Castro, Castán "nos deja doloridos", porque nos va moliendo poco a poco, y de pronto uno se encuentra repleto de sentimientos sangrantes ajenos como propios, enternecido, tirado en "una casilla vacía, el rincón más hueco del mundo" pensando que todo "habría sido perfecto sino fuese por el puto amor que todo lo acaba ensuciando con su ternura" y encadenándonos a "toda esa confusión de proyectos, facturas y violines" en que acaba todo.
Y sin embargo allá, al final del camino, en la derrota nuestra de cada día, seguimos esperando esa llamada, esa imposible llamada telefónica que nos salve, a pesar de haberla traicionado tantas y tantas veces respondiéndola, porque seguimos sin tener absolutamente ni idea de qué hacer con nuestra vida en derrumbe.
Maldito Carlos Castán, este artefacto duele.
http://www.graniteandrainbow.com/wp-content/uploads/2013/01/GR22.pdf
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Oscar -